Capítulo 21

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Me despierto. Maysilee sigue dormida, no se ha dado cuenta de que no he hecho la guardia. Menos mal. Además, si a Maysilee le hubiera pasado algo por mi culpa, no me lo podría perdonar nunca.

Miro hacia nuestros alrededores, nadie está cerca. Solo quedamos cinco, Maysilee y yo tenemos posibilidades. Bueno, la profesional del 1 y la del 2 andan sueltas por ahí.

Como no sé qué hacer, me pongo a pensar. De repente, empieza a llover. Podría coger agua de lluvia...pero, ¿cómo?

Coloco un bote en el suelo y hago un sistema de hojas, ramas y cañas huecas para que el agua caiga dentro del bote. Al cabo de cinco minutos, el bote está lleno. Pongo otro y así hasta llenar tres porque está parando de llover.

Maysilee está tapada con mochilas. Debe de haberse despertado por la lluvia pero se ha vuelto a dormir.

Decido seguir con el arbusto y el soplete. Hay algo que me parece raro. Aunque las ramas estén mojadas, se queman más rápido que ayer. Me parece que no es un arbusto natural.

Estoy un rato con el soplete y, cuando me queda muy poco, Maysilee se despierta.

-Buenos días, Haymitch. Te veo muy aplicado eh...-. Sonríe mientras se limpia los ojos con los puños.

-¡Hola! Que sepas que estoy a punto de conseguirlo-. Le digo con aires de superioridad.

-Bueno, entonces me tendré que ir sola...-. Intenta parecer algo triste, me conmueve.

-O podrías quedarte...-.

Sigo con el seto y, después de quince minutos, termino de romperlo. Veo lo que hay detrás. Hay un gran barranco lleno de rocas y, en el fondo del mismo, unas piedras marrones y afiladas apuntando hacia arriba.

Maysilee atraviesa el arbusto detrás de mí y veo en su cara la decepción. Después de tanto tiempo andando y con el seto la verdad es que sí decepciona un poco que la arena acabe en un triste barranco mortal.

-Esto es todo lo que hay, Haymitch, volvamos-. Dice Maysilee con tristeza.

La verdad es que no me quiero ir, dijimos que si lo conseguía me quedaría aquí. Además, hay que romper esta alianza ya. Quedamos muy pocos y no pienso ser yo quien mate a Maysilee.

-No, me quedó aquí-. Le digo con seguridad en mí mismo.

-De acuerdo, solo quedamos cinco. Será mejor que nos despidamos ahora, de todos modos. No quiero que seamos los dos últimos-. Me responde.

Tiene razón, los juegos están a punto de acabar y, como todo el mundo dice, esto consiste en matar o morir.

-Vale-. Contesto arrogante.

La verdad es que no sé que más decirle, puede ser que sea la última vez que nos veamos con vida.

Ella se marcha y no nos despedimos. Prefería que nos hubiéramos dado un abrazo o algo más cariñoso pero, ahora mismo, es tarde para despedidas entrañables.

No sé qué hacer así que camino por el borde del barranco. ¿En serio no se puede salir de la arena de ninguna manera que sea morir o ganar?

Continúo andando y sin querer tiro, con la parte exterior del pie, una pequeña roca por el precipicio. Me paro y me siento mirando al fondo del barranco. El fondo acaba con todo piedras puntiagudas y sangrientas.

De repente, a los treinta segundos, una piedra cae del cielo detrás de mí.

¿Qué? No entiendo nada.

Vuelvo a tirar la piedra y coloco la mano abierta a la altura de mi costado. Espero un poco y, nuevamente, al medio minuto, la piedra cae justo en la palma de mi mano.

Sonrío, acabo de darme cuenta. En el fondo del barranco hay un campo de fuerza que lanza hacia arriba lo que cae en él. Decido no decir nada. Esto podría servirme y no querría que el Capitolio supiera que conozco sus secretos.

Ya está atardeciendo. Escucho un grito seguido de llantos. Me suenan. Es...¡¡Maysilee!!

Corro todo lo rápido que puedo hacia donde he oído los gemidos. Cuando llego al sitio desde el que provenían los llantos, es tarde. Un pájaro rosa de los que me intentó atacar una mañana, atraviesa el cuello de Maysilee con un largo y mortífero pico.

Un cañonazo suena por toda la arena. No...No puede ser...

Me siento al lado de Maysilee y le agarro la mano mientras le acaricio el pelo.

Me siento fatal. No me he despedido de forma adecuada de ella y he sido muy prepotente. Si no hubiéramos roto la alianza podría haberla salvado de esos pájaros asesinos. Le acaricio la mano. Pronto llegará un aerodeslizador y tengo que apartarme de ella. Le dibujo un corazón con el dedo en su frente y me voy.

Noto que una lágrima recorre mi mejilla y me la quito rápidamente para que nadie me vea llorar. Mientras, vuelvo hacia el precipicio.

Me tumbo en el suelo de cerca del precipicio y oigo dos cañonazos seguidos. Qué raro. Aunque puede que haya sido una casualidad, el Capitolio habrá puesto a todos sus animales mucho más furiosos.

Espera. No puede ser. Ya es de noche y...Quedamos dos.

La música y el sello en el cielo aparecen de repente. No sé si será cosa mía pero todo hoy está pasando más rápido.

Después del sello, aparece la profesional del 2 y el chico del 7.

Sólo quedamos la chica profesional del 1 y yo. Que yo recuerde, es una chica de dieciocho años. Más alta que yo, rubia y por supuesto, más entrenada.

Se vuelven a oír las trompetas de la banda sonora. Hoy todo se está volviendo muy extraño. La voz del presidente Snow suena por todo el campo de batalla.

-Tributos, enhorabuena. Sois los dos últimos. Pero, aunque os veo cansados, hoy no se duerme. Buenos días-. El cielo de repente se vuelve soleado, es de día.- Y tranquilos, os vais a encontrar muy pronto.

Las trompetas vuelven a sonar y estoy más asustado y nervioso que nunca. De repente, se levanta un viento muy fuerte desde el precipicio. Este huracán me empuja y me levanta del suelo.

Prefiero correr a que el viento me arrastre y, al cabo de unos sprints y unos vendavales algo intensos, caigo de rodillas en el borde de la Cornucopia.

Por suerte, tengo dos cuchillos. Al otro lado del recinto central, la veo. La chica del distrito 1.

Los Juegos del Hambre de Haymitch Abernathy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora