Capítulo 23

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Estoy en el aerodeslizador. Allí, Paul me espera con una amplia sonrisa en la cara. Me felicita y me da tres besos en las mejillas. Le respondo con un gesto de felicidad algo falso.

Unos hombres vestidos de blanco me llevan a un cuarto acolchado y me tumban en una camilla con unas máquinas y cables a los lados. Me enchufan los cables a los brazos. Las heridas me siguen doliendo.

Un médico me dice:

-Cuenta del 1 al 10 hacia atrás-. Al mismo tiempo, me coloca una mascarilla conectada por un cable a una bombona.

10,
9,
8,
7,
Me pesan los ojos...
6,
5,
4,
3,
Me quedo dormido, no aguanto más.

Al rato, me despierto de nuevo sobre la camilla. Los cables y la mascarilla siguen atados a mí. El sueño se me ha hecho muy largo, como si hubiera estado ahí días.

Un médico entra en la sala y me dice:

-¿Qué tal chico? Estarás cansado, has estado en coma inducido doce días.

¿¿Doce días?? He estado dormido aquí doce días. Han pasado casi dos semanas desde los juegos. ¿Qué pensará mi familia? Estará preocupada por como esté.

Me quito la mascarilla y le digo al médico:

-¿Cuándo volveré a casa?

-Mañana por la mañana cogerás el tren hacia el distrito 12-. Me responde sonriente.-Ahora descansa.

Me coloca la mascarilla en la cara y gira una ruleta de la bombona.
Vuelvo a quedarme dormido.

Me despierto al día siguiente por la mañana. Ya no tengo ningún cable puesto. Me quito la mascarilla y examino mis heridas. Han desaparecido, no me queda ni rastro de ellas, excepto la de la tripa. Tengo una pequeña cicatriz.

Me pongo de pie. Estoy como nuevo. Quiero salir de aquí e ir a casa con mi familia.

Cojo la ropa que hay sobre la cama. Es la ropa que me puse el día de la cosecha. Me la pongo y me peino.

Paul vuelve a entrar a la habitación.

-En diez minutos sale el tren para tu casa, ¿listo?-. Me pregunta.

Asiento con la cabeza mientras salgo de la habitación blanca. Hay un largo pasillo. Lo recorro acompañado por Paul y cuando llegamos al final, atravesamos una puerta de metal.

Detrás de ella hay tres personas vestidas de negro. Paul me explica que son los pilotos del aerodeslizador que atravesará todo el país para llevarme a mi distrito.

Salimos de la habitación a un puerto de aterrizaje. Todos nos montamos a un gran aerodeslizador negro. Subimos por una escalera que cae por la parte trasera del mismo.

Paul y yo nos sentamos en los bancos de los lados del vehículo y los otros tres van a la cabina de los pilotos desde donde conducirán el aerodeslizador.

El viaje es corto aunque mi estilista y yo no hablamos de casi nada. No tenemos ningún tema de conversación en común.

Me doy cuenta de una cosa. Miro mi brazo y lo veo. El chip localizador de mi brazo sigue ahí. No me lo han quitado. Quieren saber dónde estoy hasta después de haber estado en los juegos.

Llegamos al distrito. Paul y yo bajamos por las escaleras del aerodeslizador.

-Ahora ya no vives en la Veta, tienes una nueva casa en la Aldea de los Vencedores-. Me dice muy ilusionado.

Me lleva atravesando el mercado. Todo el mundo me señala y murmura. Yo me limito a no mirarlos.

Llegamos a una parte del distrito que nunca había visto antes. La puerta de la aldea es gigante. De metal y con un cartel en el que pone "Victoria".

Atravesamos la puerta y veo doce casas muy grandes. Me parece que son para todos los que ganen los juegos a partir de ahora. La primera casa es la mía.

De la puerta, salen tres agentes de la paz escopeta en mano. Me parece raro. Acelero el paso para ver qué es lo que ha pasado.

Diez segundos después, llego a la puerta de mi casa. Subo las tres escaleras. Paul me sigue algo agobiado por detrás. Abro la puerta y hay un recibidor muy amplio. Cierro la puerta a Paul en las narices.

Hay una mesita con un jarrón de flores y dos cajones. Encima de la mesa, al lado del jarrón hay una nota con un papel viejo y manchas rojas. Pone:

" Tú usas mi campo de fuerza, yo uso el tuyo."

No...No puede ser...

Corro por el recibidor y entro a un salón. Veo tres muñecos colgados del techo. En ellos pone Anna, Taylor y Betty.

Empiezan a brotar lágrimas de mis ojos. No puedo creer que haya matado a tanta gente por esto. No voy a volver a ver a ningún ser querido nunca más.

Me acerco a la mesa redonda que hay en el centro y cojo una botella de "vodka" que hay encima.

Me quedo ahí, bebiendo para intentar olvidarme de todo esto.

Los Juegos del Hambre de Haymitch Abernathy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora