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"El Sombrerero Virtual"

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Naz ajustó las correas del visor de realidad virtual y se sumergió en el mundo del juego. El paisaje cambió a su alrededor, y de repente, se encontró en un bosque espeso y misterioso. Los árboles parecían retorcerse como serpientes, y las flores brillaban con colores imposibles.

—¿Dónde estoy?— murmuró Naz, mirando a su alrededor. Pero antes de que pudiera explorar más, una figura apareció frente a ella. Era un hombre alto con un sombrero extravagante y ojos chispeantes. El Sombrerero Loco.

—¡Bienvenida al País de las Maravillas, querida!— exclamó el Sombrerero, haciendo una reverencia exagerada. —Soy Jin, pero aquí todos me llaman el Sombrerero. ¿Y tú?

Naz parpadeó, sin saber qué decir. ¿Cómo podía explicarle que era una fanática de los videojuegos y que había caído en un mundo virtual?

—Soy Naz—, respondió finalmente. —¿Y tú eres... real?

El Sombrerero rió.

—En este lugar, todo es real y nada es real. Pero eso no importa. Ven, vamos a tomar té.

Naz siguió al Sombrerero por el bosque hasta llegar a una mesa de té. Las tazas flotaban en el aire, y el aroma del té llenaba el ambiente. Jin se sentó y le hizo un gesto a Naz para que hiciera lo mismo.

—¿Sabes, Naz?— comenzó Jin mientras vertía el té. —Aquí, las reglas son diferentes. Puedes hacer lo que quieras, pero también hay consecuencias. ¿Qué estás dispuesta a arriesgar?

Naz frunció el ceño.

—¿Consecuencias? ¿Qué tipo de consecuencias?

El Sombrerero sonrió misteriosamente.

—Eso es lo que debes descubrir. Pero primero, déjame enseñarte algunas 'no' cosas. Por ejemplo, no confíes en los gatos sonrientes ni en las cartas de la reina. Y, sobre todo, no dejes que te corten la cabeza.

Naz asintió, sintiendo que estaba en un sueño del que no quería despertar.

—¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?

Jin miró a lo lejos.

—Tengo mis propios secretos, Naz. Pero ahora, debemos enfrentarnos a la Gran Reina de Corazones. Ella no es amiga de los forasteros.

La Gran Reina de Corazones apareció, su corona brillando con malicia.

—¡Fuera de mi País de las Maravillas!— rugió.—¡O perderán sus cabezas!

Naz y Jin intercambiaron miradas. ¿Podrían sobrevivir a este juego retorcido y encontrar una salida? Solo el tiempo y sus habilidades virtuales lo dirían.

🐱

Naz y Jin se adentraron en el bosque, donde los árboles estaban formados por naipes gigantes. El aire olía a tinta fresca y la luz del sol se filtraba a través de los corazones y los diamantes. Pero no había tiempo para admirar la belleza surrealista.

—¿Por qué la Reina de Corazones quiere nuestras cabezas?— preguntó Naz, esquivando un as de picas que caía del cielo.

Jin sonrió, su sombrero inclinado hacia un lado.

—Porque ella cree que somos intrusos. Pero aquí, todo es un juego. Si ganamos, saldremos ilesos.

Se encontraron con un gato sonriente que flotaba en el aire.

—¿Amigos o enemigos?— preguntó Naz.

El gato parpadeó.

—Depende de tu perspectiva. Pero ten cuidado con las cartas. Algunas son trampas, otras te llevarán a lugares inesperados. —Naz lo observa detenidamente. — ¿Qué tanto me ves?

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