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La vida en el búnker era aburrida

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La vida en el búnker era aburrida. Monótona, para ser más exactos. Su primera tarea consistía en reorganizar una sala que aparentaba estar abandonada, repleta de libros viejos y archivadores que eran más polvo que cartón. A veces se detenía a hojearlos por encima, antes de que Changbin le chistara para que dejara de holgazanear. Estaba siempre presente, lo que incomodaba lo bastante a Minho como para mantener la boca cerrada durante las horas que tenía que pasar ahí encerrado.

Jisung no compartía su opinión, por supuesto. El tira y afloja entre él y Changbin se hacía más evidente con el paso de los días y Minho empezaba a poner en duda que aquella dinámica les estuviera sirviendo de algo.

—Una ayudita no vendría mal por aquí, ¿eh? —resopló. Estaba tratando de tirar de la estantería de hierro pegada a la pared del fondo, con intenciones de limpiar con una escoba lo que se escondiese detrás. Tenía la frente empapada en sudor y los nudillos blancos del esfuerzo.

Apoyado contra la pared y los brazos colgados a ambos lados del cuerpo, Changbin puso los ojos en blanco a modo de burla.

—Prueba a quitar los libros. Quizás así resulte más fácil —Jisung refunfuñó un par de groserías a modo de respuesta, pero antes de que dijera algo más Minho se acercó hasta él y comenzó a bajar los libros de los estantes—. Deberías aprender de Minho. Él es un trabajador mucho más eficiente que tú.

—¡Soy muy eficiente! —se quejó. Después, habló más bajo para que solo lo escuchara Minho, aunque no demasiado—. Esto es ridículo. Nos están obligando a trabajar solo para mantenernos ocupados.

—¿Qué quieres que hagamos entonces? ¿Negarnos a salir del cuarto y ver qué ocurre? —le susurró de vuelta.

Jisung apretó los labios, contrariado.

—No es eso. —Agarró un libro y lo colocó delante de su cara para que Changbin no pudiera leerle los labios, aun estando a unos pocos metros de distancia—. Tiene que haber algún motivo detrás de estas tareas, pero lo estoy pasando por alto. Hay que seguir tirándole de la lengua a Changbin hasta que se le escape.

—¡Te estoy escuchando, Jisung!

—Mierda.

No obstante, con el paso de los días, Minho comenzó a entender que esa monotonía no era exclusiva de él y Jisung. En realidad, todos los habitantes del búnker estaban sumidos en una quietud silenciosa, ahogada por los horarios bien definidos, controlados y supervisados. No hablaban, no sonreían, no vivían. Máquinas bien engrasadas que cumplían con su trabajo. Eso era lo que Minho pensaba de todos ellos. Ni siquiera giraban el rostro para dedicarles una sola mirada de extrañeza por ser nuevos en el búnker o por tener a un perro guardián que vigilaba cada uno de sus pasos.

Más a menudo de lo que le hubiera gustado a Jisung, alguno de los tres chicos que los habían citado se sentaba con ellos en el comedor para explicarles cómo funcionaba el búnker. No las instrucciones mecánicas que Changbin les había dado el primer día, sino explicaciones de verdad. Y esos breves minutos eran de oro para Minho.

GLITCH ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora