La espada del fondo del océano.

~Cuando la tormenta se encuentra con la calma~

En la antigüedad, los dioses vagaban por la tierra interactuando libremente con los mortales y creando vínculos con ellos.

Los griegos fueron quienes más se involucraron con los humanos, especialmente con un tal Zeus que, al no poder mantener los pantalones cerrados, se encargó de poblar la mitad si no casi todo panteón griego y el mundo mortal.

Pero esta historia no trata de Zeus, sino de su hermano, el Dios de Los mares, el Dios más temido del panteón griego, considerado Zeus enlaios, el Dios de los dioses, su nombre era Poseidón. Para él, los humanos no eran más que mierda, pedazos de basura que no deberían existir, eran imperfectos, eran débiles y por lo tanto no podían ser considerados dignos de su atención.

Pero cuando se vio obligado a descender a la tierra a petición de su hermano Hades, se encontró vagando por uno de los bosques del Japón, más específicamente en la Provincia de Bizen.

Todo estaba tranquilo, hasta que escuchó un ruido entre los arbustos, estaba listo para matar al insecto que se atreviera a interponerse en su camino hasta que de entre los arbustos aparece un joven que parece tener unos 20 años, vestido con un Haori medio abierto que dejaba ver su esculpido pecho, señal del entrenamiento que realizó el joven, junto con una bufanda alrededor de su cuello.

—Hum? ¡Oh! Hola, amigo!— Dijo el joven con una gran sonrisa en su rostro. —¿Qué haces en un lugar como este? Por casualidad estas perdido?—  Habló mientras el Dios solo observaba al insignificante ser frente a él, preguntándose qué tendría ese gusano en su cabeza para no entender que estaba en presencia de un Dios.

—Ah, ¡seguramente esa debe ser la razón!, vamos, no hay de qué avergonzarse, todos ya se perdieron en el bosque una vez, vamos, te llevaré al puebl- — Cuando el chico de pelo largo se acercó para tocar al hombre frente a él, recibió un golpe en la mano, empujándolo debido al dolor.

—oh oh oh ¿por qué hiciste eso? ¿O, tal vez tienes miedo? Lo entiendo pero no te preocupes no te voy a lastimar solo te llevaré al pueblo para que puedas reunirte con tu familia....Tienes una familia, ¿verdad?—

Eso fue mucha humillación, quien ese gusano pensara que era hablar tan abiertamente con él y hasta decir que no tenía familia, eso era inaceptable, esa criatura inmunda no merece más que Muerte, matarlo era ciertamente la mejor solución, pero no podía, no era su territorio y eso podría causar guerras con otros panteones si solía hacer algo con los humanos aquí.

Por ahora la mejor solución era deshacerse de esto de forma.... pacífica.

—No necesito ayuda de un gusano como tú, sal de mi vista o haré que te arrepientas de haber nacido.—  El hombre de cabello rubio habló con una mirada oscura y fría.

—Vaya que miedo, que desperdicio de una cara tan bonita, vale, vale, te dejo en paz, te recomiendo que sigas el río, probablemente encontrarás el camino al pueblo— Dijo el hombre, sin estar demasiado conmovido por el rostro de su compañero, dicho esto el hombre simplemente empacó sus cosas y comenzó a irse.

—¡Espero que nos volvamos a encontrar amigo! ¡Buena suerte!— Dijo el joven, girándose, una vez más sólo para decir un último adiós.

El Dios vio como el joven pelinegro se alejaba en medio del gran bosque, perdiéndose cada vez más su silueta en la vasta vegetación. Por alguna extraña razón que no podía explicar, ese humano no le parecía tan insoportable como a los otros humanos.

—Argh... Maldito gusano....—

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¡Gracias por leer!
nos vemos en el proximo capitulo,
¡Adios!
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