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12. No son señales de ese tipo.

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Eleanor tanteo su mesa de noche, con los ojos cerrados, la puta luz que venía de las persianas que había olvidado cerrar la cegó en cuanto trató de abrir los ojos para callar el celular que estaba sonando, ¿Quién podría llamar a esa hora de la mañana? ¿Por qué? ¿Qué en la tierra era más importante que dormir? Eleanor aprovechaba que nunca tenía nada que hacer por las mañanas hasta el mediodía, eso le gustaba, por eso había escogido ese horario especialmente. Alcanzó el celular y se levantó, cerró las persianas maldiciendo y sin ver el nombre del contacto que llamaba, contestó el celular.

―No es un buen momento, me parece ―oyó decir a un hombre por el altavoz, se frotó los ojos tratando de parecer menos afectada, no sabía quién demonios era él, pero en ese momento tampoco sabía quién demonios era ella―. Buenos días, Eleanor Rigby, aquí Lennox con dos humeantes cappuccinos en la mano, que espero que te guste el cappuccino porque uno es para ti.

―No entiendo ―fue lo único que llegó a balbucear mientras se sentaba en el borde de la cama.

―Te desperté ¿No es cierto?

―¿No es obvio?

―Es algo digno de admirar que tu sarcasmo sea una parte natural de ti, Eleanor. ―Él se rio, Eleanor comenzaba a desperezarse poco a poco―. Lamento si perturbé el sueño que estabas teniendo conmigo, es solo que tienes cara de no-madrugadora y tienes tiempo antes del trabajo y sabía que me evitarías si te invitaba de nuevo, así que estoy a una cuadra de tu casa, listo para empezar la desensibilización.

―¿Cómo sabes dónde vivo? ―Eleanor preguntó, cayendo de espaldas en su cama de nuevo.

―¿No debería saberlo?

―No.

―No sé cuántos puntos se me han restado del marcador con esa aclaración, pero déjame reponerlos, solo dame una señal e iré a verte. ―Hubo una pausa en la que Eleanor se quedó callada y solo suspiró pensando en lo mucho que no quería dejar su habitación o su cama, pero él lo había prometido y a pesar de todo quería saber que tal iba a funcionar―. ¿Entonces, Eleanor, qué quieres hacer?

―Solo... ―ella sacudió su cabeza―. Ven, estaré abajo en unos minutos.

―Magnífico, voy en camino.

―No dejas de ser escalofriante con todo ese acoso ―le advirtió ella.

―Puntos restados que voy a reponer.

Eleanor rodó los ojos, colgó la llamada y lanzó el celular sobre su cama fuera de su camino. Trató de darse una ducha lo más rápido posible, como siempre, cogió lo primero que vio en su armario y no se peinó el cabello. Salió de su habitación no sin antes mirar hacia ambos lados para verificar que el pasillo estuviese libre de Annabel y pronto estuvo en la cocina. Eran apenas las ocho de la mañana, ese chico en serio tenía problemas si podía estar despierto antes de las nueve. De todas maneras, apreciaba tener algo que hacer, la hacía sentirse útil y si implicaba cantar, la haría sentirse mucho mejor.

En la sala se encontró con su abuelo, sentado en el sillón leyendo el periódico. Ella lo miró y se inclinó para darle un beso en la mejilla. Bubba sonrió.

―¿A dónde vas tan temprano? ―le preguntó levantado las cejas―. Te levantas temprano dos días seguidos, si no te conociera diría que tienes una vida y amigos normales. ―Bubba negó con la cabeza―. ¿Estás en drogas, hija? ―interrogó acercándose y bajando la voz.

―No, ¿lo estás tú? ―Eleanor se cruzó de brazos.

―Si lo dices por ese porro ¡Que yo no tenía idea! ―reclamó Bubba acusándola con un dedo.

Eleanor, cántame una canción [The Extras #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora