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La emoción era palpable mientras los chicos se dirigían a la reunión con el productor. El ambiente en el auto de Luis estaba lleno de nerviosismo y expectación, con Luis al volante y Maggie acompañándolos como apoyo moral.

– Espero que todo salga bien, tengo unos nervios boludo. – murmuró Amaya mirando por la ventanilla.

– Todo va a salir bien. Lo que hacen es increíble... No tienen que dudar nada. – dijo Maggie riendo.

– Eso, la vamos a romper. No es la primera vez que hacemos éste trámite che.

Todos rieron y le dieron la razón.

Llegaron al estudio de Javier, el productor musical, quien los recibió con una sonrisa y un apretón de manos firme.

– Bienvenidos, chicos. Estoy muy emocionado de volver a escuchar lo que tienen.

Después de una breve charla inicial, los llevó a una sala de ensayo equipada con todos los instrumentos necesarios.

– Bueno, sorpréndanme. – dijo Javier tomando asiento frente a una consola de sonido.

A su lado, estaba Maggie mirando expectante mientras mordía sus uñas.

Luis asintió a los demás y comenzaron a tocar. Eligieron algunos de sus mejores temas como "Blues de Cris" "Nena boba" y "Dulce 3 nocturno", aquellos que sabían que capturaban la esencia de Pescado Rabioso. Las melodías llenaron la sala.

Javier los escuchó atentamente, su expresión se volvía más seria y concentrada a medida que la música avanzaba. Cuando terminaron, hubo un momento de silencio.

– Impresionante loco...  dijo finalmente Javier, rompiendo el silencio. – Realmente tienen algo especial acá. Me gustaría ofrecerles un contrato para grabar un disco. Si.

Los miembros de la banda intercambiaron miradas de incredulidad y alegría.

– ¿En serio? – preguntó Luis, apenas creyendo lo que escuchaba.

– Sí, en serio. Veo mucho potencial en ustedes. Además se que sos un buen partido Luis. Te conozco de almendra, y me encantaría producirte algo. Vamos a firmar los papeles y empezar a trabajar cuanto antes.

Las horas siguientes fueron un torbellino de firmas y planes.

Salieron del estudio con una mezcla de alivio y euforia, sabiendo que habían dado un gran paso hacia su sueño.

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Esa noche, la banda decidió celebrar en un bar cercano.

Maggie, quien había sido una presencia constante y alentadora, se unió a ellos. Risas y brindis llenaron el aire mientras compartían historias y anécdotas.

– ¡Por ese futuro disco! – Exclamó David, levantando su vaso de whiskey.

– ¡Chin chin! – respondieron todos al unísono, incluyendo a Maggie, quien se sentía ya parte de esta nueva familia.

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Charlaron, escucharon música y rieron hasta tarde.

Y mientras la noche avanzaba y la euforia comenzaba a calmarse, llegó el momento de irse.

Luis acompañó a Maggie de regreso a su casa, ya que el andaba con el auto y no iba a dejar que se fuera caminando.

– Fue una noche increíble. – sonrió Maggie cuando Luis estacionó fuera de su edificio.

– Si... Últimamente todas las noches que pasamos juntos parecen increíbles. ¿No?

Ella se ruborizó ante su comentario y bajo la mirada a sus manos riendo.

Corazón de tiza | Luis Alberto Spinetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora