La tarde se deslizaba tranquilamente sobre las calles de Buenos Aires, y Luis se encontraba absorto en sus pensamientos mientras caminaba nuevamente hacia la librería de Maggie.Sus manos jugaban nerviosamente con el borde de su campera de jean, mientras la emoción y la incertidumbre se mezclaban en su mente.
Apagó un cigarro con su zapatilla, y entro en la librería.
El sintió un cosquilleo de anticipación en el estómago. Los estantes como siempre rebosaban de libros, cada uno conteniendo mundos enteros por descubrir. Pero esta vez, su atención no estaba completamente centrada en la literatura; había venido en busca de algo más.
Maggie estaba detrás del mostrador, ordenando algunos libros recién llegados. Al ver a Luis, le dedicó una sonrisa de sorpresa.
– Ey, hola...
– Hola. – sonrió él, con algo de timidez.
Intentó reprimir la timidez. Intentó mantenerse confiado, carraspeó un poco mejorando su compostura.
– ¿Que te trae por acá, estás en busca de algo nuevo? – pregunto ella, bajandose de una pequeña escalerita.
Él noto que ella traía un jardinero de jean, que la hacía ver muy tierna. Y que una parte de su cabello castaño estaba atado, adornando con ligeros mechones los costados de su rostro juvenil.
– ¿Cómo estás Maggie? Si... Tengo que confesar que tú librería me cautivó.
Ella rió.
La librería, y algo más... Pensó el.
– Bueno, me alegra oír eso. Tomate el tiempo que necesites y busca lo que quieras. Si necesitas algo, me avisas.
El asintió y desvío la mirada hacia los estantes.
Hubo un breve momento de silencio, mientras él exploraba los títulos con atención, seleccionando cuidadosamente algunos ejemplares para hojear.
Finalmente, rompió el silencio con una pregunta que había estado rondando en su mente desde su primer encuentro con Maggie.
– ¿Te puedo hacer una pregunta?
Ella volteo la mirada desde el mostrador, y asintió con la cabeza.
– ¿Cómo se te ocurrió abrir esta librería acá? – preguntó con genuina curiosidad.
Ella rió, complacida de que mostrara interés en su historia.
– Bueno, la idea de abrir la librería claramente surgió de mi amor por los libros y la necesidad de crear un espacio donde la gente pudiera conectarse con la literatura en medio del ajetreo y el bullicio de la ciudad– explicó encogiéndose de hombros.
– Es un buen punto. – rió Luis, y se acercó a ella con algunos libros en las manos, los apoyo en el mostrador y la miró fijo. – ¿Y dónde los conseguis? Porque... Comprar libros nuevos es entendible. Pero conseguirlos usados, y libros tan buenos... No debe ser fácil.
– Si, los consigo de diferentes maneras, varios fueron donaciones de amigos y familiares antes de irme. Y ahora de varias compras en ferias de libros usados y mercados de antigüedades. Es un proceso constante, pero vale la pena – agregó con sinceridad.
Luis quedó sorprendido por la revelación de ella, admirando su dedicación y determinación.
– ¿Antes de irte?
– Si, no soy de acá. Me mudé hace poco de Altamira un pueblito a 100 kilómetros de acá.
– No me digas. – alzó ambas cejas sorprendido.
Realmente sorprendido. Aquello no se lo esperaba para nada, y había llamado su atención.
– No conozco...
– No creo que conozcas. Es chiquito, y somos los mismos locos de siempre. – rió. – pero es lindo, es tranquilo... Es mi casa. – se encogió de hombros. – Sin duda deberías visitarlo algún día, se está muy tranquilo y sirve para desconectar.
– Bueno, me encantaría conocer Altamira algún día entonces. – sonrió. – Yo también volví hace poco. Bueno, yo soy de acá... Pero por un tiempo estuve de viaje. Bastante tiempo en realidad.
– ¿A dónde fuiste?
– Por todos lados. – rió él.
Y su risita fue lo más tierno que le pareció a Maggie. Tierno y hermoso, porque aunque no tuviera una sonrisa perfecta, eso era lo que le había gustado aún más de él.
Él le contó un poco sobre su viaje brevemente, y ella le hacía preguntas interesada en su relato.
– Que increíble que tengas una banda. Me gustaría escuchar algo algún día.
– Cuando gustes te traigo uno de mis discos. Esos serían de la banda anterior, porque la de ahora, Pescado rabioso, recién estamos arrancando... Es una movida muy diferente. Pero en el fondo... Es más de lo mismo. Lo que uno compone, aunque tenga una movida diferente, siempre termina siendo lo mismo. La escencia de uno. ¿No?
– Si, es cierto. – lo miró, sonriendo de lado pensativa.
– Bueno... No te saco más tiempo. Me llevo éstos por hoy.
Él pago tres libros que se llevaba para su colección, y después de una breve despedida se retiró de ahí. Ambos se habían quedado con una gran sonrisa en el rostro, y cada vez estaban más motivados a conocer al otro. Realmente conocer al otro, en alma y escencia.
• • •
Maggie se encontraba inquieta mientras caminaba por las calles de Buenos Aires, con el corazón latiendo con anticipación.
Desde que Luis le había mencionado su disco y su música, Maggie había estado ansiosa por descubrir como era que su banda sonaba.
Si bien él había mencionado que le mostraría su música, no lo había vuelto a ver y no sabía cuando volveria a aparecerse por la librería. Así que se anticipó dirigiéndose a una tienda de discos, y escuchar algún disco de Luis por cuenta propia.
Con determinación, se dirigió a la sección de rock nacional y buscó algún disco que diga en la portada "Almendra", el empleado la ayudó a encontrarlo.Y finalmente, cuando él se lo dió, su portada curiosa llamó su atención de inmediato: un hombrecito llevando un sombrero blanco y rosado con una gran lágrima bajo su ojo.
Maggie le agradeció al empleado por su ayuda. Tomó el disco y se dirigió a la sección de escucha. Colocó el vinilo en el tocadiscos y ajustó los auriculares.
Los primeros acordes de la primera canción llenaron la habitación, "Muchacha ojos de papel" y Maggie se quedó sin aliento al escuchar la voz de Luis resonando a través de los altavoces. Su voz era profunda y melódica, llevando consigo una mezcla de pasión y nostalgia que la dejó hipnotizada. A medida que la música fluía, Maggie se sumergió en el mundo sonoro de Almendra, dejándose llevar por la magia de las melodías y las letras poéticas.
Luego "Color humano", "Figuración" y "Ana no duerme" Cada canción parecía una historia en sí misma. Se maravilló de la habilidad de Luis para expresar sus sentimientos a través de la música.
No lo escuchó entero, porque sería mucho tiempo. Y tampoco lo compró. Pero al menos, había escuchado algunas canciones. Había escuchado la hermosa voz y el arte de Luis.
Mientras caminaba de vuelta al departamento, se sentía conmovida por lo que acababa de experimentar. Y una tonta sonrisa no se le borraba del rostro, al recordar aquel curioso joven de pelo largo y voz tan suave y melódica.
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Corazón de tiza | Luis Alberto Spinetta
De TodoMaggie Klein es una jovencita de un pueblo tranquilo llamado Altamira. Ella deja atrás su hogar para abrir una tienda de libros usados en Buenos Aires, lugar que casi por obra del destino, conoce a Luis Spinetta, un joven músico bohemio de 23 años q...