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A medida que la fecha del evento se acercaba, los ensayos se volvieron más intensos. Una tarde, Luis llegó a la librería con su guitarra y una sonrisa traviesa.

– Tengo una sorpresa. Compuse una nueva canción inspirada en los poemas que vas a leer.

Maggie se sorprendió y emocionó al mismo tiempo.

–¿De verdad? ¡Ay a ver, quiero escucharla!

Luis tocó la canción, sus notas llenando el espacio con una belleza melancólica. Maggie lo escuchó, su corazón latiendo al ritmo de la música.

Deja tu miedo atrás
Alguien te sonreirá, piensa
Abre tu mente al sol
Todo irá... todo irá mejor
Antes de despertar
De este, tu cuerpo actual
Verás, tu voz sabrá gritar
Todo irá... todo irá mejor

Sentía que cada día se acercaban más, no solo como amigos, sino también como algo más.

Al finalizar ella aplaudió frenética y sonriente.

– ¡Me encanta Luis! Es hermosa... Todo lo que compones es hermoso.

– ¿De verdad te gusta?

– Suena increíble. No espero oírla con todos los instrumentos... – se acercó un poco más a él y poso una mano sobre su hombro.

– Me alegro que te haya gustado... Creo que quedó muy bien. A los chicos también les gustó...

– Lo que dice es hermoso y reconfortante. – asintió con la cabeza y el sonrió arrugando su nariz en un acto que a ella le pareció de lo más tierno.

Empezaba a sentir cosas por el. Mentiría si lo negaba...

Pero aún, nada había pasado. Ninguna confesión, ningún beso... Nada más allá de miradas, y toques tiernos.

Y aquello le daba mucha más emoción a la situación.


• • •


Finalmente, el día del evento llegó. Por la noche, la librería estaba lista, con las luces brillando suavemente y algunas sillas dispuestas en filas ordenadas.

Maggie y Luis se tomaron un momento para contemplar su trabajo.

– No puedo creer que el día haya llegado.

– Hicimos un re trabajo. – coincidió Luis sonriente.

Se miraron y se abrazaron emocionados.

– Esta noche va a ser mágica. – dijo él, aún en sus brazos.

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La librería de Maggie se llenaba rápidamente de gente, todos con entradas pagas en mano, ansiosos por disfrutar de una velada única. La decoración con luces cálidas y arreglos de guirnaldas le daba al lugar un toque mágico, como si estuvieran entrando en un mundo aparte.

Luis, junto a su banda Pescado Rabioso, estaba en un rincón ajustando los últimos detalles de sus instrumentos. Maggie, por su parte, daba la bienvenida a los clientes, su rostro iluminado por una mezcla de nerviosismo y entusiasmo.

– Bienvenidos a todos. Estamos muy emocionados de tenerlos acá esta noche. Disfruten de la música, la poesía y, por supuesto, de los libros. –  dijo ella con una sonrisa radiante.

La noche comenzó con Luis tocando una melodía en su guitarra, creando una atmósfera íntima que capturó la atención de todos.
Sus notas resonaban en la librería y en la vereda que también estaba llena de gente.

Después de algunas canciones de la banda, Maggie tomó el micrófono para recitar poesía con una melodía más suave.

Sus palabras fluyeron con gracia, tocando el corazón de la audiencia.

Los poemas hablaban de la vida en el pueblo, de la naturaleza y del amor, temas que resonaban profundamente con todos los presentes.

Luis y Maggie se alternaron entre música y poesía, creando una sinergia perfecta que tanto habían ensayado.

En un momento dado, comenzaron a combinar ambos elementos, con Luis tocando de fondo mientras Maggie recitaba. La audiencia estaba hipnotizada, absorbida por la mezcla de palabras y melodías.

La participación del público fue una sorpresa agradable. Varias personas se animaron a elegir un libro de la librería y recitar sus poemas favoritos. Uno tras otro, se levantaban y compartían sus pasajes preferidos.

A medida que la noche avanzaba, los libros también comenzaron a venderse rápidamente.

La gente no solo venía a disfrutar del evento, sino también a llevarse un pedazo de esa magia a casa. Luis y su banda, Pescado Rabioso, tocaron temas increíbles que encendieron a la audiencia, atrayendo incluso a algunos fans que los habían seguido desde sus días con Almendra.

En medio del público, un hombre de aspecto profesional observaba con atención. Al final de una de las canciones, se acercó a Luis con una propuesta.

– ¿Hola, cómo andan chicos? Mi nombre es Javier, soy productor musical. Me encanto lo que tocaron... y me gustaría discutir una posible colaboración.

Luis, sorprendido y emocionado, asintió.

– Bueno, muchas gracias... – dijo éste sonriente. – supongo que lo tendríamos que hablar. – volteó a ver a los chicos y todos sintieron. – Pero nos encantaría asistir a una reunión.

– ¿Que les parece si vienen al estudio la semana que viene? – saco una tarjetita de su traje y se la tendió a Luis.

Éste la miró sorprendido y luego volvió a verlo sonriente.

– Perfecto. Ahí estaremos... Te llamo para coordinar el día y la fecha entonces.

– Es un acuerdo. – sonrió él hombre.
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Cuando el evento llegó a su fin, los chicos se quedaron para ayudar a Maggie a acomodar todo nuevamente en su lugar.

Trabajaron juntos entre charlas y risas, con una sensación de satisfacción que llenaba el aire. Apilaron sillas, reorganizaron libros y barrieron el suelo, había sido una noche increíble.

El amanecer comenzaba a teñir el cielo cuando finalmente terminaron.

Luis sacó unas cervezas que sobraron  de una heladerita portátil y las repartió entre todos. Se sentaron en la vereda una vez la librería estuvo cerrada.  Exhaustos pero felices, con cigarrillos encendidos y sonrisas en sus rostros.

– ¿Brindamos por la noche increíble que acabamos de tener? – pregunto Luis alzando su cerveza en el aire.

– Por la noche, porque salió todo increíble ... ¡Y por esa nueva propuesta para la banda! – añadió Maggie riendo.

– ¡Salud! Por muchos más eventos como este, y por la amistad. –  dijo David.

Todos se unieron al brindis chocando sus cervezas, sus ojos brillando con la emoción del éxito y las nuevas oportunidades que se avecinaban.

Se quedaron ahí, disfrutando de los primeros rayos del sol y el lindo grupo de amistad que se había formado con Maggie.

Julia, la madre de Luis, tenía razón: Maggie era especial, y Luis lo sabía en aquel más que nunca, mientras miraba a Maggie riendo y charlando con sus amigos, se dió cuenta de cuánto significaba para él.

Corazón de tiza | Luis Alberto Spinetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora