Detrás de escena

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Amo mi trabajo, amo mi trabajo.

Esa frase se repetía en mi cabeza mientras me preparaba para entrar al escenario. Estiré los músculos de mi espalda para hacer desaparecer la tensión en ellos, aunque fue inútil. Me había empezado a doler la cabeza, pero como siempre, tuve que ignorarlo.

Cuando me dieron mi señal, mi cuerpo comenzó a realizar los mismos movimientos que había estado haciendo durante la última semana. Me concentré en el compás de la música para llevar mis tiempos. Mi compañera que interpretaba el papel protagónico continuaba cantando. Luego de unos segundos fue mi turno de alzar la voz y cantar mis partes.

La función llegó a su fin y recibimos una ovación por nuestro excelente trabajo. Ya llevaba varios minutos con un dolor insoportable en mi tobillo debido a una ligera torcedura durante los ensayos. Cuando el telón nos cubrió por completo, todos suspiraron. Estábamos cansados y por fin podíamos demostrarlo.

- Buen trabajo, chicos - habló nuestro director. - Vayan a sus camerinos y descansen, mañana será una nueva función.

Busqué con la mirada a Perrie entre la multitud. Cuando hicimos contacto visual, ella sonrió y asintió con su cabeza. Esa era mi señal.

Caminé tranquilamente hacia mi camerino, sabiendo que al llegar, la rubia estaría esperándome. Me sorprendí al descubrir el atrevimiento de su parte al estar en ropa interior recostada sobre el sofá. Cerré la puerta rapidamente, esperando que nadie la hubiese visto de esa forma.

- ¿Qué haces? - pregunté entre risas nerviosas. Ella se puso de pie y se acercó a mí lentamente. Me dediqué a observar su cuerpo semi desnudo. - Alguien más pudo haberte visto - murmuré abrazando su cintura.

- Pero nadie lo hizo, solo tú - susurró sobre mis labios. La besé con desesperación, recibiendo la misma intensidad de su parte. Solo bastaron unos segundos para que ella empezara a quitarme el vestido que llevaba puesto.

- Tócame - susurró cuando nos recostamos sobre el sofá. Lo único que se oía eran nuestras respiraciones agitadas y sus gemidos. Cuando me acerqué a su cuello recibí una advertencia. - No te atrevas a dejarme una marca.

- Shh, disfruta - murmuré antes de morder el lóbulo de su oreja. Mi mano seguía moviendose en su entrepierna y cada vez tenía más dificultades para respirar, aunque a pesar de eso, continuó hablando.

- Lo digo enserio, Jade - agregó entre jadeos. Su tono serio solamente me excitaba más, pero aún así obedecí. Juro que lo hice.

Cuando acabó examiné su rostro con detenimiento. Observé su ceño fruncido, sus ojos cerrados con fuerza, sus labios entreabiertos e hinchados. El color rojizo de sus labios los hacía ver tan apetecibles. Me acerqué más para darles un pequeño mordisco.

- Mierda - susurró aferrándose a mi cuerpo. Me recosté sobre ella, acurrucándome en su pecho, oyendo las pulsaciones de su corazón. - Mierda - repitió provocandome una risa.

- Quédate esta vez - murmuré abrazando su cintura con fuerza. Fue su turno de reír.

- No puedo y lo sabes - dijo acariciando mi cabello. Entonces ese sentimiento volvió, la tristeza se instaló en mi pecho y me odié por eso. No merecía sentirme así, pero de alguna manera siempre terminaba en la misma situación. - Debo ir a mi camerino.

- Claro - susurré levantándome, ignorando el vacío que sentí al no estar a su lado. Comencé a vestirme evitando mirar en su dirección. - Debes atender a Hunter, supongo.

Esa última frase estaba cargada de rencor y tenía todo el derecho de expresarme de aquella forma.

- Jade - esa fue otra advertencia. Respiré hondo, porque era la única manera de abstenerme de decir algo estúpido. - Mierda, Jade.

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⏰ Última actualización: Jun 20 ⏰

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Jerrie Thirlwards//One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora