El principio del fin

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El amanecer de la ciudad estaba tan deslumbrante como nunca, el viento movía las hojas de los numerosos árboles que había en las banquetas. La vida allá afuera parecía ajetreada como siempre. Desde el enorme ventanal de un sexto piso se podía apreciar la hermosa vista que dejaba la capital del país.

–Diego ¿En qué estás pensando?– escuchó una voz que le interrumpió sus pensamientos.

Era el beta con quien pasó la desenfrenada noche anterior. Los dos se hallaban desnudos y cubiertos por solo una sábana. Sin embargo, al de cabello azabache le llamó la atención que su amante no dejase de mirar por la ventana desde que se despertó.

–Kevin... extraño a Edson– soltó en un gran suspiro todavía sin voltearlo a ver.

–Ah claro, tu novio– dijo en voz baja poniendo una expresión de incomodidad por el tema.

–Sí... aunque ya no lo parezca– dijo ocultando su profundo dolor. Pero el joven con tatuajes se quedó callado sin saber que decir.

–Este fin de semana es nuestro aniversario– dijo Diego por fin dignándose a voltear a ver a su amante tras su silencio.

–¿Qué no me contaste que se hicieron novios antes de tu cumpleaños?– preguntó un poco confundido por la historia que le había contado con anterioridad.

–Sí, salíamos y me lo pidió, pero fue tiempo después cuando fue a ver a mis papás para pedirles permiso para ser mi novio– explicó mientras recordaba aquel día como si hubiera pasado ayer.

–Mira Diego, no quiero ser yo la persona que te diga qué hacer con tus asuntos personales, pero... creo que deberías ponerle fin a esa relación y seguir con tu vida– dijo Kevin con un poco de miedo ante la posible respuesta a su sugerencia.

–...– el omega solo se quedó pensativo por unos instantes.

–Diego... ¿Por qué no estás marcado? Digo perdón por la pregunta, pero tantos años juntos y que no estén enlazados me parece un poco raro– preguntó con timidez por hacer preguntas cada vez más privadas a alguien que no tiene mucho de conocer.

–Porque le hice prometer a Edson que no lo hiciera hasta que nos fuéramos a casar– dijo el chico con firmeza.

–¿Estás seguro que él quiere casarse contigo?– preguntó el beta arqueando una ceja.

–Por supuesto... él me lo dijo– le respondió empezando a dudar un poco.

–¿Cuando?– inquirió el otro con curiosidad.

–Hace varios años, cuando se presentó a mi familia y les pidió ser mi novio oficialmente– dijo intentando recordar el momento exacto en el que lo hablaron.

–No lo sé Diego, no puedes esperar que el siga enamorado de ti como al principio– dijo Kevin todavía sin creer que eso pudiera ocurrir en un futuro.

–Pero...– le interrumpió tratando de defender la promesa que le habían hecho, pero para este punto ya no había manera de comprobar que eso fuese verdad.

–Ni tu tampoco te tienes que sentir mal por ya no amarlo como antes– le dijo para que dejara de sentir esa culpa interna que no lo dejaba admitir que ya no lo amaba como antes.

Sin embargo, el omega por lo que realmente se sintió culpable fue por el hecho de haber traicionado a la persona que él supuestamente quería desde ya hace varios años y que le juro amarte hasta el fin de sus días. Sabía que era doloroso admitirlo, pero lo era aún más el saber que tenía que hacerlo pronto antes de que fuera demasiado tarde.

Pero a pesar de todo, él seguía ahí en ese momento extrañándolo como cada día, no importaba si estaba a pocos kilómetros de él o al otro lado del mundo, él seguía pensando en él, día y noche. Aunque le entregase su cuerpo a uno o mil hombres, él lo seguiría llevando consigo sin importar el tiempo o la distancia, porque era el único que le daba sentido a su existencia, al grado de no saber qué haría sin él cuando ese inevitable día que le pusiera fin a su relación llegase a su vida.

No eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora