Eres mío

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Durante el camino de regreso al departamento, todo fue muy callado. El omega asumió que tal vez el cumpleañero simplemente estaba muy cansado por todo el viaje y las salidas. Al llegar a la habitación, hubo un ambiente de incomodidad en el que se ponía raro por la seriedad del alfa. Las feromonas no mentían, eran muy fuertes, pero se desconocía que clase de emociones que contenían.

–Diego– lo llama el más alto una vez dejo sus cosas en la mesa de noche.

–¿Sí?– responde al escuchar su nombre.

–¿Quién era ese chico?– preguntó el alfa con la mandíbula tensa y con los puños cerrados conteniendo su enojo.

–¿De qué hablas?– preguntó sin saber de lo que le estaba hablando.

–Con el que te vi abrazándote en el antro– dijo directamente mirándole con rabia.

–...– el omega solo se quedó de piedra ante la respuesta.

–¡Contéstame!– gritó ante el silencio del contrario.

–No sé de qué me hablas, tal vez solo era un ex compañero de equipo– dijo intentando seguir fingiendo que no sabía a quién se refería.

–Deja de mentir, a ese de cabello negro nunca lo había visto, ni cuando jugábamos aquí– le dijo levantando más la voz al no conseguir la verdad.

–Bueno me confundí, creo que estaba en mi escuela, me he reencontrado con varios aquí– intentó convencerlo cada vez más nervioso por no ser muy específico ya que no sabía cómo iba a reaccionar el otro.

–Tú enserio crees que soy pendejo– le acusó confrontándolo cada vez más furioso por las respuestas que recibía.

–Edson... yo– lo llamo mientras lo miraba con angustia.

Hasta que sintió que había algo que no estaba bien, por lo que detuvo sus palabras. Era un aroma que ya tenía mucho que no presenciaba, uno que para su fortuna no tenía que preocuparse por el hasta el día de hoy.

–¡Cállate!– gritó con la voz de mando. Ante esto el omega no tuvo más remedio que quedarse callado y petrificado por el miedo.

–Espera ¿Qué haces? ¡No!– exclamó Diego al ver como Edson parecía caer en la locura por cierto olor tan profundo y pesado que se sentía en el aire.

El aroma del Alfa se volvió penetrante, su voz se volvió demandante, y sus colmillos aparecieron. Edson había entrado en celo, y justo en ese momento recordó que había olvidado que ya habían pasado seis meses de su último celo y el ciclo ya había empezado. Acto seguido, el más alto lo tomó del cuello para forcejear con él en la cama que tenían al lado.

–¡Déjame! Por favor– suplicó el más bajo al ser azotado boca abajo en contra de su voluntad. Estaba tan mareado por la intensa atmósfera que no sintió cuando le estaban quitando parte de su ropa.

–¿Por qué me haces esto?– le dijo llorando al sentir un escalofrío por la falta de prendas, junto con la desesperación de quedar inmovilizado por las grandes manos ajenas por sobre sus manos y cabeza.

–Porque eres mío– exclamó con voz autoritaria antes de jalar bruscamente su ropa interior y tratar de entrar en él sin preparación alguna. Eran tan fuerte los instintos que intentaban dominarlo que no había lugar para que actuara de manera consciente.

El omega lo único que pudo hacer en ese momento fue suplicarle que se detuviera y lo dejara ir, pero sabía que era casi imposible porque él celo ya había dominado su razón. Sin embargo, en medio de las tantas súplicas hubo una pequeña fracción de segundo en la que el otro entro en razón momentáneamente y lo soltó.

No eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora