Nos volveremos a ver

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Las despedidas nunca eran gratificantes, menos cuando se trataba de alguien a quien se quería mucho. Pero para Diego era difícil admitir que todavía sentía algo por alguien que ya no era parte de su presente. Se tenía que convencer que lo mejor que puedes hacer con alguien que amas es dejarle ir. Al mismo tiempo que el omega se sentía culpable por lo que había hecho, trataba de convencerse que esto fue como una despedida de Edson para siempre.

–Bueno será mejor que te deje aquí, yo todavía tengo que tomar una escala más a Europa– dijo el alfa deteniéndose justo antes de entrar en la zona de abordaje.

Ambos jóvenes habían regresado de Estados Unidos con el resto de la selección en el mismo avión rumbo a la Ciudad de México. Ninguno de los dos perdió el tiempo en seguir poniéndose al día durante todo el vuelo. Para su suerte, el único que sabía del complicado pasado entre ambos era Córdova, pero a este le tocó estar hasta la última sección del avión.

Cuando por fin llegaron a su destino, fue que tuvieron que ahora sí separarse definitivamente ya que cada uno tenía que tomar caminos distintos para poder regresar a casa.

–Oh cierto...– dijo el más bajo con decepción al notar que ahora sí ya era hora de despedirse.

–No pongas esa cara chaparro, quién sabe a lo mejor nos topamos en otra fecha fifa– le dijo sonriendo al notar su pequeña expresión de tristeza.

–Sí, nunca pensé que volvería a decir que te voy a extrañar– le dijo con suma nostalgia al recordar cuando todavía eran algo.

–Ni yo, créeme– dijo riendo ante la ironía de la situación.

Diego no pudo evitar mirar embobado su sonrisa, sintió una punzada en su corazón, como si todavía fuera un adolescente. No lo entendía, pero a pesar de todo, el omega no dudó ni un segundo en darle un último beso de despedida. El otro se sorprendió de sobremanera, pero se lo correspondió igualmente. Duraron unos cuantos segundos besándose, tratando de alargar lo más que sus pulmones se los permitieron.

–Cuídate mucho flaco–le dijo una vez que se separó de sus labios aún unidos por un delgado hilo de saliva.

Sus mejillas se sonrojaron mientras lo miraba tan profundamente a los ojos. Sentía que cuando lo miraba era como admirar una deslumbrante pero distante estrella, una que parecía estar a miles de años luz y que seguía siendo inalcanzable.

–Igualmente chaparrito– le respondió con una enternecedora sonrisa, conmovido no solo por sus palabras sino también por sus acciones y haberle aceptado sus disculpas.

Tardaron unos momentos más en separarse, pero ya era hora de hacerlo. Una vez que el omega tocó por última vez la mano del alfa y dejó de sentir las yemas de sus dedos sobre las suyas, sintió una frialdad inquebrantable. Tantas emociones en tan poco tiempo lo dejaron más que confundido. Lo único que sabía con seguridad era que no debía caer en los mismos errores de siempre porque mientras Diego seguía sin hacer conciencia de sus actos inconscientes, su subconsciente lo iba a seguir dominando el resto de su vida, y él seguiría creyendo que era el destino.

Sin embargo, al mismo tiempo que este emotivo evento se llevaba a cabo, cierto beta estaba en el mismo aeropuerto a tan solo unos metros de distancia esperando a que vinieran por él.

–¡Sebas! No tienes idea de cuanto te extrañaba– exclamó un eufórico chico antes de abrazar al de cabello largo sin pensar que estaban en público. Era nada más y nada menos que su pareja Marcelo Flores.

–Yo también, bebé– le dijo mientras le correspondía el abrazo y le daba un pico a modo de saludo.

Tras unos minutos de plática para ponerse al día rápidamente antes de irse, algo impensable captó la atención del omega. Pudo visualizar a lo lejos a su mejor amigo, sin embargo, lo que en realidad lo dejó congelado fue no solo con quien estaba, sino que estaba haciendo.

No eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora