La vie en rose

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La vida podía ser rosa como se decía, y para cierto joven omega de veintitrés años el dicho se estaba volviendo realidad. Había pasado los últimos días de sus vacaciones de primavera en un par de ciudades de Europa, incluyendo en varias urbes de España y Francia. Esta semana no fue como cualquier otra. Habían pasado meses desde que Diego Lainez por fin pudo hacer un nuevo comienzo en su vida después de tanto tiempo lamentándose por el pasado.

Esta vez estaba celebrando su primer aniversario de noviazgo con el alfa francés André–Pierre Gignac. Para ninguna sorpresa de nadie, los dos tenían una relación que cualquiera envidiaría. El mayor siempre lo trataba con una caballerosidad impecable mientras que por el otro lado, el joven le demostraba un cariño que conmovería a cualquiera de sobremanera.

Por supuesto que la familia Lainez era la principal parte que estaba contenta cuando se enteraron quien era el alfa que estaba cortejando al omega. Seguido de por supuesto su mejor amigo, quien todavía recuerda con la felicidad con la que lo abrazo, como si le hubiera dado una de las mejores noticias. La única excepción fue el hermano del omega, y fue a causa de la obvia diferencia de años entre ellos. Al parecer, Mauro fue el único que le importó ese detalle dado que no visualizaba a su hermanito andar con alguien que le superara no solo en edad, sino también en experiencia y posiblemente lo terminaran dejando por eso. Pero tras recordar que la persona que más le hizo daño fue alguien casi de su misma edad, entonces no le quedó más remedio que confiar en que lo dejaba en manos de alguien mayor y responsable. Sin embargo, nada de eso impidió que disfrutase de esta nueva oportunidad de enamorarse de alguien más.

–Diego– le llamaron ya que estaba volteando hacia otro lado.

–¿Si?– le respondió mirándole a los ojos.

–¿Te gusto la cena? ¿No quieres más vino?– le preguntó un poco preocupado ya que parecía que lo había dejado hablando solo para ponerle atención a otra cosa.

–Eh, no gracias, estoy lleno. Por cierto, me encanto la cena amor– dijo Lainez dejando sus cubiertos de lado y agradeciéndole por haberlo llevado a un muy buen restaurante.

–Sabía que te gustaría mon chéri – le dijo de manera cariñosa antes de beber lo último que le quedaba en su copa.

–No quiero regresar a Monterrey, quisiera quedarme aquí un poco más– dijo el joven haciendo un puchero ya que él solo quería seguir disfrutando de sus inolvidables vacaciones en la ciudad parisina junto con su novio.

–Yo también quisiera quedarme aquí contigo, pero ese campeonato no se va a ganar solo, te vamos a necesitar factorcito– le dijo Gignac recordándole que no podían vivir de una luna de miel eterna y en algún momento tenían que regresar a la realidad.

–Claro, dile eso al entrenador– soltó riéndose ante el comentario de su pareja.

–Mejor vamos al cuarto a descansar, hay que aprovechar que la de nosotros tiene jacuzzi– le propuso notando que ya tenía la mirada un poco cansada.

–Ah genial, justo lo que necesito para relajarme antes de volver– dijo levantándose de la mesa mientras dejaba la propia y se disponía a irse a su habitación junto con su amado.

Al llegar al dormitorio, decidieron darse una ducha antes de entrar a la enorme tina llena de burbujas y agua caliente. El cuarto entero estaba decorado con todos los regalos que el francés le había regalado al omega por su primer aniversario. El olor a todas sus flores favoritas predominaba por sobre las feromonas de ambos. Todo había sido cuidado hasta el último detalle para poder celebrar el tan anhelado primer aniversario de ambos. Verdaderamente, había innumerables momentos románticos que vivieron juntos en los últimos meses. Ciertamente para Diego era como vivir un sueño, uno en donde no querría despertar nunca.

No eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora