☆SIETE☆

169 23 22
                                    

Al fin el gran castillo del Oeste asomaba en el horizonte, tal como su ostentoso dueño, éste se veía elegante e intimidante ante los que se acercaban.
Prácticamente majestuoso.
Para los cansados pies de los humanos fue un gran alivio, ya que no tenían la misma resistencia que el yokai.
Encontrarse con muchas miradas curiosas también fue algo incómodo para la azabache, quien hacia su entrada triunfal en los brazos de Sesshomaru, luego de caerse y doblarse un tobillo.
El peliplata apenas anunció su regreso e indicó que los humanos eran sus invitados.

Al llegar a la enorme sala de entrada, una yokai con rasgos muy hermosos apareció Inclinándose con respeto.

  - Mi Lord, bienvenido-

Kagome levantó su ceja, algo extrañada y quizás celosa de la atención que demandaba Sesshomaru.

  - Hazte cargo de este humano. De todo lo que necesite y preparale una habitación- fueron las justas palabras de su amo.

Miroku parecía deslumbrado. Tori, quien fue presentada como sirvienta de confianza,había captado la atención del monje que para ese momento casi babeaba el suelo.

  - ¿La señorita necesita algo?- preguntó Tori.

  - De ser así, me encargo yo mismo-

Pocos segundos después, Sesshomaru partió con ella aún en sus brazos rumbo a unos interminables pasillos, la miko pensaba que ocurriría una vez a solas y su propio cuerpo la traicionaba..

  - No se en que piensas, pero te recuerdo que mi brazo...- sugirió el demonio ,dándole a entender su falta de ropa interior, quedando en evidencia su exitación.

Kagome solo se sonrojó. Su humedad la delató.

  - Miko traviesa- sonrió satisfecho
 

  - Aquí dormirás- le mostró la habitación y la dejó con delicadeza en el suelo.

Kagome parecía extrañada, todo indicaba que ella estaría sola en esa enorme habitación y eso afligió su semblante.

  - ¿Que sucede Miko, estas descomforme con algo?- la voz grave de su acompañante la sacó de sus pensamientos.

  - No, no..es solo qué...- no tenía el coraje de confesar su pena

  - Debo ponerme al día con los asuntos del castillo, en cuanto termine vendré a verte-

Y con la misma actitud que había entrado, se marchó y la dejó sola.
La azabache estaba confundida, creyó durante todo su viaje que Sesshomaru la tomaría apenas llegarían a destino pero su corazón se acongojó el quizás suponer que el no tenía ningún interés en hacerla su mujer.
También las dudas fueron dejando un poco de ansiedad, el recordar todo lo que había pasado entre ellos desde se unieron en su camino, y que también seguramente para un yokai como él, le sería difícil el aceptar que tenía una especie de vínculo íntimo con una humana como ella.
Apenas se desvistió sin ganas y se lanzó en la mullida cama con hermosos doseles que la decoraban. Se notaba la riqueza de su dueño, dada las finas y elegantes telas y cobertores en esa época tan primitiva.

Sin querer pensar demasiado cerró sus ojos y se durmió en instantes.
El amanecer seguramente tardó menos de lo que quería ya que apenas el sol asomaba, Tori la trataba de despertarla con sutileza.

  - Señorita, es hora de su baño-

  - ¿Qué?¿ A estas horas?- protestó la azabache.

  - Son ordenes del amo, señorita, por favor déjeme ayudarla- decía la yokai con mucha cortesía.

A duras penas la mujer se levantó y se dirigió al baño casi dormida, aunque antes de abandonar su tibia cama se percató de una mancha rojiza la cual la avergonzó.

FrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora