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Jenn

—Aquí hay otros más —le indiqué a Jason, tendiéndole el montón de hojas que había recuperado de diversas paredes.

La brisa nocturna hacía que mechones cobrizos se alzaran frente a mí a todas direcciones. Me ovillé, sosteniendo la chaqueta cerrada por el pecho en un intento de calmar el frio. No sabía hace cuánto estábamos recuperando los volantes, pero ya quería irme a casa.

Odiaba que Jason me convenciera sin mucho esfuerzo de ayudarle en sus mierdas.

Mi hermano tomó varias hojas y las rompió en pedazos pequeños en los que era difícil ya saber de qué se trataba el contenido. Todos los restos los arrojó al interior de la bolsa que sostenía con la otra mano y también arrojó un par de trapos y unos tenis.

—¿Quieres saber? —pronunció en la oscuridad de la noche. La cuidad estaba dormida, todos en el campus lo estaban, éramos los únicos que estábamos alerta. Siempre alerta. Como decía papá.

Lo miré, su cabello también revoloteaba por el aire, fruncía el rostro al ejercer fuerza para cerrar el nudo de la bolsa. Nos conocíamos al derecho y al revés, sabíamos lo que hacíamos, aunque no siempre el motivo. Era lo que me ofrecía su pregunta, saber ese pequeño detalle, la razón de su actuar, de la forma de deshacerse del problema.

—Si te soy honesta, no. Mientras esté todo resuelto puedo quedarme tranquila.

Él asintió, mojó sus labios y se echó la bolsa negra por encima del hombro, para cargarla con más facilidad.

—Se acerca la fecha —dijo en un tono más cantarín—, seguro que ya pensaste lo mismo que yo para celebrar nuestro cumpleaños.

Para aquello aún faltaban dos semanas, pero a los Collins siempre nos gustaba tener todo planificado. Controlar hasta el más mínimo detalle.

—¿Una fiesta en la cabaña?

—Me gusta. —Asintió.

—Hablamos de eso cuando saques la basura.

—Como diga. —Hizo un saludo militar y se dirigió a la zona donde estaban los contenedores.

Obsesiones pelirrojas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora