IX - Yo huiré

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Las cosas que no quería que sucedieran

Las cosas fuera de mi control

Bien, deshagámonos de ellas en uno, dos

Sí, uno, dos, sí, uno, dos

¿Ahora qué hago? Peleo con ese yakuza, ese hombre con el que comparto sangre, ese hombre que me secuestró y se obsesionó con su venganza.

Trato de liberarme de su agarre, él sobre mí, sometida bajo él y sin tener muchas posibilidades de atacarlo ahora, a pesar de todo eso, intento atacarlo, pero su peso y fuerza empiezan a agotarme. Esta situación me estaba consumiendo, el odio me consume, nubla mi mente y esto podría llevarme a un punto en donde ya nada puede volver a ser igual.

Espero que las "mejores decisiones" que tomé fueran las correctas

De nuevo intento atacarlo y escucho algo reventar contra la espalda del yakuza, él voltea hacia mi madre, ella golpeó un pedazo de madera contra su espalda en un intento de salvarme. Él suelta un quejido, toma la muñeca de mi madre y la aleja de un empujón, me vuelve a mirar con frialdad y sujeta fuertemente mis muñecas con una mano arriba de mi cabeza, con la otra mano saca una pistola de su chaleco de traje.

—Me estás molestando, princesa— dice con un tono enfurecido. — ¿De verdad quieres seguir enfadándome, eh?— habla con una voz burlona mientras va acercando la pistola a mi rostro.

Trato de moverme y soltarme, siento el cañón del arma acariciar mi rostro mientras me mira fijamente.

—¡Por favor, Levi!

El yakuza suelta mis muñecas cuando oye a mi madre y se levanta de mí, voltea hacia mi madre y baja un poco el arma.

—¿Qué pasa, Sakura?— responde en un tono serio, camina hacia mi madre y se inclina un poco hacia ella.

Mi madre lo mira con impaciencia e intentando mantener la calma.

—Por favor, deja ir a mi hija... Déjala— suplica entre lágrimas y sin poder mantener la calma que aparentaba.

Noto su tensión y la desesperación de mi madre al decirlo... Definitivamente las madres sufren por sus hijos, ellas pueden sentir el doble del dolor cuando sus hijos sufren y ellas harían lo imposible por ellos. La madre que no haga eso y haga a un lado a sus hijos, no sé qué hace ahí, no tiene corazón ni vida.

—¿Dejar ir a la princesa?— responde el yakuza, con una sonrisa de burla al mirar a mi madre.

Los miro desde el suelo, sintiendo cólera por cómo me llama ese hombre. Él toma la cintura de mi madre y la acerca a su pecho de un tirón.

—Ella...— dice con seriedad, inclinando su cabeza para hablarle en el odio de ella, desliza el arma por su cintura mientras le sigue hablando al oído. —...Será mi hija, te guste o no, Sakura.

Me estremezco con lo que dice y me levanto del suelo con cuidado de no hacer mucho ruido.

Mi madre respira entrecortadamente cuando escucha esas palabras, mira fijamente al hombre y lo sigue escuchando.

—Quiero decir, ¿quieres lo mejor para tu hija, no? Entonces... ¿No quieres que esté conmigo?— vuelve a hablar, acercando más a mi madre a su cuerpo, hablando en un tono tranquilo y cerca de su oreja.

—¡Sí, quiero lo mejor para ella! Pero...— responde ella a punto de romperse en llanto, sosteniéndose de él y comenzando a respirar nerviosamente.

—Entonces... ¿Qué otra cosa es mejor que estar conmigo?— dice suavemente el pelinegro y sin separarse aún de ella.

Pero mi madre hace un movimiento con su cabeza, como gesto de negación a sus palabras.

AMYGDALA [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora