𝐃𝐄𝐌𝐎𝐋𝐈𝐓𝐈𝐎𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑𝐒 / 𝙶𝚞𝚜𝚝𝚊𝚟𝚘 𝙲𝚎𝚛𝚊𝚝𝚒

Introducción.

Omnisciente

Buscando cazar. Gustavo Cerati, también se encontraba huyendo. ¿Huyendo de qué? Huyendo de su irrevocable destino. La muerte y unas rejas de metal. Mejor conocida como la prisión.
¿Por qué? La respuesta del porqué iría a prisión se basa en un pecado. Quitarle la vida a otro ser humano. Le arrebato hasta el último aliento a varios jóvenes, él presentía que nada le iría a pasar. ¿Y por qué lo hacía? Al principio lo hizo para ver qué se sentía. Si sentía algún tipo de "excitación", o alguna emoción diferente que le generará esa dopamina que tanto añoraba. Otra parte de su ser también lo hacía por "venganza" de quiénes le hicieron daño y lo excluyeron. Pero cuando ya no encontró a más personas que lo hayan hecho sentir "miserable y pequeño" lo continúo haciendo, pero ahora como una especie de deporte.

Pero vaya que estaba muy equivocado, su sentencia le costaría lo único que le era importante y que tomó la severa, importancia que nunca mereció en realidad, pero que aún así lo dió todo por estar. Simplemente estar.

Sus primeras víctimas fueron personas que tuvieron la muy mala suerte de encontrarse con él y cruzar palabra. Unas 20 a 25 personas, ya se encontraban sin vida gracias a él. Alrededor de muchos lugares, Gustavo ya no era el mismo. Lo carcomió la avaricia y el morbo de matar.

Ahora mismo, se encontraba en busca de su siguiente víctima. En un bar. ¡Un gran lugar para encontrar a una persona ebria y así poder matarlo! ¿No?.
Caminando entre la gente, observando a alguien estar lo suficientemente distraído para después degollarlo. Y así poder cazar a otra persona. Divisó a una mujer bella algo lejos de la multitud. Ya lo tenía. ¡Ella seguía! ¡Ella sería la siguiente!. Dirigiéndose hacía ella, y con un diálogo previamente preparado para poder seducirla y así cuando menos se lo esperé dejarla morir.

- Disculpa que te interrumpa... - El hombre tocó el hombro de la chica y ésta se dio la vuelta para darle un poco de atención.

«Demasiado hermosa para matarla ahora» pensó para sus adentros. Inmediatamente cambio de plan.

- Quería saber si aceptarías que te invitara a un trago. - Gustavo le sonrió a la chica, su pelo oscuro, tal como la noche, y como las intenciones del muchacho. Sus ojos verdes, como una serpiente, algunos tatuajes en su cuerpo. Un vestido negro, como si fuese a un funeral. Irónicamente, por poco, Gustavo manda a la chica a su funeral.

- ¿Me invitarías un trago? - La chica le preguntó, Gustavo asintió aún sonriendo. ¿Quién lo diría?, que detrás de una sonrisa tan encantadora se encontraba un monstruo.

- ¿No te han invitado uno? - Preguntó de vuelta Gustavo.

- En realidad nunca. - Admitió la chica.

- Que lamentable. - Negó con la cabeza en signo de desaprobación. - ¿Entonces sí aceptas? - Preguntó él, después de unos segundos de silencio. Ella dudo un poco pero terminó asintiendo.

Él le tendió la mano, como si quisiera agarrar la cosa más delicada del mundo entero. Y ella la tomo con muchísima confianza.

- No me has dicho tu nombre. - Le dijo el hombre a su lado.

- Tú tampoco. - Contraataco. Él sonrió y asintió.

- Es cierto... - Ahora había un dilema. ¿Debía decirle su nombre real? Porque ¿Que pasaría si ella lo reconociera? ¿Seguiría pensando del mismo modo? - Soy Gustavo. - Dijo, por fin.

- Me llamó Alya. - Ambos se sonrieron. Que lindo es el significado de su nombre ¿no?.

Llegaron a la barra y Gustavo pidió algo, por fortuna no lo reconocieron a él.