Capítulo 06

122 15 20
                                    

Con el paso de los días, la vida volvía a ponerse tranquila. Más que tranquila, menos pesada, pero le gustaba pensar que en realidad todo estaba en orden. Ya hacía casi una semana desde que estaba en el departamento de Atsumu y más allá de una que otra pelea por problemas domésticos, la situación se mantenía bien. El entrenamiento también iba bien, sentía que progresaba y le agradaba como comenzaban a afiatarse las relaciones en el equipo. Había logrado generar lazos con Yaku y con Ojiro, que eran dos de sus grandes admiraciones dentro de sus compañeros. Claramente, su rivalidad con Ushijima y con Hoshiumi no paraba de crecer. Se esforzaba todos los días para mejorar su resistencia, su fuerza y sus saltos, con tal de ser competencia para ambos. Con Bokuto, Sakusa y Atsumu no sólo tenían el espíritu de competitividad, sino que también un compañerismo ya trabajado. Ventajas de haber jugado en el mismo equipo con anterioridad. Con el resto de los miembros tenía una relación casi amistosa. Los respetaba, los admiraba y les tenía cariño, esperaba poder conocerlos más, para así llevarse mejor.

Y con Kageyama… La cosa estaba compleja. No se hablaban más de lo estrictamente necesario y sus interacciones eran meramente en el entrenamiento. Él trataba de ni siquiera mirarlo, ya no por la rabia, sino por vergüenza. Parecía ridículo, siendo que era un hombre adulto, pero se había encontrado con un pudor casi adoslecente cuando lo tenía cerca. Al principio era una sensación tan abrumadora, que no soportaba estar a su lado por más de cinco minutos. Se sentía mal por Kageyama, porque él parecía buscarlo activamente, por todos lados. Tampoco le hablaba, pero creía que al menos eso lo hacía sentir tranquilo. Corría de su lado, casi despavorido, cuando eso pasaba. Ya con el paso de los días dejó de comportarse de forma ridícula, y simplemente evitaba mirarlo.

Con el paso de los días, también, había hecho la paz con el abrumante sentimiento que pensar en Kageyama le generaba. No podía llamarlo amor. No estaba enamorado. Pero ¿lo quería? Sin dudas le gustaba. Ponerle nombre a todo ya le parecía innecesario. Había algo fuera de lugar que le causaba cosquillas en el estómago y le entumecía las manos. Eso era todo. Simplemente un algo que no paraba de decirle lo bello que era Kageyama cuando, con una timidez nueva, comenzaba a vestirse con su ropa de entrenamiento. Con movimientos sofisticados, las manos delicadas, deslizando la camiseta sobre su torso y las mangas compresivas en sus brazos.

— Se te cae la baba. —escuchó, saliendo del estado catatónico en el que estaba por culpa de la vista.

No le dijo nada a su temporal compañero de piso, pero lo empujó con un puño lo suficientemente fuerte como para hacerlo tropezar. Ignoró sus quejas y volvió a ver a Tobio, pero esta vez le devolvían la mirada. Había extrañado el color de sus ojos. Los recordaba, claro. Si se lo proponía, podía imaginarselos perfectamente. Aún así, verlos en vivo y en directo siempre era más cautivador. No se dio cuenta cuando lo tenía frente a él, a menos de un metro de distancia, aún con sus ojos clavados en los propios. Recorrió el resto de su rostro con rapidez: su nariz respingada, su mandíbula definida, sus labios pequeños. Se quedó ahí un par de segundos más. La sensación abrumadora de vergüenza le llegó como una ola enorme. Bajo la mirada hasta el piso.

— ¿Cómo estás? —su voz sonó preocupada.

— Yo… bien —se dio su tiempo, pero volvió a mirarlo a los ojos, tratando de no ponerse rojo.— ¿Tú?

— Bien, creo.

— ¿Eso qué significa? —trató de no reír, después de una respuesta tan vaga.

— No lo sé —ahora sí soltó una risa, pequeña y tímida, por culpa del tono compungido. A Kageyama también pareció hacerle gracia, porque elevó levemente la comisura de sus labios.

Se quedaron en silencio, compartiendo miradas. Era raro, sabía que ambos tenían mucho para decir, pero ninguno quiso hacerlo. Por su parte, no sabía cómo partir. ¿Pedir disculpas? Había dicho cosas hirientes, eso sería apropiado. No quería ser el primero en disculparse, sin embargo. Así que solo lo miró, como si no lo hubiera hecho antes, como si mirarlo no le produjera ningún placer.

Un largo camino. (Kagehina/Shobio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora