Capítulo 03

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Desde hacía mucho tiempo que no despertaba con un dolor de cabeza tan terrible. Lo podía atribuir a varias cosas. Primero, el mal dormir. Segundo, la preocupación asfixiante que le llenaba el pecho. Tercero, el llanto pasivo que lo acompañó durante el resto de la noche. Se encontraba tan abrumado que no entendía bien por qué lloraba. El sentimiento que se alojaba en su estómago era una amalgama de traición, tristeza y enojo. Cómo ansiaba estar a solas con Kageyama, para decirle un par de buenas verdades, que esperaba que le cayeran como un balde de agua fría. Sin embargo, no era el momento más apropiado para ponerse sentimental. Empezaba un nuevo día de entrenamiento que tendría que enfrentar con una fuerza actualmente inexistente.

El resto de sus problemas no importaban. Debía entrenar, volverse aún mejor, conseguir un puesto titular en el equipo nacional y vivir de su gran pasión. A Kageyama podía caerle un rayo.

Se puso de pie y caminó arrastrando los pies. Se encontró con las luces del departamento ya encendidas y el baño ocupado. Entonces se dijo que necesitaba comer algo antes de hacer cualquier otra cosa, para recuperar energías. En dirección a la cocina se dió cuenta de que el sofá estaba cubierto con un par de mantas y una almohada. No habían dormido juntos, al menos. Por algún motivo eso le alivió. Llegado a la cocina, se percató de la presencia del castaño. Yasuo sostenía cautelosamente una taza humeante de café. A su lado, sobre uno de los muebles de la cocina, estaba un paquete abierto de sus galletas favoritas. En circunstancias normales, le daba igual compartir sus cosas. Sin embargo, el chico frente a él no le gustaba en absoluto. Verlo llevarse otra galleta a la boca lo enfureció.

— Buen día —murmuró con voz queda. No esperaba entablar una conversación, simplemente quería ser amable. Sin embargo, el otro hombre no tenía las mismas intenciones.

— ¿Cómo dormiste? Realmente lamento mucho haber alborotado todo anoche —se llevó otra galleta a la boca. Frunció el ceño antes de responder.

— Está bien, no debes preocuparte por eso. —Mientras hablaba, comenzaba a preparar su desayuno. Cada uno de sus movimientos eran acompañados por un par de ojos celestes, que cuidadosos, lo cuestionaban. Era increíble lo incómodo que se sentía en su propia casa.

— Aún así… —una pequeña pausa— Sabía que podía contar con Tobio, pero no esperaba encontrarme contigo.

Paró lo que estaba haciendo para verlo a la cara. Su mirada seguía inyectada con un resentimiento vivo, creciente como la llama de una fogata recién hecha. Estaba acostumbrado a ser intimidado en la cancha, pero fuera de ella la cosa era muy distinta. La gente solía adorarlo dondequiera que fuese. Sus encantos naturales no habían sido suficientes con Yasuo, al parecer. Por un instante se sintió pequeño y desprotegido.

— Es mi casa también.

— Sí, de haberlo sabido antes no hubiese subido al auto.

— A mí auto. —aclaró. Se volteó para seguir preparando su comida, sin alcanzar a apreciar una cara de completo desagrado de parte contraria. Quería terminar lo antes posible de cocinar para no tener que ver más a esa terrible persona.

Hubo un breve silencio, sus manos comenzaron a volverse torpes y lentas de la nada. Estaba nervioso y muy irritado. En lo único que pensaba con claridad era en aquel beso que Yasuo y Kageyama habían compartido la noche anterior. La imagen se reproducía cada vez con más lentitud, llenando su boca con preguntas que no era capaz de soltar. Antes de reaccionar, Yasuo volvió a hablar.

— Ustedes compran cosas realmente inútiles, para ser deportistas —el comentario por si solo le había molestado, pero lo que siguió luego simplemente le hizo perder la paciencia— Como estas galletas ¿No están llenas de azúcares?

Un largo camino. (Kagehina/Shobio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora