Capítulo 02

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Ese era un día especial. Después de tantos años de esfuerzo y trabajo, su entrenamiento con el equipo nacional por fin comenzaba. Debería de sentirse tan emocionado como para explorar. Pero no era el caso.

La última semana un amargo sabor de boca se había instalado permanentemente en él. Kageyama le había rectificado su enamoramiento y no solo eso, le había pedido una respuesta. Era una bomba de tiempo que finalmente culminaría en un momento difícil. Y aún no tenía claro cómo iba a rechazarlo sin que lo terminara odiando.

Kageyama había esperado años por él, lo había mantenido vivo en su corazón durante tanto tiempo, para que al final lo terminara rechazando. Simplemente le sabía mal.

Su cabeza, sin siquiera preocuparle su comodidad, lo llevó nuevamente al día de la confesión de Tobio. Volver a ese instante de su vida no sólo era vergonzoso, sino que además era doloroso. El universo lo había puesto a prueba una vez más. Suspirando quedamente, se sumergió en un recuerdo que con los años se volvía cada vez más amargo.

El partido entre los MSBY Black Jackals y los Schweiden Adlers estaba por comenzar. Inevitablemente fue al baño. Ya no por nerviosismo, sino por costumbre. Toparse a Kageyama en ese momento no era algo que estaba esperando, pero había pasado. Creía que al verlo, más bien, temía que al verlo, todo lo que sintió por el muchacho de ojos azules volvería a tomar forma. Sin embargo, su corazón no se desesperó, ni su estómago se hizo pequeño, ni el mundo se acabó. Estaba bien. Entendió aquello como una muestra indudable de su madurez, de que sus sentimientos hacia el chico de enfrente ya eran cosa del pasado, Ahora solo tenía cabida en él por la amistad, la rivalidad y el respeto. Eso debía ser Tobio para él. En eso quería que se quedaran las cosas.

El partido transcurrió como en sus mejores sueños. Estaba cansado. No agotado, pero lo suficiente para llegar a casa, ducharse, comer y dormir. La conversación entre sus amigos de Karasuno estuvo animada. Estaba feliz de ver nuevamente a Yachi, a Yamaguchi y a Tsukishima. Especialmente, estaba muy feliz de poder ver a Kageyama luego de su victoria. Estaba satisfecho con su desempeño y también con el de su equipo. Creía que había quedado claro cuánto había mejorado desde la última vez que habían jugado juntos. Quería escucharlo de su boca, pese a la claridad. Kageyama era muy orgulloso y estaba seguro que hacerlo perder era la única manera de enterrar ese imponente orgullo. No le dijo nada, pese a su nuevo entusiasmo. Ni una sola palabra de ánimo. Sabía que no las necesitaba, y que de una u otra forma Kageyama había dejado en claro que estaba feliz con su desempeño en la cancha. ¡Pero claro que las quería! ¿No podría complacerlo con algo así al menos una sola vez en la vida?

Cuando vio toda esperanza morir, mientras caminaba junto a Sakusa y Atsumu hacia el bus del equipo, la voz de su antiguo colocador le llegó a los oídos.

— ¡Hinata! —paró de caminar y se volteó inmediatamente, con la emoción naciendo desde el corazón. ¿Era acaso ese el momento en dónde el Rey de la Cancha por fin reconocía al cien por ciento a su plebeya figura? ¿Acaso recordaría aquello durante toda su vida? ¿Sería la anécdota con la que aburriría a sus nietos?

— ¿Si, Kageyama-kun? —no pudo evitar usar un deje burlón en la voz. Estaba demasiado emocionado para evitarlo. El recién llegado lo miró extrañado, incluso diría que avergonzado.

— ¿Podemos hablar? —entendió inmediatamente a lo que se refería. En privado. Miró a sus compañeros de equipo, quienes se habían adelantado un par de pasos.

— No te tardes, no detendremos el bus por ti. —el muchacho de los dos lunares en la frente había sido claro. En un segundo estuvo al costado de Kageyama y lo siguió hasta un pasillo solitario.

No habían dicho nada más durante el transcurso. Tampoco había sido un camino muy largo, pero el silencio se sentía penetrante y demasiado presente. Demasiado íntimo. Algo dentro de sí se removió. Un instinto casi primitivo que le advirtió, de alguna forma u otra, lo que vendría a continuación. Cuando se detuvieron en seco por la mitad del pasillo y pudo ver el rostro de su amigo de preparatoria, su corazón comenzó a latir con rapidez. Las mejillas de Kageyama estaban levemente sonrosadas, su mirada azulada estaba perdida en algún detalle del pasillo que a él no le interesaba. Pocas veces había tenido el placer de ver a Tobio tan cohibido. En contraste con su personalidad habitual, tan segura y directa, era un escenario que le agradaba presenciar. Por ese mismo motivo, no pudo evitar sentir una curiosidad imperante. Era probable que estuviera así debido a que le dificultaba dar halagos. Sí, eso era, seguro.

Un largo camino. (Kagehina/Shobio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora