Capitulo 00

201 11 7
                                    

Había pasado un buen tiempo desde la última vez que lo vió. Estaba bastante nervioso, dadas las circunstancias complicadas entre ambos. Realmente no entendía por qué había aceptado la invitación de Yamaguchi para ir a buscarlo al aeropuerto. Mientras más pudiera evitar a Kageyama, sería mejor.

Eso no quitaba que fuera su mejor amigo y quizás, una de las personas más importantes en toda su vida. Si lo pensaba un poco, podría darle ese puesto. Pese a que muchos pudieran considerar su relación como extraña, él aseguraba con uñas y dientes que Kageyama Tobio era una inspiración y un constante motor en su vida. Pensaba que eso era lo que lo había llevado a un problema que creyó infinito en su momento. Esa competencia cercana, íntima, en donde solo cabían ellos dos, casi inseparables. Esos partidos de preparatoria, con los que había soñado durante mucho tiempo, en donde se conectaban como si fueran un solo ser. Ese trato tosco pero certero, lleno de confianza y, hasta cierto punto, de cariño. Sí, todo eso había llevado inevitablemente a que se enamorara de Kageyama.

Era cosa del pasado, en definitiva. Ya no se sentía de la misma manera. Su corazón ya no latía con fuerza cuando pensaba en él, sus manos no sudaban frías ni veía su figura marcada en fuego detrás de sus párpados cada noche antes de dormirse. Fue su primer amor adolescente, intenso y enorme, incontrolable incluso. Era como una manada hambrienta que le exigía a su mejor amigo y compañero de equipo. Simplemente nunca se pudo dar el placer de cumplir su desesperado deseo. Y no había muerto por ello. No podía negar lo mal que lo había pasado, pero ahora todo estaba bien.

O al menos lo estuvo hasta que el idiota pelinegro se le confesó.

Al apoyarse en la barra de metal, suspiró levemente. Desde ese ventanal podía ver a varios aviones aterrizando. Alguno de ellos sería el de Kageyama. Volvió a sentir que la boca del estómago se le apretaba. Cuando echó la cabeza hacía atrás, percibió la risa de su amigo pecoso.

— Estarán bien. Sólo necesitan hablar sobre ello.

No contestó nada. Ellos jamás habían sido de hablar las cosas. Se entendían con las acciones del otro. Culpaba y amaba a la cancha de voley por lo mismo. Durante los partidos no tienes tiempo para hablar, necesitas interpretar a tus rivales y a tus compañeros. Por eso mismo, las conexiones como la que ellos tenían eran normales. Hablar sería lo más lógico, lo más directo, pero Kageyama apestaba en eso y él no tenía mucha experiencia amorosa. Más que nada, temía que al rechazarlo podría perderlo en todo aspecto. Por supuesto que no quería eso. No tener a Kageyama a su lado sería una pérdida muy cara, de la que quizás nunca podría recuperarse. Sin embargo, y sobre todo, tampoco podía aceptar lo que sentía. Simplemente terminaría haciéndole daño. Al no amarlo de la misma forma ni con la misma intensidad, Kageyama sería el único que terminaría pasando un mal rato. Entonces ¿qué hacer? Porque si debía inclinarse por alguna de las dos opciones, la más lógica sería rechazarlo y avanzar.

Creía que su yo adolescente no le dejaba hacerlo. Al final de cuentas, era también una cosa de orgullo. Amarlo de esa forma tan inmensa, olvidarlo después de tantos años, para que al final fuese Kageyama quien se confesara. Era una victoria más en su lista. Amarga e irónica, pero una victoria al final de cuentas.

Pudo ver como una cabellera lacia y negra se asomaba entre un montón de personas. Era fácil de identificar por su altura. Yamaguchi lo saludó desde lejos, alzando una de sus manos y gritando levemente su nombre para llamar su atención. Él no se movió ni un milímetro. Se quedó apreciando como la figura de su antiguo colocador se acercaba con cautela hacia ellos. Iba vestido con un abrigo largo de color negro, sin ningún botón abrochado, que permitian ver la camiseta cuello de tortuga negra, la bufanda beige y un cinturón negro brilloso, que sontenia unos pantalones de vestir beige a juego con la bufanda. Además, su rostro venía cubierto por una mascarilla quirúrgica. No pudo evitar pensar que se veía atractivo y ridículamente genial.

Un largo camino. (Kagehina/Shobio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora