Bradley Upercrust III era un ser "inocente" dentro de un mundo que quería acabar moliendo a golpes su ya herido ego.
No era su culpa que se dejara llevar por la necesidad de curiosear hasta dónde puede llegar una "pequeña" mentira.
Ha hecho más de...
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El mundo estaba lleno de estúpidos, y Bradley nada más era víctima de aquellos descerebrados a los que podía llamar de vez en cuando compañeros.
—No. Me. Voy. A. Poner. Esto. —Beret lo miró, como si apenas le importara. O bien, es lo que trataba de pretender con los demás actores detrás de bambalinas, a uno de ellos se le cayó su estuche entero de maquillaje por mirarlos discutir. Sí, posiblemente esa mujer parecía estar aburrida, pero era una total mentira.
Si logras distinguir esa curvatura minúscula en sus labios, te darías cuenta de que está sonriendo. La desgraciada sonreía, disfrutaba de meter a Brad en momentos y lugares incómodos.
Ella se queja en un zumbido que apenas se puede escuchar debido al ajetreo que hay del otro lado, escucha a la perfección el sonido de las voces actorales haciendo lo suyo, mientras el mundo se vuelve loco cambiándose en menos de un minuto para salir al escenario de nueva cuenta.
—No me vengas con tu cobardía justo en el momento que debes cumplir tu palabra. —sus palabras no deberían de ser tan contundentes, pero el timbre de su voz, a pesar de ser bajo, amenaza de alguna forma —me prometiste que tomarás mi lugar en esta obra y así lo vas a hacer.
Beret no solía ser de salir en obras con colores pastel, pomposos vestidos y mundanas palabras que la mitad de los espectadores no entendían. Ella prefería los lugares menos concurridos, el olor a café y por supuesto, poemas que muy pocos podría comprender.
Y además, le gustaba la literatura,no el teatro.
Bradley boqueó un par de veces, no tenía las palabras necesarias para callarle la boca. Además de que comenzaba a frustrarse, su mente entra en pánico cuando las luces del escenario se apagan y anuncian que dentro de quince minutos seguirá el segundo acto.
Tenía quince minutos para correr, arrojarse de la ventana y decir que no podía interpretar el papel de Beret porque se rompió algo. Pero el plan era malo, un quinto piso seguro lo mata, y no tiene ganas de volver al hospital después de que Tanque hiciera de las suyas, lo exprimieron como trapo sucio mientras le pedía disculpas.
—El vestido hará que se me vea... allá abajo. —apretó los labios, a punto de decir se me verán los huevos.
A pesar de que no era mucho de su agrado Beret, no sería grosero enfrente de ella. Ella enarca una ceja mientras se cruza de brazos, apunta hacia la esquina de la mesa con su mirada en un sútil gesto.
—Ahí está la cinta.
La odiaba.
Más allá de sentirse humillado por tener que tragarse su ego, comenzaba a volverse un problema eso de apostar como si Dios lo hubiera tocado específica y especialmente a él.
Ahh, pero no era su problema.
Sí. Tal vez se asustó en el momento en que alguien más tuvo especial atención de toda la universidad, y sí. Tal vez se dejó llevar poquito cuando lo rechazó porque quería que estuviera en su equipo, ser amigos, genuinos. Amigos que tuvieran tiempo para hablar de cosas más allá de lo que es capaz de expresar porque toda la bola de idiotas nada más están con él por estatus social y se ha sentido ahogado en un mundo donde vale más los zapatos Louis Vuitton, que las verdaderas ganas de pensar en que genuinamente se siente harto de tener que fingir ser el hombre más feliz del mundo.