Ocho

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“¿Podemos vernos?"

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“¿Podemos vernos?"

Bradley siente amarga la boca. No respondió la mitad de un examen por tener el constante recordatorio de que Max quiere ver...verla.

A Luidmila.

“No, no puedo. Estoy ocupado con los proyectos”

Fue muy tarde como para editar el mensaje.

“Ocupada*”

Bradley sólo quería dormir cómo dos días enteros para calmar el constante dolor de cabeza que era su vida desde el lunes pasado. No dormir le pasaba factura, lo tenía de mal humor y odiaba a todo el mundo.

Menos a Max.

“Sólo un rato por favor, linda”

El ácido de su estómago casi le subía por la garganta al mirar el elogio hacia Lu. Maldijo una y mil veces el día en que le dió el consejo de usar apodos bonitos para conquistar a una mujer.

—¿Por qué quieres tanto verla? —gruñó contra la astillada pantalla de su celular. Lanzó el aparato en la cama, rebotando apenas por el colchón. Su habitación era un desastre a ese punto del semestre. Papeles por ahí, libretas por allá, libros apilados en todos lados, algunos en el suelo. Normalmente limpiaría, pero no tenía la cabeza para hacerlo.

La garganta le irrita, tiene una constante punzada en la cabeza, sospecha que no se trata sólo de estrés.

No era capaz de pensar en algo más que las constantes palabras repitiéndose en su cabeza. Nombres, números, artículos, burócratas. Pasea en su propia habitación, dando constantes vueltas. Agradece que haya vuelto a llover, porque el calor no es un problema más con el que quiere lidiar.

Algunas chispas ya caen. Le gusta el olor que deja en el pavimento y jardines de la facultad. No puede evitar mirar por la ventana, admirando como poco a poco todo comienza a mojarse, primero apenas unas gotas golpeando en el suelo, después, Max yendo hacia la entrada de su facultad.

...

Max yendo hacia la jodida entrada de su facultad.

Brad miró el último mensaje no leído de Max, solo para salir de dudas.

“Bueno, entonces yo voy contigo para que no salgas”

—Con un caraj...

Bradley salió disparado de su habitación. Apretando su teléfono entre la palma de su mano. Tuvo que brincar varios escalones para llegar más rápido hacia la salida. No esperó a que Max lo saludara, solo se abalanza hacia él para detener su caminata.

—¿Qué haces aquí? —pide una respuesta que no le haga pasar por otro ataque de pánico en el día. Sus manos bien puestas en los hombros de Max. No puede permitir que entre, no debe de hacerlo.

Luidmila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora