Cuatro

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Casi se podría olvidar de lo que sucedió en el teatro

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Casi se podría olvidar de lo que sucedió en el teatro.

Casi.

Beret fue con él después de un par de días. Le ofreció una disculpa al llevarlo a tal extremo con una expresión genuina en el rostro.

Bradley quiso fingir orgullo, pero sería inútil, él fue quien se puso la soga en el cuello en primer lugar. Y se lo explicó, vaya que tuvieron una larga conversación.

Aún así, Beret se sentía culpable. Lo dejaron como un: no volvamos a hablar de lo que sucedió, porque ambos tuvimos la culpa.

Tal vez la única cosa madura que ha hecho desde que entró en la universidad.

Los mensajes con Max siguieron, a veces tardaban horas en responder, era claro que por la diferencia de clases que tenían. Aunque en algunas ocasiones, podía ver a Max mirarlo entre los pasillos, o ahí sentado un poco lejos.

Le daba un asentimiento que tomaba como un saludo, y sin darse cuenta, Bradley le correspondía el gesto.

Aún así, no se hablaban, a menos de que sea por mensaje, y Max no hablaba con Brad. Habla con Luidmila.

Era distinto.

Brad era el orgullo en persona, elegante, porte altanero y perfectos suéteres planchados,respondía a todas las preguntas dirigidas hacia él con elocuencia. La barbilla en alto, guiñando un ojo a las chicas nada más para hacer la impresión de que amaba ser el rompecorazones. Aunque tenía la certeza de que jamás ha estado en el corazón de una mujer por más de una noche.

Luidmila por otro lado...

Era un personaje. Nada que ver con él. Una persona que le gusta cuidar de plantas, tomar café con todo el dulce posible y descafeinado porque le causa severo daño el subidón de energía. Hablaba de su cansancio extremo al correr de un salón al otro y de que a veces pensaba que su padre jamás estaría orgulloso de él...

Orgullosa, de ella.

Se corrigió.

Tuvo que silenciar su celular la mayor parte del tiempo, pues los mensajes llegaban con más frecuencia cada cierto tiempo. Siendo de días a horas, y de horas a minutos.

Y de minutos, a contar los segundos.

Con los días, era más fácil jalar con él. Eso le trajo alivio, su plan tardaría un poco, pero resultaría a fin de cuentas.

“Tienes cierto parecido con Bradley Uppercrust”

Una afirmación que le volcó el corazón mientras estaba en clase de lingüística. Esperó que nadie viera sus ojos desorbitados, o que su sorpresa se llevará un jadeo inesperado.

Por fortuna, nadie lo vió extraño. Fingió que se le caía una pluma mientras teclea una respuesta decente.

“¿El loco tramposo? Dios, eso es una ofensa, Maxie”

Luidmila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora