Tres.

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Max parpadeó rápido, cómo incrédulo

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Max parpadeó rápido, cómo incrédulo. Brad por su parte, apenas y susurró, suponiendo que de esa forma no saldría su verdadera voz. Nunca ha sido bueno pretendiendo ser otro personaje.

Por algo jamás estuvo en teatro, a menos de que su madre se lo pidiera.

El carraspeo en la garganta de Max lo hizo mirar hacia él. El muchacho no lo miraba, rascó su nuca y juró ver una minúscula sonrisa aparecer en su boca.

—Soy Max.

Estúpido, claro que sabía su nombre. Le ha estado molestando más de lo que creía las tres letras juntas. Era como recordar el justo momento en que aceptó su derrota, la mirada determinada del chico, pero su humildad para perdonarlo a pesar de todo.

Las burlas, sus compañeros dejándolo, la golpiza que le dieron, cumplir con tratos, vestirse de mujer.

Todo lo malo que le ha pasado desde que el karma tenía un nombre y apellido.

—Un gusto. —le siguió a la voz que conocía tanto. Él no dijo nada, tal vez demasiado sorprendido de que su... Disfraz, lo haga pasar por alguien más.

Volvió ese silencio. Aún no podía llamarlo incómodo porque la dolorosa sensación de pasar por un ataque de ansiedad lo seguía persiguiendo. Por fortuna, acababa de llover, y aún escuchaba las gotas bajar desde el desagüe del edificio más cercano.

Una tontería para muchos, la única salvación para la mente ajetreada de Bradley.

—Te ví en el teatro. —narró Max, provocando un vuelco nuevo en el estómago de Brad. —y pensé que no podía dejarte sin ayuda. —

¿Por qué?

Quiere preguntar. Lo desea, pero no quiere que su voz sea reconocida, así que hace lo mismo que anteriormente, asentir con la cabeza.

—Te puedo ayudar a ir a tu habitación, si quieres estar en un lugar más privado.

La única respuesta es una negativa efusiva con su cabeza. Max comprende, y se ve en su lenguaje físico, relajado, atento.

Demasiado atento, ¿Acaso le juega una broma? ¿Está tratando de burlarse de su situación?

Lo miró por el rabillo del ojo, tratando de no ser obvio. Busca la trampa, la sonrisa arrogante con el entrecejo hacia abajo, esa mirada de superioridad que Max posee cuando lo mira por los pasillos. Pero no hay nada de eso.

Tiene a su lado, la vista de Max, con la chaqueta puesta por el frío, dibujando círculos en la manga, mirando a un lado o al otro. Pero jamás hacia Brad, como si le diera el espacio para que se relaje. Los hombros hacia abajo y una tranquilidad que envidia.

—Bueno... —balbucea Max aún sin mirarlo. Tal vez el silencio de Brad fue suficiente.

De Luidmila... Por ese breve momento, era Luidmila.

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