¡Sé feliz!

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Los nervios invaden a toda mujer en el día de su boda. Gabe y las chicas estaban terminando de preparar a Savannah para su gran día e intentando que se relajara.

—Chicas —las llamó Gabe—. Vayan bajando, yo me quedaré con ella.

Todas sonrieron y comenzaron a bajar. Helen le dio un apretón en el hombro a Savannah, Fleur le sonrió cálidamente.

—Todo va a salir perfecto —le prometió Keira antes de salir.

Melanie le colocó una moneda de plata en la mano. —Para que las prosperidad reine en tu matrimonio —besó la frente de Savannah.

Bayle y Rosemary tomaron a Marie, la cual se negaba a salir de allí. —Quiero quedarme —lloriqueó e hizo un puchero hacía Savannah.

—No, Marie. Anda con Shane —le pidió—. Él te necesita —Marie corrió a sus brazos y se ocultó en ellos.

—¿Y tú no me necesitas? —le preguntó con una vocecita muy bajita.

—Por supuesto, pero Shane te necesita más y yo tengo a Fred —le besó la frente.

—Está bien —aceptó con resignación, salió tomada de la mano de Bayle y Rosemary.

Gabe miró a Savannah y se sentó frente a ella. —Savie —comenzó a decir—. Espero que seas muy feliz con Shane, te lo mereces —una lágrima se le escapó—. Él se ha convertido en un gran hombre, gracias a ti. Le has hecho querer serlo.

—Gabriela... ¿De verdad, lo amas? —le preguntó Savannah y cerró los ojos.

—Lo he amado desde hace muchos años, pero él siempre tuvo ojos para ti... incluso cuando decía odiarte e intentaba hundirte —negó suavemente con la cabeza—. Es irónico cuan fuerte te ama.

—Realmente lo siento, me duele que estés sufriendo —la miró con lágrimas en los ojos—. Odio verte así, si no lo amará tanto y supiera que sin él no podría ser feliz o vivir, me alejaría, pero es imposible.

—Lo sé, Savie y no te lo estoy pidiendo, sería como quitarte la vida de raíz. Ese hombre te ha hecho brillar de nuevo, sonreír, y se ha ganado tu corazón a pesar de los muchos errores que cometió —le sonrió—. No sé si exista otro hombre tan grandioso como él.

—Tal vez si exista y llegará a tu vida. Dará todo de él y querrá todo de ti —tomó entre sus manos una de las de su amiga.

—Cuídalo y jamás te rindas con él, Savannah. Ese hombre aprendió de sus errores, creció como persona y desde que reconoció sus errores, ha sido un constante en tu vida. No lo dejes ir —le suplicó Gabe al tiempo que se levantaba, la abrazaba y le susurraba al oído—: Espero que cuando nos volvamos a ver, me sea más fácil verlos juntos.

—¿Qué? —Savannah la miró alarmada—. ¿Te vas? ¿A dónde?

—No sé, pero prometo que algún día volveré —dio un paso atrás, abrió la puerta y se fue.

—Gabe, Gabe —gritó Savannah—. ¡Sé feliz!

—Lo haré —escuchó desde el final de pasillo.

Savannah parpadeó las lágrimas, sentía un dolor constante allí. Saber que su mejor amiga sufría por el hombre que ella amaba, la destrozaba. Se imaginó en los zapatos de ella y supo que haría exactamente lo mismo que Gabe, se iría. El dolor sería insoportable.

Fred se asomó y le sonrió, sus ojos brillaron mientras entraba y le ofrecía el brazo. — ¿Lista, Savannah?

Savannah respiró hondo y asintió al tiempo que tomaba el brazo de su hermano. Él cual había crecido unos centímetros y le llegaba a la nariz. —Muy lista —respondió al tiempo que se miraba por última vez en el espejo y sonreía.

Atados de manos (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora