¿Positivo o negativo?

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Se apoyó en el lavabo y se miró en el espejo, abrió el grifo y se mojó el rostro, intentando calmarse, hace unos minutos había desechado todo el almuerzo en el inodoro. Las ganas de vomitar volvieron, así que volvió a arrodillarse frente al inodoro, justo a tiempo para volver a vomitar.

Se sintió débil y cansada, con el horrible sabor amargoso en la boca. Tenía miedo, pero a la vez emoción. Se sentó contra la pared de azulejillos y esperó a que el estómago se le asentase un poco, sabía a donde debía ir para confirmar sus sospechas.

—Sav ¿Estás bien? —le preguntó Fred a través de la puerta.
—Algo mareada —respondió cansada. Lo vio abrir la puerta con cautela y mirarla con preocupación en sus ojos verdes grisáceos, entró y la ayudó a levantarse.
— ¿Sigues enferma? —frunció el ceño mientras la llevaba a la cama.

Fred se sentó a su lado. Savannah lo vio tirar de su cabello oscuro, confundido.

Se mordió el labio. — ¿Me podrías llevar a la farmacia? —se recostó en la cama.
— ¿Estás embarazada? —inquirió atónito, pestañeó rápido sin poder creérselo.
Se encogió de hombros. —No lo sé, Fred —hizo una mueca—, pero es muy posible. Quiero ir a la farmacia para poder confirmarlo.

Fred abrió los ojos como platos. —Está bien, te llevaré —la ayudó a levantarse, agarró una camiseta sucia de Shane y le limpió la boca.
—Gracias, Fred —le sonrió avergonzada.

Era mayor que él, pero los espasmos de tanto vomitar, la había dejado atontada.

—De nada, Savie —le sonrió con cariño, mientras salían de la habitación y la ayudaba a bajar las escaleras, hasta salir de la casa y meterla en el asiento copiloto.

Savannah agradeció que Fred hace unos meses hubiera sacado el permiso de conducir y pensó en lo increíble que era ver como su hermanito ya era un hombre, pronto tendría 17 años. Lo observó manejar hasta la farmacia, donde aparcó y se giró para verla.

—Hmm ¿Vas sola o te acompaño? —preguntó vacilante su hermano.
—Creo que me vendría bien tu ayuda, me siento como si en cualquier momento pudiera caerme —lo miró con inquietud.

Fred asintió compresivo mientras bajaba del auto y lo rodeaba para abrirle a su hermana, Savannah bajó con cuidado agarrándose a la mano de Fred. Entraron a la farmacia, ella buscó enseguida el pasillo donde estaban las pruebas de embarazos y había de distintas marcas, por lo que agarró tres.

Al final de pasillo estaba una chic mirando de reojo a su hermano y Savannah sonrió. No la podía culpar, Fred con su metro ochenta, cuerpo atlético, grandes ojos almendrados de color verde grisáceo y cabello castaño oscuro, era muy guapo.

—Hmm, tienes una admiradora —bromeó Savannah, cuando vio a Fred mirar hacía ambos lados sin disimular, le golpeó el brazo—. Disimula, bobo.

Comenzaron a caminar y pasaron al lado de la chica, que le sonrió con timidez a Fred, quien solo la miró con detenimiento de arriba abajo. Savannah lo volvió a golpear, pero esta vez en la nuca.

—Se un caballero —lo regañó, causando que la mirara apenado y le devolviera la sonrisa a la chica—. Así está mucho mejor. Cada vez que no te comportes como un caballero, te haré recordar que yo no te eduqué así —le señaló con el dedo.

Fred asintió y la llevó a pagar. Fue bastante rápido, en tan solo unos minutos ya estaban en casa.

— ¿Lo harás de una vez? —miró la bolsa con las pruebas de embarazo, parecía asustado. Casi como si fueran un monstruo a punto de comérselo.

—No —negó con suavidad—. Shane ya estará por llegar, ya debería haber venir de camino con Marie.

—Vale, estaré en mi habitación —señaló su puerta—. Cualquier cosa, me avisas —lo vio rascarse la nuca.

Atados de manos (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora