Esperanza

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Savannah observaba el sobre blanco dirigido a ella, que se encontraba en la isla de la cocina. Más allá se encontraba otro, pero con el nombre Shane Warren. Ambos provenientes de Arizona State University. Había sido aceptada University of Phoenix, pero Shane no había aplicado a ella y temía que él fuera aceptado en ASU y ella no. ¿Qué haría? ¿Se mudaría a Tucson o manejaría las cuatros horas que le llevaría ir y venir en un día?

Apoyó la frente en la madera de la isla y no dejaba de pensar. ¿Qué haría la vieja Savannah? Estaba tan confundida. Shane no ha querido decirle si fue aceptado en las otras tres universidades que aplicó.

—Savie —sintió una mano acariciando su hombro. Se negaba a verlo, su corazón se aceleró al sentir esa mano cepillarle el cabello—. Ábrela.

—Shane… no quiero saber lo que dice dentro —susurró con voz apenada.

La mano desapareció y se envolvió en su cintura. —Entonces, lo haremos juntos —sugirió Shane. Sintió el aliento de él, en su oreja.

—Está bien —trató de desatarse del brazo de él.

Cuando lo miró a los ojos, vio que la miraba con curiosidad y dolor. Dejó de tratar de zafarse del brazo de él.

—Tengo miedo —confesó y rehuyó la mirada de él.

—Lo sé, hermosa —pausó y prosiguió—: yo también tengo miedo.

El dolor no se borraba de los ojos de él. Era imposible no ver, cuanto la amaba pero ella se sentía como una intrusa en un cuerpo ajeno. Antes podía evitarlo, pero ahora no. Hace un par de horas habían vuelto de su último día como estudiantes de último año y ahora no tenía excusas para evadirlo.

Estiró su mano, tomó ambos sobres, se irguió y le tendió uno a Shane. Él lo tomó de sus dedos, rozándolos en el proceso. La miró directo a los ojos y las comisuras de sus ojos se arrugaron cuando le sonrió.

—A la cuenta de tres —indicó Shane. Savannah asintió—. Uno, dos y… tres.

Ambos rasgaron los sobres y sacaron la carta. Comenzaron a leer, hasta llegar a donde querían realmente llegar. Levantaron la vista al mismo tiempo, manteniendo expresiones neutrales.

—Al mismo tiempo —ella se mordió el labio y levanto tres dedos, y comenzó a doblarlos.

Ambos dijeron al unísono—: Si.

El alivió que los inundó, fue palpable. De eso, no había duda. Savannah se levantó de un salto y envolvió sus brazos alrededor del cuello de Shane, al tiempo que sus piernas se envolvían alrededor de la cintura de él. Fue una reacción muy natural, que cuando se dio cuenta de lo sucedido, estaba su rostro envuelto en rojo y Shane la miraba con esperanza. Como si rayos de luz, iluminaran su rostro.

Esos ojos azules parecían brillar, sus labios estaban estirados en una hermosa y deslumbrante sonrisa que comenzó a derretir su corazón, las manos de Shane la rodearon con fuerza.

—Savannah —musito Shane atónito.

—Yo… yo… —él la calló con sus labios. Ella instantáneamente cerró sus ojos y se permitió sentirlo todo. Las cálidas manos en su cintura, los labios carnosos y suaves, la ternura y el fuego que recorría sus venas en ese momento. Esas manos que comenzaban a recorrer su cuerpo con una delicadeza y necesidad que la hacía sentir… extraña, buscando la palabra solo pudo encontrar una que encajaba: amada. Si, se sentía amada, necesitada, incluso valiosa.

Aquellos labios encendían su mundo, su alma y su corazón. De repente, su mente la impulso a un recuerdo, un recuerdo donde estaba en el lavandero, había hablado por teléfono con su padre de… su nueva pareja, la cual estaba embarazada. De repente todo encajó, su recuerdo le mostró que Shane la encontró llorando después de eso y la consoló.

Atados de manos (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora