«Dragón y Luna»

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—Esta cueva luce más enorme de lo que aparenta por fuera —Phoebe se maravilló por el espacio tan grande—. ¿Qué son las hijas de la Luna?

—Nosotras, niña, nosotras.

»Hace mucho tiempo, La gran Madre Luna, observaba la tierra desde el cielo, desde arriba, con curiosidad miraba las hermosas y feroces criaturas que reinaban el mundo; seres magníficos que conquistaban el cielo con sus poderosas alas y acobijaban sus nidos con el fuego de su corazón.

»Todos ellos, gobernados por el Gran Dragón Negro. Ella lo observaba cada noche y lo encontraba maravilloso, él la miraba y la encontraba perfecta. Poseída por un amor inmensurable, descendió del cielo, y decidida a encontrarse con su amor, se quedó en la tierra al lado de aquel dragón que, convertido en hombre, la desposó.

»El caos comenzó en la tierra, la destrucción comenzó a causa de la ausencia de la luna en el cielo, los mares se desbordaban amenazando con destruir aquel mundo. Con una despedida efímera, volvió al cielo dejando atrás a su gran amor. Su cabello plateado adornaba el cielo y sus ojos blancos se convertían en rayos que cada noche iluminaban al amor de su vida.

»Él, desconsolado volvía cada noche a mirar desde la tierra a su dulce esposa, su luz acariciaba su rostro y sentía su cálido amor recorrer cada parte de su ser. Pero un día, su hermosa luz plateada se convirtió en una luz rojiza y desapareció del cielo. La oscuridad abrazó a la tierra... El Dragón rugió con desesperación y voló hacia el cielo intentando encontrar a su amada.

»Un rayo de esperanza brotó en sus ojos, cuando desde lo alto, vio el cuerpo resplandeciente de Luna, vagando por el bosque. Descendió a toda velocidad, convirtiéndose en humano al llegar junto ella, al mismo instante ella cayó de rodillas, él la sostuvo y notó el hermoso y gigante vientre de su esposa. Ella le sonrió, pero su sonrisa fue sustituida por un rostro descompuesto a causa del dolor. Esa noche, la diosa Gran Madre, dio a luz a una hermosa niña: la primera bruja. Y después a un lindo varón.

»La Gran Madre tuvo que dejar en aquella tierra a sus pequeños y volvió a posarse en el inmenso cielo, pero cada anochecer iluminaba su nido para acariciarlos. El Gran Dragón cuidaba de sus hijos con esmero y amor. Los niños crecían y de vez en cuando su madre bajaba y cuidaba de ellos; cuando las noches eran más oscuras, era porque ella volvía a la tierra para acunar a sus hijos.

»Con el tiempo, el niño pudo convertirse en un fiero dragón y su hermana, era tan hermosa, y poseía los poderes de su madre, movía las aguas con sus manos y podía hacer cualquier cosa que ella quisiera hacer con su magia, cuando ella se unió en matrimonio con uno de los dragones, comenzaron a nacer más brujas y cada una recibía un don. Pero cada vez que La Gran Madre daba a luz, nacía una bruja especial, con todos los poderes de la luna.

 Y siempre daba a luz a dos seres; un niño y una niña.

»Todo cambió cuando un hijo de la Luna no logró su conversión a dragón y  enfurecido a causa de ellos, asesinó a su padre; al Gran Dragón negro y tomó su lugar como Rey. Desde entonces, el hombre comenzó a gobernar y tenía un gran odio por aquellos que podían convertirse en dragones; los cazó y eliminó por completo. Pero el Gran Dragón, lanzó un hechizo de protección hacia sus hijos antes de morir, y cada vez que uno de ellos nace, un dragón aparecerá para ser su compañía. 

»Sin embargo, el reinado del hombre jamás cesó.

»Niña, dime, ¿dónde está tu hermano ahora? Ustedes son nuestra esperanza.

—¿Mi hermano? No, no tengo uno.

—Quizá allá uno... —mencionó Soldara.

—¿Por qué no lo dijiste antes? —Phoebe estaba confundida.

—No creí que fuera necesario. El día en que naciste, los soldados asesinaron a todos, tu madre daba a luz, la mía te sacó de su vientre. Cuando se dio cuenta que otro bebé estaba en camino, me pidió que huyera, que cuidara de ti y así lo hice, me fui. Cuando regresé para poder escapar de los soldados... —hizo una pausa. Sus ojos se humedecieron—, mi madre estaba sin vida al igual que la tuya, y no había rastro de ningún otro beb... ¡Alto! —limpió su nariz—, sí recuerdo un bebé recién nacido, Braco lo llevaba consigo cuando me ayudó en el bosque.

—¿Braco? Entonces debemos buscarlo, debo saber qué sucedió con él.

—De acuerdo, lo buscaremos al amanecer.

—No entiendo una cosa... ¿Cómo es que la Gran Madre Luna dio a luz, si uno de sus hijos mató al Gran Dragón Negro?

—Se dice que el Gran Dragón y Madre Luna, crearon un objeto valioso que representaba el amor que se tenían, en ese objeto guardaban su creación, como unas pequeñas esferas de luz dentro de las cuentas de una cadena de esmeraldas. Ahí yacía la última de sus hijas y el último dragón. 

» Tu antecesora; la diosa Dara, dijo que, la última de las hijas de la Luna, sería quién nos liberará de la opresión en la que nos metió aquel desagradecido hijo que no logró convertirse y que odió a toda la descendencia de sus padres. Pues ella poseería toda la magia heredada de sus hermanas, quienes, en su tiempo en la tierra, también fueron asesinadas por aquel que no pudo convertirse en dragón, pasando a la última hija de la Luna, la tarea que ellas no pudieron lograr.

» La señal de esto, sería que portaría en su pecho el símbolo del amor eterno de sus padres, al igual que su gemelo.

—Muéstrale el collar —Soldara le indicó a su hermana.

—¿Este? —Lo sacó de su cuello.

—El collar de Dragón y Luna —La anciana se emocionó—. Dime, ¿Cómo era la gran Madre Luna? Tú la viste dar a luz.

—Lo siento, no la recuerdo mucho, si tan solo hubiera sabido que era ella —contestó Soldara.

—Conforme pasaba el tiempo, la Gran Madre cambiaba su aspecto para evitar que supieran que era ella y después de dar a luz su espíritu volvía hacia la inmensidad del cielo para volver a iluminarnos cada noche —Le devolvió el collar—. Usarás tu poder para liberarnos.

—Nunca lo he usado para grandes cosas, siempre lo tuve prohibido por miedo al Rey.

—Pues es hora de que comiences a hacerlo. Vayamos a dormir...

—Bueno —dijo Soldara intentando acomodarse en el suelo—, mi hermanita es de un linaje puro y real.

—Tú también lo eres —respondió Phoebe.

—No, nosotras solo somos descendientes de tus hermanas, pero tú, eres la hija directa de la diosa Luna y el Rey Dragón Negro. Eres como una diosa princesa.

—¡Qué exageración, ya duerme!

—Hasta mañana, hermanita. —Le dio un beso.

—Sueña con duendes.

Soldara sonrió y le dio la espalda para poder acomodarse. Phoebe se sentó y observó a todas esas personas intentando dormir en el frío suelo, movió su mano y bajo de cada uno de ellos apareció una delgada tela de los mismos colores que surgían de su poder; una ligera tela cómoda y cálida e hizo lo mismo con una capa que cubría a cada uno como una manta. Intentó recostarse en la suya y dormir, pero sintió de pronto una extraña presencia, acompañada de risas divertidas de mujeres. 

—¡Ven aquí!... 

Una voz se escuchó cerca de su oído, volteó de prisa, pero no había nadie, las risitas se escuchaban como si fueran arrastradas por el viento. Se levantó decidida a salir de la cueva y averiguar quién era.

La Bruja y el Dragón doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora