Phoebe estaba sentada en el suelo, agotada, Braco recargaba, inclinado, sus manos sobre sus piernas. La destreza de la joven con la espada lo tenía asombrado. La chica, en tan poco tiempo se había formado al nivel de Braco en conocimientos de batalla.
El frío se sentía para ellos como una fresca brisa ante el acalorado entrenamiento.
Soldara seguía entrenando con Dhobo, el acercamiento durante los días se había hecho estrecho entre los dos, sin embargo, él se mantenía al margen, pero Soldara que conocía sus sentimientos al percibir por su poder lo que él sentía, se sonrojaba cada vez que, por los movimientos del entrenamiento, quedaban a escasos centímetros de sus rostros.
Terminaron el entrenamiento y se acercaron a Braco y a Phoebe. A la vez, Indira llegó hasta ellos con una canasta de frutas y agua, para ayudar a qué se refrescaran.
Soldara miró a Braco al percibir en él, una inmensa emoción de amor, que segundos después se transformó en culpa, el rostro de Braco solo reflejó indiferencia cuando desvío la mirada de Indira. Pero aquel sentimiento formó un nombre en la percepción de Soldara... "Artea"
Él tomó una fruta y se retiró sin decir palabra, Soldara lo siguió con la mirada y luego la posó en Indira, que también lo miraba marcharse e inmediatamente Soldara sintió su tristeza.
La doncella se dio cuenta que Soldara la miraba y le regaló una sonrisa.
Phoebe, ajena a aquella situación, bromeaba con Dhobo entre risas mientras disfrutaban de saborear las frutas.
—Los veré después —dijo Soldara, depositando de nuevo en la canasta la fruta que había tomado.
—Claro —respondió Indira.
Phoebe y Dhobo seguían entretenidos en su charla.
Soldara corrió por un pasillo y se detuvo cuando vio a Braco recargado sobre el muro, comía un durazno, con apariencia pensativa.
—Hola —lo saludó.
—Hola —Braco revoloteó el cabello de la chica.
—¿Por qué no te acercas a ella?
—¿De quién hablamos?
—¡Sabes de quién! No puedes ocultarme tus sentimientos, sentí tu emoción al verla llegar, pero por alguna razón, se tornó en culpa ¿Por qué?
—Tú no sabes nada de estas cosas. —Tocó con cariño la mejilla de Soldara con su dedo índice.
—Sé lo suficiente de sentimientos, los percibo todo el tiempo. Pero, tu culpa lleva un nombre... Braco, ella ya no está, han pasado dieciocho años desde que ella se fue.
Braco se dispuso a marcharse.
»No, no te vayas —Lo alcanzó del brazo—, habla conmigo, yo también la extraño, cada día que pasa es una tortura, ella era todo lo que me quedaba.
—No pude salvarla... —dijo sin mirarla.
—Lo sé, no estaba en tus manos, la situación te sobrepasaba, no podías hacer nada. Sé lo que sentías por ella, lo sentía cada vez que la veías, sentía tu anhelo por rescatarla de esta prisión.
Él se giró para verla, Soldara soltó su brazo.
—No tengo derecho a ser feliz, no pude salvarla como se lo prometí y mi castigo debe ser que sea infeliz, tanto como sea posible.
—¿Impuesto por quién? ¿Por ti mismo? Pues te equivocas, tú mereces ser feliz, esa culpa que llevas todo el tiempo es... No tienes que llevarla. Amaste una vez y fue trágico, y crees que le debes tu sufrimiento a Artea, pero no es así, ella era una buena chica y te aseguro que, si ella pudiera venir y decirte que hiciste un gran trabajo, lo haría.
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La Bruja y el Dragón dorado
FantasiEn un reino donde la luna brillaba con un esplendor sin igual, nació una joven bruja, hija de la mismísima deidad lunar. Heredera de un poder ancestral y de una tarea que, antes de ella había sido otorgada a sus hermanas, cada hija de la luna debía...