Las risas de un infante resonaron en medio de un enorme jardín.
La hierba alta se interponía en el camino de aquel pequeño, mas la rapidez de su paso le daba la fuerza necesaria para seguir adelante a pesar de los amargas acaricias que la naturaleza le daba. El aroma a rosas y a tierra mojada envolvió el lugar y el canto de las aves llenó de tranquilidad los cielos despejados que aropaban el árbol troll.
Después de tanto correr, se detuvo en un lugar donde la hierba no había creído con locura y ningún insecto había creado su hogar. No existió ningún otro troll, pero una estructura tan simple pero, al mismo tiempo, majestuosa lo atrapó al momento de llegar: una gardenia de tono turquesa brillaba bajo los primeros rayos del sol.El pequeño corrió lleno de fascinación, pues pensaba que sería un buen regalo para la única figura que tenía como madre, a pesar de que ese título no le correspondía, mas tropezó por culpa de una inoportuna piedra.
Se levantó con lágrimas amenazando el ovillo de sus ojos. Revisó su rodilla con una sensación de miedo, como si la mano de un berteno lo hubiera atrapado.
Soltó sencillas lágrimas mientras los lloriqueos retumbaron con la fuerza de un bramido.Unos pasos, tal vez más grandes o igual de pequeños, se acercaron al infante con calma, pero sobre todo, con la paciencia que un hermano mayor carga desde su nacimiento. El pequeño de piel celeste seguía llorando mientras la brisa sacudía las puntas de su cabello.
-Ya, Ramoncito-dijo una voz aguda-. No llores, por favor.
Una figura se inclinó hasta estar a la altura de pequeño, mirando aquel raspón con una mirada paterna.
-Floyd-gimoteó-. Me duele mucho.
La presencia masculina revisó la herida con cuidado. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios al notar el nivel de la situación, una demasiado infantil. Cargó al pequeño con cuidado, secando sus lágrimas al tenerlo cerca de su pecho.
Acarició cabello, igual de suave que el algodón mientras calmaba los balbuceos de aquel pequeño trolls.-Tranquilo, Ramón-acercó más al infante, haciendo que las fibras de su chaleco verde rasparan las mejillas del infante-.Ya pasó, ya pasó.
El pequeño volvía a recuperar la calma.
-No dejaré que nada malo te vuelva a pasar.
-¿Lo prometes?-cuestionó, apretando una parte del chaleco.
-Lo promento-agregó con un tono alegre-. Ahora, volvamos a casa ¿si? La abuela preparó su famoso pastel de moras.
Ambos trolls volvieron a su hogar, perdiéndose en medio de la hierba alta y el canto madrugador de las aves.
Dentro de un búnker, cerca de una pequeña habitación, un troll de piel celeste y cabello oscuro miraba con incertidumbre una arrugada postal. Tenía la imagen de dos montañas con un río corriendo en el fondo, pero eso no era lo que desconcertaba a aquel troll, sino el contenido que, para ser pocas palabras, golpearon con la fuerza de una larga declaración. La postal que sostenía por compromiso lo dividió en dos: una parte deseaba tirarla al bote de basura más cercano y dejarlo en un pasado que no se podía remediar, pero otra parte deseaba abrazar la tarjeta con esperanza y salir de inmediato a buscar al dueño de la firma que descansaba en la parte inferior de la lámina.
Golpeaba la postal con nerviosismo mientras trataba de navegar por aquellos mares salvajes que su alma despertaba con la releída de las palabras. Un cosquilleo subía y bajaba por su columna mientras un fuerte peso oprimía si corazón, como si una piedra impidiera el efectivo labor del sistema sanguíneo.-¡Ramón!
El troll de piel celeste brincó con el corazón acelerado. Volteó con desconfianza para encontrar la figura de la reina de Villa Pop esperando en el marco de la entrada. Tenía esa mirada cálida que mostraba en momentos difíciles. Una mirada de la que se había enamorado hace mucho.
-¿Estás bien?-Arqueó una ceja mientras se acercaba a su novio.
-¿Yo? Sí, claro-guardó la postal debajo de la almohada de la sala-Estoy super bien, ¿por qué no habría de estarlo? Mírame, ¿acaso no soy el troll más feliz del mundo?
Trató de hacer una sonrisa de alegría, pero sólo provocó que ese gesto despertara más dudas en su novia.
La reina del Pop sabía lo difícil que podía ser para que su novio mostrar vulnerabilidad emocional y no lo culpaba.
Tomó las manos de su novio con dulzura, las levantó a la altura de sus pecho y miró el rostro evasivo de aquel troll.-¿Estás seguro que quieres hacer esto?-cuestionó sin dejar de mirarlo-. Podemos atrasarlo si te sientes abrumado.
-No, no es eso-respondió el troll de inmediato, como si no quisiera que su novia tuviera esa duda en su mente o cualquiera que la hiciera dudar de su cariño-. Es sólo que... estoy cansado.
-Oye-tomó sus mejillas con dulzura, brindando ese calor que confronta el alma-, sabes que puedes decirme lo que sea, ¿verdad? Tal vez te pueda ayudar.
La mirada del troll se perdió en la seguridad de su novia, en lo reconfortante de sus palabras y en la dulce sensación de estar a lado de ella. En su único lugar seguro.
Tomó la mano de aquella chica para guiarla hasta su mejilla. La suavidad de su amada calmó sus dudas y, por un momento, sintió que la oscuridad se disipada. Lo pensó por unos minutos, desviando la mirada en más de una ocasión, pero la troll tenía razón. Habían pasado un montón de cosas juntos, ¿por qué no podría contarle lo que carcomía su tranquilidad?-Bueno... yo...
Unos golpes en la entrada del búnker interrumpieron aquella íntima confesión.
-¡Oigan, par de enamorados!-dijo una voz hueca- ¡Salgan de una vez, tenemos que irnos!
La princesa recuperó su alegría y su personalidad extrovertida en cuestión de dos segundos, como si recordara la razónpor la que estaba ahí.
-¡Es verdad! ¡Rápido o te dejará el Orubus!
La chica tomó a su novio del brazo sin importarles las objeciones de él o la iniciación de una platica donde conocería una etapa de su novio.
Salió del bunker a toda prisa con el cuerpo de aquel troll gruñón atrás, igual a una muñeca de trapo.-¡Ey, ey!-dijo un troll de cuello largo y arete en la oreja izquierda-. Miren quien está ahí, el futuro rey de Villa Pop.
Otro troll del mismo color de piel, pero con un sombrero verde e inocente sonrisa, se acercó junto a él.
-¿Ya estás listo para el gran día?
-Chicos, basta -dijo un troll de piel plateada-. No lo abrumen todavía.
El príncipe D, su hermano y Diamantito comenzaron a platicar sobre el enorme evento de mañana. Cada uno estaba emocionado por utilizar sus trajes y celebrar el mayor evento que Villa Pop haya tenido. Los tres avanzaron rumbo al transporte mientras platicaban sobre el asunto.
Ramón los miraba algo nervioso.-Poppy, no sé si esto...
-¡De ninguna manera!-contestó, conociendo las respuestas de su prometido-. Las despedidas de solteros son fundamentales antes de toda boda.
-Pero me gustaría retomar nuestra conversación...
-Lo haremos cuando vuelvas del viaje.
Depósito un beso rápido en sus labios, lo empujó al transporte en el que todos esperaban. Ambos trolls se vieron por última vez; uno impacientemente emocionado para que el gran día llegara cuanto antes, y otro con la tristeza de iniciar un compromiso llevando secretos en ella.
El autobús partió sin esperar nada más, soltando un arcoiris que se desvanecía con la velocidad de la luz.
-¡No es justo!-gritó una voz grave. Algo extraño para ser un bebé -. ¿Por qué ellos pueden divertirse y yo no?-Señaló el lugar donde estaba el transporte con el ceño fruncido.
-Porque ellos son adultos-respondió la reina con el tono de una madre-y tú apenas eres un bebé.
El pequeño troll hizo un berrinche, mas la reina lo tomó con cuidado para ponerlo entre su cabello.
-Vamos, Diamantino-dijo al caminar con alegría-puedes ayudarme a terminar los detalles de mi vestido.
Ambas criaturas se perdieron entre la eufória por el gran momento, dejando en el aire una conversación llena de respuestas.

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No estas solo [Trolls 3: se armó la banda]
Fiksi Penggemar¿Y si Floyd no fuera el prisionero de Venner y Velvet? ¿y si Ramón ocupara el lugar de su hermano como lo decía la idea original de Dreamworks? ¿Cómo sería todo si Poppy tuviera que juntar a la banda? ¿Lograrían salvar a Ramón a tiempo o sufrirían l...