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Narra Gavi

Tras bailar aquella noche, conseguí que saliese fuera conmigo y estuve hablando con ella. Me contó que sus padres estaban en una caseta por ahí cerca, que era hija única y que Aitana y ella llevaban años siendo amigas.

Me envalentoné y le dije que me pasara su Instagram, aunque ya lo sabía. La vi aceptarme la solicitud en el momento y casi me pongo a celebrarlo allí mismo.

Después llegó un chico y nos miró fijamente.

– Triana, ¿qué haces aquí fuera?– replicó.

– Javier tranquilo, estoy tomando el aire, dentro hace un poco de calor.– murmuró.

El tal Javier me inspeccionó de arriba a abajo durante unos segundos y después se acercó para darle a ella un beso en la frente.

– No tardes en entrar ¿vale? ¿Y Aitana?

– No lo sé, salió hace rato con el amigo de él.– murmuró señalándome.– No te preocupes, ahora entro.

Javier suspiró y entonces le perdí de vista.

– ¿Es tu novio?– pregunté.

– ¿Javier? ¿Qué? No. Es mi mejor amigo, siempre ha estado con Aitana y conmigo, aunque últimamente tiene amigos de la facultad y sale mucho con ellos.– dijo mientras caminaba.

– Vaya.– dije siguiéndola.– Si quieres podemos volver a entrar.

– Creo que deberíamos ir a buscar a Aitana, es una cabra loca y no quiero perderla de vista mucho tiempo.– murmuró.

Asentí y fuimos buscando a su amiga por todos lados. Después de buscar un rato, la llamó por teléfono y le dijo que estaba con Fermín, que la veía mañana.

– Es increíble que me haya dejado aquí por un tío.– murmuró riéndose.– Creo que es la primera vez que me hace eso.

– Al menos es con Fermín.– dije.

– ¿Lo conoces mucho?– preguntó.

– Desde los ocho años.

Ella me miró fijamente y entonces se sentó en un banco que había frente a nuestra caseta.

– Mis padres, mi hermana y yo nos mudamos a Barcelona cuando tenía ocho años, las cosas empezaron a irme bien allí y cuando tuve la oportunidad, les dije que volvieran a Los Palacios y Villafranca. Fermín y yo nos conocimos por esa época, y hasta hoy, nuestra amistad no ha cambiado.

– Me alegra que todavía existan amistades así de sanas.

– Alejandro y Mario son mis amigos del pueblo, y se llevan bien con Fer también, así que siempre que puedo intento juntarles.– dije.

Ella sonrió escuchándome.

La miré fijamente y entonces ella me miró.

Me centré en sus ojos verdes, profundos y misteriosos. Toda ella me decía que iba a joderme la vida, y que me alejase cuanto antes.

Pero no podía.

– ¿Por qué te llamaron Triana?– pregunté.

– Sinceramente, no lo sé. No me gusta mucho mi nombre, es muy patriota.

Me reí.

– Puede ser que les gustase el puente.– dije.

– Ya vale con la bromita.– murmuró apuntándome con el dedo.

Sonreí levantando las manos inocente.

Después volvimos a entrar a la caseta y buscamos al resto de mis amigos.

Los encontramos inventándose los pasos de sevillana.

Triana acabó engatusándolos para enseñarles a bailar sevillanas bien bailadas.

Alejandro al principio se negaba, pero fue con el que más bailó después.

– ¿Voy a tener que empujar a Alejandro?– le pregunté a Triana cuando se acercó a mí.

– No, solo le enseño a bailar. Venga, ven, te toca.

– Ni de coña.

– Venga, quiero que sepas seguirme en las sevillanas.– murmuró mirándome a los ojos.

Cedí.

Se pegó a mí con aquel vestido y sentí su cintura rozar la mía en el momento en el que girábamos y dábamos una vuelta.

Me miraba seria mientras bailaba. Como si fuera una tigresa y yo una pobre oveja.

Mis amigos tocaban las palmas al compás de la música.

Después pusieron "Ojalá" de Fondo Flamenco y bailamos y cantamos todos.

"Ojalá pudiera ir
Volando a tu ventana
Darte un beso en la cara
Y acariciarte el cuerpo y hasta por la mañana
Llenarte de caricias sin que te despertaras
Susurrarte al oído que siempre me amaras

Te quiero
Y desde el día en que te vi me enamoré
Ay, cómo no te lo diga, yo loco me voy a volver
Que poco a poco pasa el tiempo y sé que te puedo perder"

Después los chicos empezaron a encontrarse un poco mal ya, y decidimos que debíamos marcharnos a casa.

Así que salimos y mientras Triana se despedía de sus padres yo intentaba sujetar a Mario y a Alejandro.

Cuando Triana llegó nos fuimos todos hasta mi coche y monté a los chicos en la parte trasera y la dejé a ella de copiloto.

– ¿Crees que vomitarán el coche?– preguntó ella abrochándose el cinturón.

– La verdad es que no me haría ni puta gracia.– admití.

Ella se echó a reír y bajó la ventanilla para que les diera el aire.

Yo arranqué y conduje mientras Mario y Alejandro contaban chistes malos atrás.

Triana no dejaba de reírse y yo la miré sonriendo.

– Admito que tus amigos son bastante graciosos.

– Lo sé.– dije.

Ella sonrió y miró por la ventana.

Me dio la dirección de su casa y me paré frente a la puerta.

– Bueno...– murmuró.

Yo solté un suspiro y nos miramos.

Alejandro y Mario estaban dormidos, así que nos encontrábamos a solas.

– Gracias por ofrecerte a traerme. No era necesario.– dijo.

– Me alegra haberlo hecho.

Sonrió y entonces se acercó para besar mi mejilla suavemente.

Después se deshizo del cinturón y abrió la puerta.

– ¿Te veré mañana?– preguntó.

Asentí sonriendo y ella me sonrió para después bajarse del coche.

Se despidió de nuevo con la mano y entonces caminó hasta la entrada de su casa.

Se giró sonriendo y entonces yo arranqué el coche tras verla entrar en casa.

Puse rumbo al pueblo mientras escuchaba los ronquidos de mis mejores amigos detrás.

Aquel camino de vuelta me dio mucho a pensar y supe que estaba volviéndome loco, y que quizás debía poner un poco de aire entre nosotros, pero quizás ya era tarde.

Sus ojos verdes igual habían venido para quedarse y entonces yo tenía un problema.

Porque después de estos dos días que me quedaban. Debía volver a mi vida como futbolista,

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Eeeeaaaaaa, estoy viva... o eso creo

𝐋𝐚 𝐒𝐞𝐯𝐢𝐥𝐥𝐚𝐧𝐚 +18 || Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora