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Aitana se fue de madrugada junto a Fermín y me despedí de ella ya que estaba despierta. No podía dormir después de aquel beso, y creo que no iba a poder en muchos días.

Aquella mañana me levanté y me fui a dar una ducha para espabilarme un poco.

Fui a la cocina para hacerme unas tortitas y saqué todo lo que necesitaba de los muebles, agarré una sartén y encendí el fuego. Estaba demasiado ocupada mirando como se calentaba el poco aceite que había echado cuando sentí que alguien me tocaba la espalda.

Me giré y me encontré a Gavi con el pelo mojado y mirándome con una sonrisa.

– ¿Qué preparas?– preguntó.

– Tortitas.– respondí intentando no mirarle.

Si le miraba más de dos segundos mi mente se iba al beso y entonces querría más.

– ¿Necesitas ayuda?– preguntó.

– Si quieres ayudarme, echa la masa ahí mientras yo preparo café. ¿Te gusta el café no?

Él asintió y yo cogí la cafetera y el café molido, metí el café molido en la cafetera y esperé a que se calentase.

Gavi estaba haciendo las tortitas la mar de tranquilo.

Yo puse el café unas tazas, eché leche y los metí en el microondas durante un minuto.

Ayudé a Gavi a emplatar y nos sentamos en la mesa para comer.

Ninguno decía nada. Y no sé si era incómodo o no.

Tras desayunar me fui a poner el bikini y me fui a la piscina para echarme crema solar.
Gavi fue el ultimo en bajar y me miró fijamente.

Caminó lentamente hasta llegar a mí y me miró fijamente.

– ¿No vas a hablarme durante todo el tiempo?– preguntó.

– ¿Qué?

– Llevas desde anoche evitándome Triana.

– Que va.– mentí.

– Ahá. ¿No te gustó el beso?

Lo miré y entonces sonrió.

"Hijo de puta"

– Podemos repetirlo si quieres.

– Gavi.

– Venga ya Triana, te ha encantado el beso tanto como a mí, joder.

Miré a mi alrededor intentando cambiar de tema y entonces se acercó a mí.

– Triana, déjame besarte, por favor.

Lo miré soltando todo el aire que pude y tras volver a coger aire, agarré sus mejillas y pegué mis labios a los suyos.

Él correspondió el beso y acarició mis brazos.

Cuando empecé a quedarme sin aire, me aparté y me miró.

– ¿Te has mojado?

– ¿Qué?

Se rió y entonces me empujó a la piscina y sentí el frío del agua al caer.

Saqué la cabeza del agua y lo vi mirarme desde el bordillo, con una sonrisa.

– ¿Te parece gracioso?– dije mirándolo.

– Mucho.– murmuró sonriendo.

Salí del agua sin mirarle siquiera y me tumbé en la tumbona.

– ¿Vas a ignorarme ahora?– preguntó desde el bordillo.– Solo es un poco de agua.

No contesté.

𝐋𝐚 𝐒𝐞𝐯𝐢𝐥𝐥𝐚𝐧𝐚 +18 || Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora