XIII

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Mi madre me había escrito por la mañana aquel día para preguntarme como estaba.

Había empezado a echar de menos a Aitana, llevábamos sin vernos ya una semana casi y parecía que habían pasado meses.

No estaba muy acostumbrada a estar despegada de ella. Gavi seguía vigilando que Juan no se acercase demasiado a mí, aunque estaba claro que era misión imposible: estábamos en el mismo barco.

Los días habían ido pasando bastante rápido, y sinceramente Barcelona empezaba a gustarme. Me daba mucha tranquilidad, aunque nunca podría amarlo tanto como Sevilla.

Sevilla era mi casa, mi hogar y mi lugar seguro.

Tras aquellas mini vacaciones Gavi volvía a los entrenamientos de recuperación y yo mientras me dedicaba a pensar que hacer con mi vida.

La facultad empezaba en nada, y todavía no sabía que hacer.

Siempre había pensando en dedicarme a la medicina, aunque ahora mismo ya no lo veía tan claro.

Gavi llegó a casa unas horas después y tras ducharse, fue hasta la cocina para ayudarme a preparar la comida. Aquella vez hicimos ensalada y algo de pescado.

– ¿Qué quieres hacer después?– preguntó mientras se llevaba el tenedor a la boca.

– No lo sé, la verdad. Me encantaría pegarme durmiendo toda la tarde.

Gavi me miró con una sonrisa a la vez que negaba con su cabeza.

El verano y el calor me agotaban. Solía pasarme todos los veranos encerrada en casa, leyendo libros por doquier y durmiendo hasta perder la noción del tiempo. Aunque estando en Barcelona y con Gavi, no quería hacerlo.

– Podemos ir a PortAventura, igual los chicos quieren acompañarnos.– murmuró bebiendo agua.

– Me parece buena idea, aunque necesito mi siesta reparadora.– respondí sonriendo.

– Por supuesto.– respondió obvio.

Me reí y tras acabar de comer ambos nos tumbamos en el sofá, pusimos el aire acondicionado y Gavi puso una película.

Estaba viendo la película cuando mis ojos empezaron a pesar y los cerré, quedándome profundamente dormida.

Cuando abrí los ojos vi a Gavi levantarse.

– Levanta, Balde viene a buscarnos.– dijo.

Adormilada, me levanté y fui a lavarme la cara y a vestirme. Me puse un pantalón corto y un top de color azul pastel.

Bajé y Gavi abrió la puerta justo cuando el coche de Balde hacía su aparición en la entrada.

Nos montamos y mientras ellos hablaban de la nueva temporada y el fútbol, yo fui escribiéndole a Aitana.

Cuando llegamos, hicimos la cola, compramos la entrada y fuimos paseando para ver que atracciones había.

La verdad es que yo era muy miedica con estas cosas. Era de las que se quedaban abajo de la atracción sujetando las cosas de sus amigos, que estaban arriba.

Pero entonces me acordé de Aitana, y de lo mucho que le encantaban estas cosas, y me aventuré a montarme.

Gavi al principio no estaba muy convencido de verme montarme, pero no dijo nada hasta que su querido amigo Juan se unió a mí.

– Tú cierra los ojos y en cuanto menos te lo esperes, ya estamos de nuevo abajo.– me dijo mientras el supervisor de la atracción me ponía el cinturón.

– Es la primera vez que hago esto...– dije.

– Entonces, tómatelo con calma. Si lo necesitas, agarra mi mano y apriétala.– respondió con una sonrisa.

Solté todo el aire que pude y entonces la atracción empezó a subir.

Miré a Gavi, que estaba abajo, con mi bolso colgando de su hombro y le enseñé el pulgar hacia arriba.

– Viene la caída, ¿estás lista?– preguntó Juan a mi lado.

– No.– admití.

Cerré los ojos y entonces sentí como la atracción bajaba a toda velocidad y mi estómago empezó a cosquillear.

No abrí los ojos hasta que los chillos que se escuchaban en la atracción cesaron.

Juan me miró con el pelo despeinado por el aire y yo sonreí.

No había estado tan mal.

– ¿Has visto? Estás viva.– dijo sonriendo.

Asentí y cuando la atracción paró, me bajé y fui hasta Gavi.

– ¿Estás bien?– preguntó.

– Ha sido increíble.– respondí sonriendo.

Él me abrazó y entonces seguimos caminando.

Balde, Juan y los amigos de Gavi se montaron en otra montaña rusa y Gavi y yo fuimos a por algo de beber.

– ¿Lo pasas bien?– preguntó.

– Esto mola mucho.– dije sonriendo.– Gracias por traerme.

– Gracias a ti, por venir.– murmuró.

Nos miramos durante unos segundos y entonces agarró mi cara para besarme.

Correspondí el beso y entonces le escuché soltar un sonido gutural, que me hizo tambalearme.

Cuando se apartó, me besó la cabeza y me dio la mano para volver a buscar a los demás. Al llegar nos encontramos con que ellos se bajaban y entonces fuimos avanzando por todo el parque.

Me monté en un par más con Balde, Alejandro y Mario.

Y conseguí convencer a Gavi para que se montase conmigo en otra.
Parecía que no se asustaba, así que no entendía el por qué no se montaba más a menudo.

Cuando el parque cerró, fuimos hasta el coche de Balde y me monté.

Mientras llegábamos a casa, cerré los ojos sintiéndome totalmente relajada. Aitana me había escrito diciendo que me echaba de menos y que ya quedaba poco para vernos.

Los chicos jugaban la final el domingo y la verdad es que tenía muchas ganas de verla.
No iba a ser una final fácil, porque jugar contra Inglaterra tenía su miedo, pero apostaba que iban a ganar.

Gavi también lo creía.

Cuando llegamos a casa, Gavi se puso a hablar por teléfono y yo fui a ponerme el pijama tras darme una ducha.

Cuando volvió, preparamos la cena y me dijo que le habían invitado para ir a ver la final.

– Vente conmigo.– murmuró.

– No creo que los de la Real Federación de Fútbol estén de acuerdo.

– Pues deberían, tú y yo vamos en pack. No pienso dejarte aquí sola ni de coña.

– Puedo quedarme con Juan.

Me fusiló con la mirada y yo me eché a reír. Era muy fácil hacerlo rabiar.

– No vuelvas a hacer esa broma.– murmuró.

Me acerqué a él para intentar abrazarle, y aunque al principio se resistió, después me abrazó y me sentí cómoda en sus brazos.

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Ohhhh lloro estrellitas 🥹✨

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⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

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𝐋𝐚 𝐒𝐞𝐯𝐢𝐥𝐥𝐚𝐧𝐚 +18 || Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora