Capítulo 1

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Aprieto mis dedos alrededor de la copa y con mi palma le doy leves golpes a la base.

Mi vestido es ajustado y los tacones me están matando, odio este tipo de eventos por esto, pero no se puede hacer nada si es por trabajo.

Miro a mi jefe quien está a solo unos metros. Unos cuantos socios lo rodean y las mujeres que los acompañan lo miran con mucho interés. Debe ser un tema muy interesante el del cual estén charlando y tengo curiosidad, pero decido quedarme en mi lugar.

Pasan otros minutos más y siento como si todo estuviera encogiéndose. Hay mucha gente, el salón es muy espacioso, pero aun así hay mucha gente y yo necesito tomar aire.

Dejo la copa intacta sobre una mesa cercana y camino hacia un gran ventanal que al cruzar entras a una terraza con vista a los jardines. Me quito los tacones sosteniéndolos con dos de mis dedos y camino hacia el balaustre. Dejo los tacones sobre una esquina de la superficie plana y recargo mis brazos en ella, respirando el aire nocturno y relajándome ante el silencio.

En todos los eventos donde acompaño a mi jefe, hay músicos tocando lindas baladas, pero nadie baila. ¿Porque no bailan? Los músicos fueron contratados para tocar con el fin de que la gente baile ¿No?

Cuando le pregunté a mi jefe me dijo que estoy en lo correcto, pero que en este tipo de eventos es solo para aparentar. ¿La razón? Porque va con el estilo del lugar. Es confuso y aun no lo comprendo del todo, pero sigo trabajando en hacerlo.

Pasan varios minutos en los cuales estoy cómoda con el silencio, e incluso cuando escucho pasos acercarse no me muevo y continúa respirando el aire nocturno con los ojos cerrados.

Siento su presencia en mi lado derecho y poco después el roce de la tela en mi brazo desnudo.

—¿Ya quieres irte? — pregunto una voz cansada.

—La pregunta debería de ser, ¿Ya quiere retirarse, señor? — él suspiró.

—Estoy agotado. — abrí los ojos y miré a mi izquierda. Mi jefe se encuentra en mí misma posición, pero a diferencia de mí, él está cansado y tenso.

—Creo que estaba compartiendo una charla agradable.

—Para nada. — bufo. —Hablar de negocios es lo último que quiero hacer después de 16 horas de trabajo.

—Se veía muy interesante. — me miró, una ligera sonrisa perezosa en sus labios me hizo ver lo ingenua que fui. —Veo.

Suspiró y cerro sus ojos, relajándose. Aparte mis ojos de él y mire al cielo, hoy no hay luna ni estrellas. Todo está cubierto por una gruesa capa de nubes oscuras que destellan tonos purpuras advirtiendo un posible aguacero.

El hombre del clima dijo que azotaría una tormenta en la madrugada y recomendó resguardar papeles importantes dentro de bolsas de plástico al igual que cerrar muy bien las puertas y ventanas.

—Parece que algo grande se acerca. — comentó mi jefe ante la ráfaga de viento fresco que nos ha cubierto.

—El hombre del clima se equivocó. — dije, con mi mirada aun en el cielo y las hembras de mi cabello sacudiéndose frente a mi rostro. —¿Deberíamos irnos?

Ante el repentino silencio, gire la cabeza para verlo, pero mi cabello aún seguía volando así que tome el mechón con los dedos y lo sostuve detrás de mi oreja. No debí de traerlo suelto.

Mi jefe me observa de forma muy detallada, sus ojos están desenfocados y llegue a la rápida conclusión de que está perdido en sus pensamientos. Lo ideal es esperar a que salga de su trance, pero un resplandor en el cielo seguido de un fuerte estruendo me hizo saltar hacia atrás y llevarme las manos a los oídos al mismo tiempo que cerraba con fuerza los ojos.

La amante del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora