2. ESPERANZA DE UN HERMANO

40 10 0
                                    

Hace diez años...

Era un día cualquiera de primavera. Llegué a casa con mi hermana de la mano mientras me explicaba con entusiasmo algunas de sus aventuras en la escuela. Su risa infantil resonaba como una melodía alegre, un contraste doloroso con lo que nos esperaba al cruzar la puerta de nuestra casa.

Amaba verla sonreír; esos ojitos azules, llenos de inocencia, me enternecían el alma. Sabía lo que nos esperaba al llegar a casa. Un lugar que debería ser nuestro refugio, pero que para nosotros solo significaba una cosa: dolor.

Dolor. Eso resumía nuestros momentos en aquella casa a la que nos obligaban a llamar hogar. Las paredes parecían guardar el eco de los gritos y el aire estaba cargado de una tristeza que se sentía en cada rincón.

Yo ya estaba acostumbrado a los gritos, súplicas y llantos, pero mi hermana no. Solo tenía seis años, una edad en la que debería preocuparse por juguetes y risas, no por sobrevivir. Tenía que proteger a esa niña de ojitos soñadores del monstruo que compartía nuestro techo.

...

Al llegar a casa, nos recibió un fuerte estruendo, algo rompiéndose. Sin ser consciente de mis propios movimientos, corrí a ver qué había ocurrido. Nada bueno.

Mi madre se encontraba llorando en un rincón, tapándose la cabeza con las manos mientras a su lado yacían los restos del jarrón que había roto mi padre. Él no se encontraba en la habitación. Había huido, dejándonos una vez más con el corazón en vilo.

Mi madre levantó la cabeza y, con tan solo una mirada, entendí lo que quería que hiciera. Quería que llevase a la pequeña niña de ojitos azules a su cuarto. Que la distrajera, que la alejara de aquel infierno por un rato.

Y eso hice.

La pequeña jamás me preguntó por lo sucedido, pero en su mirada se veía el miedo. Quería protegerla del monstruo, pero solo era un niño de doce años. Lo único que podía hacer era esperar, tratar de ser fuerte y buscar la manera de que todos saliéramos vivos de esta tortura.

Ese fue el día en que me prometí salvarlas de la bestia que nos atormentaba. Miré a mi hermana y supe que, a pesar de todo, encontraría la manera de sacarlas de ese lugar.

Ese día, supe que recuperaríamos nuestras sonrisas.

CONTANDO ESTRELLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora