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— Por enésima vez Max, Sócrates y Hipócrates no son la misma persona— me regañó el castaño que se encontraba conmigo en la biblioteca, este tenía sus dedos en su frente tratando de que una vena no se le reventara, debido a que llevábamos más de dos horas en ésta y no había entendido nada todavía.

Cabe recalcar que lo único que sabía de la filosofía era la típica frase de:

"Pienso y luego existo".

Y eso era porque Bobby siempre la decía cada que quería hacer una cagada en su vida.

Ya estaba harto, no había entendido nada de lo que me había explicado Bradley, a este paso preferiría estar pescando con mi papá quién me hacía mil preguntas por minuto, que estar un segundo más en la biblioteca.

Ojalá me hubiera guardado ese pensamiento.

— Esto no va a funcionar —dijo Bradley con rendición dejando recostar su espalda en el respaldar de la silla.

Ya llevábamos más de tres semanas estudiando lo básico para Decatlón y por mi parte no había mucho avance.
Eso estresaba a Bradley quién llevaba todo este tiempo preparándome para el evento que decidiría nuestra participación en la esperada apuesta.

¿Por qué siempre los nombres de los filósofos tenían que ser tan exóticos?.

No les basta con llamarse como: Pedro o Juan.

Ya me bastaba con Pitágoras que me había traumado en toda la preparatoria y ahora tenía que volver a verlo hasta en la sopa.

— Bien novato, tendré que recurrir a actos extremos contigo. Lo intenté por las buenas, pero tocará por las malas. Lo llamaré a él.

El castaño me miraba con una mirada que totalmente desconocía, no entendía a quién se refería hasta que vi la sonrisa maquiavélica en su rostro.

— ¡Ja!. No te atreverías ni en un millón de años Bradley.

Para cuando me di cuenta él ya había tomado mi celular.

Inmediatamente mi primera reacción fue ponerme de pie intentando arrebatarlo de las manos éste. Forcejeamos un rato y veía como Bradley escribía de a poco un mensaje a mi padre en el acto.

— "Querido papá, te extraño mucho y no sé si te gustaría venir hoy a la universidad para pasar el rato. Con amor tu hijo querido, Max." — dijo Bradley, quién deletreaba palabra a palabra como iba escrito el mensaje que estaba dispuesto a mandar.

— ¡Devuelvemelo de una maldita vez Brad!.

En un intento desesperado por detenerlo mi cuerpo puso todo su peso en él, provocando que cayera encima de éste.

Mi primera reflejo fue quitarle el celular de sus manos, para cuando bajé mi vista, recobré el sentido, me di cuenta que su rostro y el mío estaba a menos de un metro de distancia.

Inmediatamente mi atención se enfocó en sus ojos, por alguna razón no podía quitar mi vista de ellos y éste me devolvía la mirada enfocándose en mi rostro también.

Agradecía por todos mis ancestros. Si es que tenía. Que estábamos en un lugar apartado de la biblioteca, porqué cualquiera que viera en la posición que estábamos podría malinterpretar la situación.

El silencio nos rodeó, por un segundo creía escuchar un coro de pulsaciones en mi pecho y la atmósfera por un segundo me hizo perder en ciertos aspectos físicos que antes no había visto de Bradley.

Mi mente se sentía perdida admirando las facciones de él, hasta que escuché un portazo que retumbó todo el lugar y despertandome de mi trance.

Mi primera reacción fue tomar distancia  y volver a mi asiento bajando la mirada.

10 cosas que detesto de ti ┆MaxleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora