Realmente, no lo sé

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Cuando se trata de ti soy tan débil que me odio, cuando se trata de ti, puedo esperar durante horas, es tan conflictuoso para mí ¿Tu sientes lo mismo? O ¿Solo soy yo y mi pobre corazon de cartón?

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─ hola, Suguru.

Me removí incómodo en mi lugar, ahora realmente no quería verlo.

─ ¿Cómo te fue en tu cita con psicología? ─ La preocupación en su voz me removió el pecho, no estaba preparado para esto.

─ Fue bastante normal, como siempre.

─ Ya veo...

El silencio llegó de forma incómoda, la necesidad de dormir también, por un lado, quería que se fuera de mi cuarto, por el otro quería que se quedara aquí, conmigo. Siempre parecía tener sentimientos tan chocantes cuando se trataba de él, no había momento en el cual su aura no me cautivará de forma lenta, adormeciendo mis sentidos y dando ese sentimiento de felicidad que me daba ganas de llorar, tristemente no solo por esa felicidad tenía ganas de llorar.

─ Satoru yo-

─ No, solo, no. Por favor Geto, ahora no.

El aura tan pronto se fue regresó y con ella su aterrador silencio, incluso el aire se sentía levemente pesado, un frío que antes no noté me recorrió, estaba helando.

─ Yo... ¿Hice algo mal?

La pregunta me removió las entrañas, las náuseas atoradas en mi garganta haciendo presión en el nudo cerca de ella.

─ No, no es eso.

Mi voz salió más baja de lo que pensé y sin igual se escuchó tan fuerte en mis oídos, mi propia voz me estresaba, era abismal, tan desolante.

─ Entonces. ¿Que pasa Satoru?

Mis manos se cerraron en puños, un sentimiento indescriptible empezó a quemar dentro de mi. Azote la puerta de golpe, seguramente hizo eco en todo el pasillo deprimente de hospital. Paredes blancas, piso limpio, decoración minimalista que nunca concordó con el alma insignificante que tengo dentro de mi, todo en ese momento parecía distinto, los anteriores pósters en mis paredes llegaron a mi recuerdo como una alucinación cruel de mi cerebro, al igual que la ropa regada y el tocador con su espejo totalmente rayado cubriendo el reflejo que tanto odie siempre.

Creo que todavía lo odio.

─ ¡Eso es lo que pasa! ─ el cambio de volumen rasgo en mi garganta, y sin igual ahora no quería meditar en eso ─ ¡Siempre eres tan bueno! Vas en contra de cada sensación que tengo, alivias esa desesperación de peligro, no... ¡No me gusta!, no me gusta pensar en que lograste derribar una barrera que tanto protejo.

Por un momento, me pareció ver qué se queria acercar, pero claro, la forma en la que se alzo mi voz lo hizo retroceder de inmediato. Parecía no saber que hacer, al igual que yo él ya no sabe que hacer conmigo. Pensé que hasta aquí había llegado, pensé genuinamente que lo siguiente sería un silencio incómodo; irse después de unos miseros minutos y completamente enojado por haberle gritado.

Esa sería la reacción usual de cualquier otro que no fuera mi madre.

Fui iluso al pensar que Suguru Geto era normal.

Sus pasos lentos cada vez más cerca de mi fueron la única fuente de sonido en el ambiente extrañamente frío, después sus manos tocaron mis hombros con una fragilesa que me dió escalofríos. De pronto el frío en la habitación ya no era tan espantoso.

─ Lo siento Satoru, no pelees conmigo ¿Está bien? Hablemos, hablemos de forma normal. ─ el agarre en mis hombros se intensificó, mis ojos picaron con lágrimas contenidas y solo una cosa surcaba mi mente.

¿Por qué?

Me trataba como si no le hubiera gritado hace menos de unos minutos, me trataba como si no fuera un cretino hace unos segundos, como si no hubiera azotado la puerta tras de mi.

─ ¡No me toques! ─ me aparte con brusquedad de su suave tacto importandome poco si el frío volví a golpearme.

Sus ojos reflejaron ese claro sentimiento de no saber que hacer, sus manos temblaron de forma sutil y esa maravillosa expresión de calma tan común en él pareció caer.

No quería hacerle daño, no quiero hacerle daño pero estoy condenado a lastimar a los que más amo.

Tal vez por eso me interne aquí, para no lastimar a nadie más.

─ Vete por favor.

─ ¿Que?

Mire al suelo, incapaz de enfrentar sus dulces ojos llenos de confusión. La frustración y el arrepentimiento resonando en mis oídos, en mis manos transformadas en puños y en mi cuerpo tan tenso.

─ Vete ¡Largo de mi habitación!

Mis ojos se llenaron de esa ridícula agua salada, las palabras en mi cabeza se repetían con tanta fuerza, llorar no es de fuertes y se supone yo soy el mas fuerte.

─ ¿Por qué?

Su voz... Removió el corazón en mi pecho, no entiendo en qué momento me encariñé, no entiendo en qué momento esas burlas y platicas casuales se transformaron en cariño.

Soy un tonto cuando el entra a la habitación, soy un tonto cuando me habla, solo, soy un tonto cuando se trata de él.

Tomó mi rostro entre sus dedos, alzo mi cara obligandome a verlo, su cara llena de preocupación no quito la belleza que tenia, su piel de tono lechoso levemente bronceado de una forma tan sutil que si la lejania fuera mas no le notaria en lo absoluto.

─ ¿Por qué me pides que me valla sabiendo que deseas que esté aquí? No me alejes Satoru, por favor, no quiero irme de tu lado.─ sus labios moviéndose al compás de sus sedosas palabras apaciguando esa frustración de forma lenta pero aún así apaciguandola.

Por un segundo, las ganas de preguntarle si Instagram se pararon en mi lengua, danzando con burla por mi falta de valentía para hacerlo.

Sus dedos pasaron por debajo de mis ojos limpiando esas odiosas lágrimas, no noté cuando salieron, no quería que salieran, y sin igual las agradecía de algún método. Su mano libre volvió a mi hombro y me trajo hacía él.

De repente ya no hacía frío, era cálido, no lo suficiente para quemarme, simplemente perfecto.

Apoye mi cabeza en el espacio entre su hombro y su cuello, sus manos viajaron a mi cabello acariciando con una especie de dulzura la cual en cualquier otro momento y circunstancia me hubiera puesto extrañamente incómodo, correspondi el abrazo y segundos después las lágrimas empezaron a rodar, manchando la bata a la cual me aferraba como si mi vida dependiera de ello.

Me di cuenta de que estaba condenado cuando incluso después de terminar de llorar me seguí afectando, estaba perdido, el hecho de no querer soltarlo me lo confirmó.

Mierda, esto no debería estar pasando.

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Solamente... Ella.

Cuando Hace FrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora