Capitulo XIV

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Mientras Naruto reflexionaba sobre su respuesta, de repente una sombra cruzó el paisaje iluminado por la luna, captando su atención. La silueta de un gran pájaro se deslizaba con gracia por el cielo nocturno. Descendió aterrizando suavemente en el brazo extendido de Sasuke.

El ahora castaño, con el rostro iluminado por el suave resplandor de la luna, permaneció tranquilo y sereno. Con un movimiento practicado, murmuró un encantamiento en voz baja. Una pequeña bola de luz cobró vida en su palma, proyectando un suave resplandor. El orbe flotó hacia arriba, flotando cerca de la pata del pájaro, revelando un pequeño pergamino atado.

La luz reveló las elegantes plumas del pájaro y los delicados detalles del pergamino, cuyo papel brillaba débilmente bajo el brillo mágico. Los ojos de Sasuke se entrecerraron en concentración mientras desataba con cuidado el mensaje, el pájaro permaneció perfectamente quieto.

Mientras tanto, el ahora pelirrojo no podía apartar sus ojos del castaño. Cada movimiento, cada gesto sutil parecía atraerlo, manteniéndolo casi hipnotizado. La forma en que los dedos de Sasuke desataron hábilmente el pergamino, la serena concentración en sus ojos y el suave murmullo de su encantamiento, todo lo cautivó por completo.

Mientras la bola de luz iluminaba el rostro de Sasuke, proyectando suaves sombras y resaltando sus rasgos afilados, la mirada del pelirrojo sin darse cuenta se desvió hacia sus labios. Estaban ligeramente separados, moviéndose con silenciosas palabras, y la vista provocó un inesperado aleteo en su pecho.

Al darse cuenta de dónde se habían desviado sus ojos, parpadeó rápidamente y su rostro se sonrojó de vergüenza. Sacudió la cabeza vigorosamente, tratando de aclarar su mente de los pensamientos inapropiados que se habían apoderado de él. Rápidamente, se dio unas palmaditas en las mejillas con las manos, esperando que el ligero escozor lo sacara de su trance.

¡¿Que te está pasando Naruto Namikaze?!- se sorprendió al pensar en su nombre algo le decía que estaba incorrecto.

Sasuke, absorto en su tarea, parecía ajeno a la agitación interna del rubio, dejando al rubio lidiar con la inesperada avalancha de emociones que había despertado dentro de él.

- Ese es el mismo halcón que me enviaste antes, no?- dijo tratando de desviar esos pensamientos.

- Sí- dijo mientras terminaba de leer el pergamino para después guardarlo en sus prendas.

- ¿Que decía el pergamino?- preguntó el pelirrojo.

- Parece que los Akatsuki se dirigen en esta dirección.

- Ya veo... ¡¿Eh?! ¡¿Enserio?!

- Si, al parecer se dirigen hacia la reliquia que estamos buscando.

- ¿Qué vamos a hacer?

- Según el pergamino van a tardar unos dos días en llegar.

- ... ¿Quien te mandó el pergamino?

- ... Mi hermano.

- Eso significa que el también..

- No, él es de este mundo- dijo cortante.

- Entonces como..

- Hice un trato con el- dijo evitando la mirada del pelirrojo.

- Puedo preguntar..

- No- dijo cortándolo.

- Ya veo... - respondió un poco desanimado.

El castaño no pudo evitar notar que los hombros de Naruto se hundían y su expresión vacilaba con cada respuesta breve que daba. Una punzada de culpa se retorció en su pecho cuando vio que los ojos alguna vez brillantes de su compañero se oscurecían y el desánimo se posaba como una sombra sobre sus rasgos.

La habitual energía vibrante de Naruto pareció menguar, reemplazada por una silenciosa resignación que era difícil de ignorar. Los agudos ojos de Sasuke captaron cada cambio sutil: la forma en que la mirada del ahora pelirrojo cayó al suelo, el ligero movimiento de sus dedos y las sonrisas forzadas y poco entusiastas que ya no llegaban a sus ojos.

Sasuke sabía que sus palabras habían sido cortas y tal vez más duras de lo que pretendía, su concentración en sus tareas urgentes le hizo pasar inadvertidamente por alto el impacto en su compañero. Hizo una pausa por un momento, el peso de sus acciones cayó pesadamente sobre él, y decidió encontrar una manera de enmendarlo.

- ... Me está ayudando con la condición de parar la futura revolución de mi padre...- dijo resignado.

- ... ¿Es por eso que te ves tan cansado?

- Sí...

- ¿Por qué no me lo dijiste antes?

- No quería preocuparte...- murmuró un poco apenado.

Cuando el ahora pelirrojo escuchó a Sasuke confesar que no quería preocuparlo, una oleada de emociones lo invadió. Se quedó allí, momentáneamente sin palabras, su mente luchando por procesar la inesperada admisión. Sus mejillas se sonrojaron de un delicado color rosa, el calor de la vergüenza subió por su cuello y se extendió por su rostro.

Su corazón dio un vuelco y una extraña mezcla de confusión y calidez se instaló en su pecho. La vulnerabilidad en las palabras del castaño fue cautivadora, despojando la habitual fachada cautelosa que llevaba. La mirada del pelirrojo se movió alrededor, evitando el contacto visual directo, sin saber cómo reaccionar ante la sinceridad de la declaración.

Sus manos se movieron levemente, sus dedos se movían mientras intentaba encontrar una respuesta. El silencio se prolongó, lleno de sentimientos no expresados y del peso del momento. La vergüenza se mezcló con una tímida apreciación, lo que hizo difícil articular el torbellino de pensamientos y emociones que ahora nublaban su mente.

- No digas cosas así de la nada Teme...- dijo con una mano en su nuca.

- Hmm, tenemos que apresurarnos y salir del reino, este hechizo me consume mucho maná- cambio de tema mientras desaparecía la bola de luz.

- ¿Qué hechizo?

- El de cambiar nuestras apariencias- dijo mientras aceleraba la cabalgata.

- Oh, de acuerdo- aceleró también.

Poco después llegaron a las afueras del reino, el paisaje poco a poco fue dando paso a la presencia de altísimos muros de piedra. El aire estaba cargado de anticipación. Mientras se acercaban al portón del reino, vieron a dos caballeros vigilando las enormes puertas de hierro.

Los caballeros, ataviados con relucientes armaduras que reflejaban los últimos rayos del sol poniente, eran figuras imponentes. Sus cascos oscurecían sus rostros, pero su postura alerta y el firme agarre de sus lanzas decían mucho de su disposición a defender el reino. La puerta en sí era una estructura impresionante, con barras de hierro forjado intrincadamente entrelazadas, que se alzaban como una barrera formidable entre el interior del reino y el mundo exterior.

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