Prologo

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En un luminoso pero caótico plano divino, donde los colores vibraban con una intensidad más allá de la comprensión humana y el aire se mantenía cargado de una energía etérea, el salón del Consejo del Amor resonaba con discusiones acaloradas. Cupido, el dios del amor, observaba con frustración a sus múltiples hijos, cuyas voces se elevaban en un crescendo de desacuerdo.

El salón era majestuoso, con altos techos de mármol blanco y columnas adornadas con relieves de parejas entrelazadas en dulces abrazos. Los grandes ventanales, decorados con intrincados vitrales, dejaban pasar una luz dorada que bañaba la estancia en un resplandor cálido y acogedor. Sin embargo, la atmósfera dentro del salón estaba lejos de ser tranquila.

"¡Debería ser alguien con experiencia! El infortunio que carga esta muchacha está por sobre nuestra jurisdicción," argumentó Ekarat, uno de los hijos mayores de Cupido, con el ceño fruncido. "Ya han ido algunos hermanos en su ayuda, pero sus flechas simplemente no hacen efecto en ella. Se necesita a alguien mucho más especial." Sus alas doradas se agitaban con impaciencia mientras señalaba con firmeza a una de sus muchas hermanas menores, Tida, cuya mirada tranquila y alas plateadas reflejaban serenidad.

"Sabes bien que la experiencia no lo es todo," replicó Tida con calma. "Quizás esta vez necesitamos enviar a alguien con verdadera pasión y comprensión del amor. Su Aegis es demasiado fuerte."

En medio del bullicio, Love, una joven diosa con cabello largo y castaño que fluía como un río de seda, observaba en silencio el caso que se les había presentado. Sus alas, de un suave tono rosado, permanecían plegadas mientras muchos de sus hermanos discutían sin llegar a ningún consenso. Love, cuyo nombre representaba su esencia pura y desinteresada, sentía que algo debía (y podía) hacer para ayudar a esta humana, porque los datos que les fueron presentados a todos los presentes eran contundentes: la mujer con apatía al amor padecía de Amoris Aegis, la afección que le otorgaba un "escudo" contra el amor y, por consiguiente, contra las distintas flechas de oro de sus hermanos.

Cupido, con su arco dorado descansando en su trono de nubes, suspiró profundamente. "Este humano es especial," declaró con voz resonante. "La tarea de guiarla hacia el amor no puede ser tomada a la ligera. Debemos enmendar los años y años de afección que se le fueron impuestos."

Mientras la conversación continuaba, Love se puso de pie. Su presencia, aunque no imponente en comparación a muchos de sus otros hermanos mayores, emanaba una calidez que hizo que los demás se volvieran hacia ella. "Padre," comenzó, con su voz suave pero decidida, "me ofrezco para esta misión."

El silencio cayó sobre el salón antes de que algunos murmullos comenzaran a hacerse presentes.

"¿No hace poco se le asigno una tarea en el plano terrenal a Love? ¿Sería correcto darle un caso de este tipo?"

"Pero sus resultados fueron favorables, quizás no sea una idea tan equivocada."

"Pero así, ya tiene otros casos pendientes a trabajar, no sería correcto asignarle un sujeto difícil como este."

Todos los ojos estaban puestos en Love, cuya determinación brillaba como un faro en la tormenta de comentarios. Cupido la miró con sorpresa, pero también con una pizca de orgullo.

"Love, tú eres joven y no has sido probada en tareas de este tipo. Casos como el de la señorita Milk Pansa Vosbein son bastante demandantes," dijo Cupido con cautela. "¿Por qué crees que tus flechas podrían ser las indicadas?"

Love dio un paso adelante, su corazón latía con fuerza, pero su mente se mantenía con demasiada claridad, algo dentro de ella le decía que debía hacerlo desde el momento en que vio la ficha técnica del caso, que quizás sus flechas doradas sí podrían ser capaces de unirla con su verdadero amor. "Porque entiendo lo que significa amar sin reservas, sin condiciones. Este humano necesita más que un empujón; necesita experimentar el amor en su forma más pura. Y eso es algo que puedo ofrecerle antes de dispararle alguna de mis flechas."

Malai, una de sus hermanas mayores, asintió lentamente, con sus ojos brillando de aprobación. "Tiene razón," dijo suavemente. "Love siempre ha mostrado una compasión y un entendimiento profundo del amor tanto en el plano divino como en el terrenal."

Cupido meditó en silencio por un momento antes de asentir. "Está bien, Love. Irás al mundo terrenal. Además de tus responsabilidades habituales, tendrás la misión especial de guiar a este humano hacia su verdadero amor. Recuerda que esta tarea probablemente sea mucho más extensa que las anteriores que hayas realizado. Si llegas a enfrentar alguna dificultad, no dudes en enviar una flecha de luz."

Love inclinó la cabeza con respeto. "Entiendo, padre. Haré todo lo que esté en mi poder para cumplir esta misión."

Mientras los murmullos de aprobación se extendían por el salón, Cupido levantó su arco dorado y dibujó un símbolo en el aire. Una puerta de luz brillante se materializó, con un resplandor prometiendo una transición hacia el mundo terrenal. "Adelante, Love," dijo Cupido. "Que la armadura contra el amor de este humano sea atravesada por tus flechas."

Con un último vistazo a sus hermanos y a su padre, Love desplegó sus alas rosadas y se dirigió hacia la puerta de luz, su corazón lleno de determinación y su espíritu preparado para la tarea que le aguardaba.

Al cruzar el umbral, la joven diosa sintió cómo la energía del plano divino la envolvía, llevándola hacia el comienzo de su tarea en el mundo de los mortales.

Y así, con valentía y determinación en su corazón, Love descendió a la Tierra, dispuesta a cambiar el destino de un alma en busca de encontrar el que seria, su amor verdadero.


Amoris Aegis: Del latín, este término sugiere que la persona tiene un "escudo" (aegis) contra el amor (amoris).

Love Countdown [MilkLove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora