Capítulo 10.

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Ouma Wang

La obscuridad era aplastante, tanto que me hacía chillar del miedo.

Yo odiaba ese sitio, tan obscuro, tan estrecho. Era una especie de armario o pequeño almacén que estaba en el sótano de la casa, desde que era pequeño, mi tía había descubierto mi pavor por la obscuridad, así que le gustaba encerrarme en ese sitio para castigarme. Después de darme brutales golpizas, me arrastraba aquí donde ni un solo rayo de luz se podría ver, y me encerraba por días o incluso semanas.

Eso me hacía gritar del pavor y llorar por horas, golpeaba la puerta de madera que cerraba ese sitio sin poder salir, y aunque suplicaba aterrorizado que me liberaran, ella nunca lo hacía. Mi tía solo se quedaba parada fuera y se reía mientras me escuchaba gritar.

Esos terribles traumas habían ocasionado que mi miedo a la obscuridad se convirtiera en el más absoluto pavor, y que comenzara a volverme claustrofóbico. Mi miedo llego a tal punto que incluso tenía que dormir con una luz encendida en mi habitación hasta ahora.

Un miedo que solo había pasado con Reid, mi alfa, que cuando me abrazaba en medio de la obscuridad calmaba mis temores, y me hacía dormir incluso en una obscuridad más grande que la que me encontraba.

Pero Reid no estaba ahí conmigo.

Yo me encontraba en el frio y sucio suelo de ese agujero, con las cuerdas que me ataban cortándome las muñecas y los tobillos, y esa mordaza que me impedía gritar lastimando mis labios.

Me sorprendo un poco cuando escucho que la puerta del armario se abre, y aunque estoy atado intento arrastrarme hacia la luz, siendo detenido por mi primo quien sin dudarlo entra al armario a mi lado.

—Vaya, te ves tan asustado y destruido, tu bonito cabello fue cortado, pero sigues siendo lindo, eso es impresionante —dice mi primo Nobu, subiéndose sobre mí en el suelo.

Cerrando los ojos me remuevo incomodo, intentando quitármelo de encima, ya que no me gusta en absoluto que él se esté tomando tantas libertades, odio tenerlo cerca.

—¿Por qué tenías que ser tan desobediente? —pregunta él comenzando a tocarme— Solo un par de meses más, y mi madre me hubiera permitido tomarte como mi esposa... Pero no, tú al igual que los demás omegas siempre corren hacia los alfas como unas perras en celo, eso siempre has sido Ouma, una asquerosa perra en celo que no sabe cerrar las piernas.

Intento poner la mente en blanco, ya que no es la primera vez que él me hace algo como esto, aprovecharse de mi sabiendo que estoy indefenso.

—Pero aprovecharé esta que será nuestra última vez juntos, ya que pronto tendrás un nuevo dueño, que probablemente te enseñe la disciplina que tanto necesitas... Este es el adiós para nosotros, Ouma.

Con sus palabras entendí que ese era el fin, y aunque no temía ser vendido a un alfa o incluso morir esa noche, en lo único que podría pensar era en Reid, y en lo mucho que me dolía ni siquiera haber podido despedirme de él.

Solo iba a extrañar a Reid sin importar cual fuera mi destino después de salir de aquí.

***

Reid Yamaguchi

Todos los alfas se apartaron de mí casi saltando, las fuertes feromonas que yo siempre había poseído llenaron la habitación por completo, eso que siempre me había avergonzado ahora era lo que me hizo destacar de entre todos los presentes.

—¿Dónde está? —pregunto en un rugido, mirando fijamente a esa vieja que estaba al lado del proyector.

Mi Ouma no solo estaba en esa casa, por las horribles fotos que veía en el proyector, me daba cuenta de que estaba siendo vendido como un objeto. Comenzando a enfurecerme aún más, me acerco a la vieja y la tomo del cuello con fuerza, soltando más feromonas.

—¿Dónde está? —repito con la voz ronca.

De pronto siento una mano tomándome de un hombro con firmeza, girándome, me doy cuenta de que es un hombre con traje cubriéndose la nariz para evitar oler mis feromonas, que sin decirme nada solo me muestra una placa de policía.

¿Es un oficial? Curioso por esto, suelto a la vieja y me tranquilizo un poco, mirando al hombre con curiosidad.

Un tipo no mucho mayor que yo, usando gafas y bien trajeado, finalmente pudo respirar tranquilo cuando dejé de soltar feromonas tan amenazantes.

—¿Eres policía? —pregunto sin entender bien.

—Sí, esto iba a ser una operación para detener a este grupo de imbéciles que venden omegas en fiestas como estas, pero tu apareciste y arruinaste todo —me responde el hombre misterioso, mostrándose algo molesto y pero a la vez aliviado.

Devolviéndole su placa suelto un bufido, observando como otros policías en la sala también se ponían de pie y sacaban sus armas para apuntarles a los presentes.

—Lamento haber arruinado sus planes —ironizo con molestia—, pero estos tipos tomaron a mi prometido y ahora lo veo siendo vendido como un objeto, ¿Qué debería haber hecho?

—Llamar a la policía —me responde el hombre con seriedad.

Sin responderle solo lo observo, mirando como él también toma su arma y apunta a la mujer que estaba detrás de mí, esa vieja asquerosa que había querido vender a mi omega.

—Señora, por favor llévenos al lugar donde tiene al omega —pide el policía con seguridad.

La mujer parece ponerse furiosa, y mirándome con odio, levanta las manos en señal de sumisión, comenzando a caminar por la casa fuera de esa sala donde todos los alfas habían comenzado a ser arrestados.

—Síganme —dijo ella con la voz más molesta que alguna vez escuche.

Reprimiéndome para no golpearla ahí donde estábamos, caminamos detrás de ella por la planta baja hasta una puerta detrás de las escaleras. Encendiendo las luces bajamos al sótano, y siguiendo sus indicaciones apartamos unas cajas llenas de objetos inservibles de una de las esquinas del sitio, donde encontramos una puerta de madera vieja y corroída, la cual se encontraba asegurada con cadenas.

Con solo un vistazo pude saber lo que ahí se escondía, presionando los puños con ira. Ni siquiera tuve que buscar la llave, acercándome a la puerta la pateo con todas mis fuerzas hasta romperla, dejándome ver a mi Ouma finalmente en el interior.

Acurrucado en el piso se encontraba con las manos y los tobillos bien atados por firmes cuerdas, además de una pañoleta blanca y sucia en su boca. Sin necesitar si quiera la confirmación del policía, me acerco a él y de la forma más rápida que puedo desato los nudos y saco aquella cosa de su boca, sintiendo sus brazos rodeándome.

—Reid... —solloza Ouma, ocultando su rostro en mi cuello— Reid... Viniste a salvarme...

—Lo siento —digo estrechándolo entre mis brazos también, sintiendo su delgado y tembloroso cuerpo finalmente junto al mío—, tardé demasiado, perdóname...

—Eso no importa, ahora estas aquí...

Escucho como la vieja suelta un bufido de molestia, e ignorándola beso suavemente las mejillas y el cuello de mi omega en un intento de tranquilizarlo, olvidando donde estábamos y nuestra peligrosa situación.

Sin embargo, en medio de toda esa distracción, me sorprendo cuando escucho un disparo y el grito del policía. Girándome lo más rápido que puedo, veo a la vieja arrebatándole el arma al policía y disparándole en una pierna para derribarlo.

Sin poder creer lo que pasaba, en shock, solo puedo observar como un imbécil a la vieja, la cual apunta el arma en nuestra dirección con una sonrisa.

—¡Reid! —grita Ouma aterrado.

Y sin poder detenerlo, él escapa de mis brazos y se pone frente a mí, mientras un nuevo disparo suena por todo ese gran y frio sótano.

—¡Ouma! —grito yo, mientras veo como la sangre comienza a mancharlo todo.

Al final de todo, Ouma siempre tuvo razón.

El lugar obscuro y pequeño siempre existió para nosotros.

Me enamoré de un Omega inestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora