Capítulo 25

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Estaba a punto de irme, el avión ya había llegado, solo faltaba subirme, no había hablado con Adrián, di un suspiro pesado comencé a dejar pasar a la gente, tenía leves esperanzas de Adrián regresara. Las personas ya terminaban de subir, era mi turno, di una última mirada, con la esperanza de que él llegara corriendo, comencé a subir las escaleras, no quería irme sin decirle adiós.

- ¡JOAN! ¡JOAN! Giré mi cabeza encontrándome con Adrián subido en un carro que llevaba las maletas, mi corazón comenzó a latir fuertemente, bajó del carro y ahora estaba corriendo lo más que podía, mi cuerpo estaba inmóvil, en verdad era él.

Él estaba ahí, se iba a despedir, o quizás a secuestrarme, pero había vuelto. Sin pensarlo más, corrí hacia él, corrí lo más que pude, detestaba esa distancia que nos dividía; no me importó el avión no me importó nada, solo me importaba él. Nos reencontramos con un gran abraso, ahora ocultaba mi cara en su cuello, nunca olvidaría su olor.

-No quiero dejarte ir. Su voz entrecortada, rompía mi corazón en miles y miles de pedazos, yo tampoco quería dejarlo.

-No quiero dejarte aquí. Pero, tenemos que separarnos. -Tenía que decirlo, y era cierto, nos teníamos que separar, mis palabras hicieron que Adrián me aferrara más y más.

-Puedo esperar. -Dijo Adrián aferrándose, cada vez más y más a mí.

-No quiero que esperes, no quiero que te canses de esperar, no quiero que te quedes aquí, y arruines tu vida por mí. -Comencé a botar pequeñas lágrimas, me dolía y mucho.

-Tú nunca arruinarías mi vida.

Ahora nos mirábamos fijamente, sus ojos color café claro, estaban llenos de lágrimas, y seguramente los míos también.

-Ahora, ve, yo estaré aquí, esperándote. Adrián me dio un corto beso en los labios, el cual sabía a un "Adiós." Y así lo fue.

Caminé hacia el avión, el cual aparentemente iba a despegar pronto, ver a Adrián en la pista, despidiéndose con la mano, me hacía pensar en bajar del avión. ¿Una relación a distancia? El avión despegó, inmediatamente comencé a llorar, me aferré a la camiseta azul de padre mientras ocultaba mi cabeza en su cuello; la gente me miraba asustada, mientras que mi padre solo me daba pequeñas palmadas en la espalda. El viaje avanzaba, pero yo seguía llorando, al final, se estaba haciendo de noche, la gente se quedaba dormida, mientras que yo sollozaba. Mi iPhone seguía descargado, y básicamente, me sentía peor, intenté despejarme de todas mis ideas, conecté mis audífonos al reproductor de música, que venía incluido en el avión. Para mi suerte, sonaba Back for good, de Take that. ¡Qué mal momento! Volví a llorar al escuchar la triste melodía, en la que se pedía perdón.

Al final, me quedé completamente dormida, entre lágrimas y sollozos, definitivamente, nunca había llorado tanto en mi vida. Sentí, cómo movían repetidamente mi hombro, hora de levantarse. Abrí los ojos, la luz del sol que entraba por la ventanilla del avión me molestaba un poco, me estremecí un poco para desperezarme, mi padre estaba de pie, definitivamente habíamos llegado. Comí una menta de mis bolsillos, mientras que sacaba mi iPhone para mirar en el reflejo cuán despeinada estaba; até mi largo y alborotado cabello, en mi típica cola de cabello.

Me levanté rápido, debido a que el avión ya se estaba vaciando, comencé a bajar del avión, lo primero que busqué fue a mi prima, Acacia, la cual, al parecer no se encontraba en la pista, avanzamos con mi padre al aeropuerto, la pista era hermosa, deseaba patinar sobre ella, pero no llevaba mi Skate. Entramos al edificio del aeropuerto, al primer lugar al que nos dirigimos fue al patio de comidas, en este mismo, mi papá llamó a mi prima, quien estaba estancada en el tráfico, pro siguiente a esta llamada, marcó al número de mi primo, yo solo miraba los menús de los restaurantes, no podía visualizar correctamente los letreros, solo pedí una hamburguesa en el Mc Donals.

Mi padre pidió un grap de pollo, al final estábamos sentados en el patio de comidas, esperando a Acacia, luego de 30 minutos mi prima llegó. nos saludamos, ella una adicta a los abrazos, mi padre, alguien no tan cariñoso, imaginaros la escena. Al final, nos dirigimos en su Rodeo, color concho de vino, a la casa en la que ella vivía, Acacia era delgada, no tanto como yo, pero se veía delgada, saludable, su cabello negro azabache, combinaba perfectamente con sus grandes ojos azules, se veía como una completa muñeca, era alta, no tal alta como mi padre, pero era mucho más alta que el promedio femenino de aquella entonces, llevaba unos jeans muy ajustados, los cuales hacían notar mucho sus curvas, unas botas de caucho, una blusa con mangas cortas, se veía como una muñeca, parecía una muñeca, lo que hacía que ella se creyera una muñeca.

Me eché una rápida mirada, me veía muy mal al lado de ella, definitivamente no era una experta en la moda, pero tampoco, era un completo desastre, ignoré mi aspecto no tan femenino, y apresuré el paso para igualarme a mi padre y Acacia. El Rodeo de Acacia, era de color concho de vino, era especialmente bonito, y combinaba bien con la personalidad, atrevida, divertida y egocéntrica de Acacia, cuando llegamos a su casa, lo primero que hice fue cargar mi iPhone, era muy importante tenerlo cargado, mi padre y Acacia comenzaron a conversar, yo no tenía ánimos para eso, apenas se había despedido de Adrián, posiblemente lo vería en 10 años, me dolió dejarlo, sentía que arruinaba su vida, sin contar de tener miedo a que el me dejara por alguien mejor, una chica más linda, con mejores gustos, mejor ropa, y que se pudiera quedar con él, una chica que le pudiera dar una relación normal, algo que yo no le podía ofrecer desde el punto de vista que estábamos creando, una vez estaba cargado mi móvil, le llamé, no quería enviarle un texto, tenía que llamarlo, necesitaba estar cerca de él. Adrián me contestó, rápido, y de la misma forma lo hizo por 14 años.

Pasaron 14 años, hubieron días en los que solo nos dábamos los buenos días y las buenas noches, nuestros horarios no coordinaban muy bien, yo había dejado YouTube por mis estudios, ahora era aparentemente una chica normal, pero los 14 años tenían que terminar algún día, y ese día había llegado. Al fin nos volveríamos a ver, ahora Adrián no tenía 20 años, tenía 34, y yo no tenía 17 tenía 31, había pasado mucho tiempo. Bajé del avión y él fue lo primero que vi, nos saludamos con un gran abrazo, seguía oliendo igual de bien.

Luego de tanto tiempo nos volvimos a ver, lo necesitaba, lo necesitaba y mucho. -Te dije que esperaría. -Me susurró al oído, ¿cómo no podía amarle? -Bueno, casi llego tarde a mi boda. Ambos reímos, teníamos que queríamos, nos íbamos a casar el siguiente mes, y él lo había organizado todo, una fiesta no tan grande, pero fue tierna, nunca las palabras "Acepto" Habían cobrado tanto sentido para mí, nunca. En cuanto a la palabra "Perfecto", le sigo buscando un anagrama, quizás algún lo tenga, pero por ahora, deseo dejarlo como una duda inconclusa, una palabra hermosa que se unifica muy bien entre las frases de Adrián, de mi esposo.

Fin."

-Mamá, ¿Qué haces?

-Escribo un libro.

-Mamá, no estás de edad para eso...

-Bueno tengo setenta y seis años, tengo que mantener mi mente ocupada, eso dijo el doctor.

-Ajam. ¿De qué trata?

-Cómo conocí a Adrián, tu padre. Hace ya 49 años.

-Mamá. -Dijo mientras se sentaba a mi lado. - Entiendes que él no recuerda nada. ¿Verdad?

-Él, me quiere. Sé que el Alzheimer, no lo deja recordar todo, pero él me sigue queriendo. Lo veo en su mirada.

-Mamá...

-No tienes que decir nada. ¿Hoy va al doctor? ¿No?

-Sí.

-Llévalo.

Let me be your heroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora