Capitulo 10:

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Era ya de noche, rondaban las diez de la noche, y mi primo no llegaba, pero en vez de preocuparme aproveche el tiempo para hablar con varios amigos de Madrid, y con mi madre por Skype, durando casi una hora de diferentes charlas me canse, por lo que decidí dormirme en la cama de mi primo, y aunque era cómoda, no se comparaba a la cama de Adrián, por fin luego de unos minutos me dormí.

Al día siguiente desperté con el sonido a todo volumen de la música que solía escuchar mi primo, y aunque a mí no me desagradaba el pop-rock, prefería no escucharlo a todo volumen en la mañana, temprano, cuando tenía sueño, a las 6:00 am. Salí de la habitación a bajarle un poco al volumen, el no puso oposición porque aún estaba un poco alto, él había preparado el desayuno, lo que me sorprendió, me comentó que tenía el día libre, así que sí íbamos a ir a comprar la pintura, evité hacer más comentarios.

Terminé mi desayuno lo más rápido que pude, y me fui a bañar y cambiar, escogí unos jeans y una blusa con estampados de gatos, una leve fascinación por su ternura. Me aseguré de llevar mis llaves, mi billetera con él dinero, por otra parte mi Iphone, estaba completamente descargado, por lo que no lo pude llevar.

Tomamos un taxi para llegar a la ferretería, le dije al señor qué colores quería y comenzó a prepararlos, luego de un momento ya estaban casi terminados, durante la preparación estaba con mi primo todo el tiempo, pero cuando ya estaban acabando las pinturas, mi primo "mágicamente" desapareció, le pregunté al chico que nos estaba atendiendo, y dijo que ese chico, refiriéndose a mi primo ya se había ido. Genial.

Pedí ayuda a varios de los de la ferretería, con los botes de pintura, me guiaron hasta donde se podían tomar taxis y ahí me dejaron, esperé un rato por taxis pero nada, no pasa ninguno, luego de cierto tiempo, llegó un taxi, le indiqué la dirección, y me ayudó a meter los botes de pintura, estaba cansada de esperar, solo me subí sin mirar nada, ni placa, ni la cara del señor, ni el tipo de auto. Me dijo que eran 5 euros, antes de empezar a andar el auto, no tenía cambio, así que saqué mi billetera con todo el dinero que tenía y saqué un billete de 10 euros, se lo entregué, mientras él solo me daba 5 euros, los guardé junto con mi billetera, el señor cerró la ventanilla que dividía los asientos delanteros con los traseros, no le presté importancia, puso seguro a todas las puertas, y me comencé a sentir mareada, tenía ganas de vomitar. El señor arrancó el carro.

Pasaron pronto las ganas de vomitar, pero me dio sueño, mis brazos se sentían pesados, comencé a ver el camino, no se parecía en nada al camino que habíamos tomado con mi primo, toqué la ventanilla, el señor solo me miró y siguió manejando, intenté tocar más fuerte la ventanilla pero no podía. Para este momento, me di cuenta de que algo no estaba bien.

Froté mis ojos para evitar cerrarlos pero era imposible, miré por la ventana, estábamos en un barrio que no se veía tan seguro, estaba a punto de cerrar los ojos, pero aún me mantenía consiente pero no podía hablar, no podía moverme, no podía hacer nada, solo observar. Cada pestañeo era más pesado, y se me hacía más difícil mantenerme despierta, sentí como frenaban el auto, escuché la puerta abrirse, ya no podía mantener mis ojos abiertos, escuchaba y sentía, me levantaron, mientras yo no podía poner oposición. Intenté gritar pero solo podía balbucear, sentí como me dejaron en lo que asumí sería el piso, estaba frío. Mi boca se comenzaba a secar, unas manos recorrían mis piernas, pasando por los bolsillos, tomaron mi billetera, siguieron buscando en mi pantalón y pasaron a mi blusa, sin encontrar nada más, me dejaron, el sonido del motor en marcha me decía que ya se habían ido.

Estuve un momento en el piso, escuchaba voces pero nadie hacia nada, tenía frío, la boca seca, poco a poco comencé a abrir los ojos, la gente a mi alrededor, solo murmuraba, mi cabeza dolía mucho, me senté en la acera fría, acomodé mi cabello, la gente no hacía nada, pero por sus expresiones faciales, era muy notorio, lo habían visto todo.

Me levanté de poco a poco, la gente me miraba mientras me abría paso entre ellas, vi un teléfono convencional, puse los cinco euros que por suerte no me habían quitado, no sabía el número de mi casa, pero recordaba el número de Adrián, lo llamé, aunque pude llamar a la policía, preferí llamar a alguien que conociera.

- ¿Sí? -Escuché la voz de Adrián, di bocanadas de aire antes de hablar. - ¿Quién habla?

-Joan. -No podía hablar bien, tenía seca la boca, me dolía la garganta, todo me dolía. - No sé donde estoy, un taxi, un señor, y me dejaron tirada. Adrián, no sé qué hago acá.

-Escúchame, cálmate, si es una broma, no creo que sea buena.

-No es broma, veo, un letrero que dice tres mil, hay mucha gente, Adrián. -Mi voz se rompía prontamente. - No sé qué pasó.

- ¿Puedes pasarme a alguien cerca? -Escuché del otro lado del teléfono, un chico pasaba a mi lado, y le dije que hablara por el teléfono, el muchacho tomó el teléfono y comenzó a hablar con Adrián, me senté en el piso, mientras hablaban, no presté en lo mínimo atención a lo que hablaban. Luego de unos minutos el chico me dijo que se había acabado el tiempo del teléfono, pero que Adrián ya estaba en camino.

Estaba sentada, intentando recordar lo que pasó, pero era imposible, no podía, todo eran momentos, cuando me sacaban la billetera, con todo mi dinero, cuando me alzaron la blusa, y cuando se fueron, nada más, nada. Nada.

Después de unos minutos, estaba Adrián llegando con un taxi, para yo estaba tirada en el piso, apoyándome de la caja telefónica, Adrián me ayudó a levantarme, por su cara, estaba estupefacto, me llevó al taxi, el taxista tenía una expresión parecida, me di un tiempo para examinar mi cuerpo, tenía desabrochado el pantalón, no tenía un zapato, mi blusa estaba un poco rota, abroché mi pantalón, Dios; daba mucho asco.

-Está bien. -Dijo Adrián, que estaba sentado a mi lado, se sacó la chaqueta y me da dio para cubrir mi blusa. El resto del viaje fue en silencio, hasta que llegamos a la casa de Adrián.

Cuando estuvimos dentro de la casa, me senté en el mueble, estaba completa asqueada de mí misma, tapé mi cara y comencé a llorar, era todo lo que quería hacer, la mamá de Adrián, me trajo un vaso con agua, y ahí estaban todos, observando cómo me derrumbaba, nadie decía nada, intenté calmarme, pero me era imposible; luego de unos momentos de llanto, les dije lo que recordaba, además Adrián mencionó ciertas cosas, de lo que le dijo el chico, todos comenzaron a hablar, entre ellos de mi estado de lo que había pasado, yo tenía vergüenza. Por fin, Adrián, me preguntó el número de la casa, para este entonces ya recordaba cosas simples como el número de mi casa. Se lo di, yo no tenía ni la más mínima intención de hablar, por lo que Adrián habló con mi primo, que al parecer, solo estaba viendo unas cosas de la ferretería.

-Ajam. En las 3000, ¡estoy diciendo! No pinta nada bien, está mal, y no recuerda nada, la dejaron botada. Sí, tienes que venir a verla. Gracias.

Mi primo llegó en el auto de un amigo, comenzaron a hablar del tal barrio. "Las 3000" Un barrio peligroso, donde ha habido tiroteos, robos, asesinatos, sicarios, por suerte, la llegada de Adrián fue como una epifanía, cuando al fin llegamos a la casa, lo primero que hice fue bañarme, en esos momentos completamente detestaba mi cuerpo, ¿qué le habían hecho?

Let me be your heroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora