Capítulo 6. Boyberry

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Tw: Homofobia interiorizada, estereotipos, escenas de alto contenido sexual. Leer con discreción.

Al día siguiente, suena el despertador a la hora habitual. Fructuoso se levanta, se asea y se prepara como de costumbre para ir al hospital, de forma automática. Había dormido toda la noche del tirón, para no pensar, como si fuese un mecanismo de defensa. Cuando salió de casa por el garaje y se metió en su Audi, se percató de un detalle en el asiento del copiloto: estaba allí la gabardina del acompañante de su noche anterior. Un escalofrío recorrió su cuerpo, con un pensamiento repentino sobre lo acaecido en el cuarto de baño. Intento alejarlo de su mente y tratar aquel objeto con naturalidad. "Tendré que devolvérselo", pensó.

—Buenos días —dijo Fructuoso entrando a la sala de sesiones del servicio de urología. Tomó asiento e intentó centrarse en lo suyo. Era el segundo en llegar a aquella sala, algo poco habitual en él, puesto que normalmente llegaba a en punto, cuando casi todos estaban ya listos.

En la sala se encuentra Afrodisio, un compañero de urología al que conoce desde la residencia y con el cual nunca ha tenido una muy buena relación por su competitividad y carácter complicado. Afrodisio había sido el primero en llegar, como de costumbre, porque le gusta mucho analizar el comportamiento de todos sus compañeros y juzgarlos en base a ello, además de ser una costumbre que tenía desde la residencia para hacer puntos de cara a una posible contratación. Se encontraba en su lugar habitual, sentado en una mesa, junto a la ventana abierta fumando un cigarrillo. Se sorprende al ver a Fructuoso llegar el primero, es algo fuera de lo común. Lo mira de arriba a abajo y recuerda algo que vio ayer, al salir del trabajo, y que lo dejó descolocado: Fructuoso se subió en su coche ataviado con distintos elementos de incógnito y, posteriormente, en el callejón de atrás, un twink en gabardina se metió en el vehículo. Aquello le chocó bastante y empezó a hacer distintas suposiciones sobre la relación entre ambos. Como Fructuoso es muy receloso con su vida privada y le cuesta mucho enterarse de todos los detalles, con lo cotilla que es, siente un impulso en su interior.

"Tengo que enterarme de qué está pasando aquí", concluye para sus adentros. Y, acto seguido, llega a la determinación de que esa misma tarde debe seguir a Fructuoso a donde sea que fuese. Porque algo se estaba cociendo allí y él debía ser el primero en enterarse. Más que nada, por si pudiese sacar algo de ello en su beneficio.

—Buenos días, Fructuoso, qué raro verte por aquí tan pronto —menciona en tono jocoso.

—¿Eh? Ah, si... He dormido bien —dijo sin ofrecer muchas explicaciones.

—¿Sí? Pues no lo parece...

—¿Qué me estás diciendo? ¿Que tengo ojeras? Será la vejez... Los años no perdonan. Y aguantarte resta esperanza de vida —replicó siguiendo la burla.

Afrodisio suelta una risilla sarcástica. Nunca le ha hecho mucha gracia Fructuoso, sus aires de presuntuosidad lo superan. Necesita hundirlo, necesita saber sus secretos y destruir esa imagen de perfección que tiene ante todo el mundo. Y por algún motivo cree que esta es la suya. "No puedo esperar hasta esta tarde", se dice a sí mismo, suponiendo que algo va a suceder y que ese algo le va a llevar a destrozar al "Príncipe de la Urología", mote que él mismo ha puesto a Fructuoso.

—Buenos días chicos. ¡Que madrugadores! —exclamó Bonifacio irrumpiendo en la sala, adjunto al borde de la jubilación, siempre de buen talante y humor—. A ver que tal están nuestros pacientitos hoy uwu.

—Hola uwu... —dice Angustias, la residente de último año, que se encuentra angustiada porque no sabe qué le va a deparar su futuro más inmediato.

Fructuoso miró con alivio al resto de los compañeros que iban llegando, para no quedarse a solas con su "enemigo laboral" y cortar aquella conversación vacía y desagradable.

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