"Mejor meter el dedo que meter la pata".
Nicanor.
"Todo indica que lo tengo", piensa Nicanor mientras carga y recarga una y otra vez la página web cancer.net. Se levantó por la mañana pensando en que algo no iba bien, las molestias por la zona de la próstata no cesaban y su preocupación aumentaba por momentos. No le quedaba otra: tenía que consultar a su fuente de saber de confianza: la red. Como ya estaba acostumbrado gracias a su gran experiencia como hipocondríaco, escribió su consulta en el buscador de google y este hizo la magia. "Lo sabía", dijo en voz alta cuando el primer resultado arrojó una clara respuesta: cáncer de próstata.
Tras leerse toda la página y llegar a la conclusión de que padece de cáncer de próstata, llega a la conclusión de que debe ir al hospital cuanto antes para ser tratado. Así que, para no perder el tiempo, coge sus cosas y, sin cambiarse siquiera de ropa, se va en pijama a urgencias.
La sala de espera está colapsada, hay muchísima gente y parece que queda mucho tiempo para que Nicanor entre a consulta, lo que hace que se desespere más y más por momentos. "¡Esto es un caso muy urgente!", grita en medio de la sala sin que nadie le haga caso. "¡¡Lo mío también!!", replica el paciente que tiene justo delante. A Nicanor poco le importa la salud de los demás, su vida está en peligro y exige que se le atienda inmediatamente.
Como no parece que vaya a entrar inmediatamente a consulta, Nicanor se levanta como una exhalación para dirigirse al puesto de administración.
—¡¡Exijo que se me atienda!! —grita Nicanor al llegar a administración.
—¿Perdone? —responde sorprendida la persona a la que se dirige —.Disculpe, pero debe esperar a su turno...
—No puedo, es a vida o muerte y si no se me atiende ahora habrá consecuencias... Fatales.
—¿Consecuencias fatales? ¿Qué es lo que le pasa? —cuestiona la persona de administración.
—¡Sí! Padezco de cáncer de próstata... Tengo todos los síntomas de cáncer de próstata y necesito ver a un médico para que me examine. No me puedo ir de aquí sin ser examinado, ¡no dormiré tranquilo!
—Las urgencias no están para estas cosas...
—¿No? ¿Y para qué están las urgencias? ¡Exijo que me vea un médico!
—Debe esperar a su turno...
—¡¡NO!! ¡YA HE ESPERADO SUFICIENTE Y EXIJO QUE ME VEA UN MÉDICO!
El ambiente se caldea, los gritos de Nicanor se hacen cada vez más fuertes y se va formando una cola detrás de él. El personal de administración no sabe qué hacer para quitárselo de en medio y la gente que está esperando se empieza a desesperar también. Solo queda una opción para salir del paso.
—¡Está bien! Espere un momento, que haga una llamada... —dice la persona de administración mientras descuelga el teléfono —. ¿Victoriana?
Fructuoso.
—Estoy hasta los cojones —exclamó Fructuoso después de ver a 47 pacientes en su consulta de urología.
Las consecuencias de la maltrecha sanidad derivan en la sobrecarga profesional de todas las especialidades. En concreto, urología era una de las que más retraso llevaban, y eso que los médicos intentaban citar a la mayor cantidad de pacientes posibles. Ese día, en concreto, Fructuoso había empalmado una larga guardia de 24 horas con una mañana de consultas que había sustituido por un compañero que se había resfriado. No veía la hora de volver a su casa, comerse un yatekomo y echarse una siesta.
ESTÁS LEYENDO
Hospital Genital
Roman d'amourUna bella historia sobre el amor prohibido entre un urólogo y su paciente.