Capítulo 4: Segunda Vez

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Forestwolf, madrugada del miércoles 6 de septiembre

"Salgo corriendo del auto en cuanto mamá se detiene frente al garaje.

¡Fletcher! —la ignoro.

A mitad de camino de regreso de la escuela me entraron unas ganas terribles de cagar. No tardé mucho en darme cuenta que mamá se sentía de una manera similar, porque ella también venia moviendo los dedos contra el volante y en cuanto se ponía el rojo, movía las piernas hasta que otra vez el semáforo cambiaba a verde. Así que como yo había tenido ganas primero a mi correspondía usar el baño primero.

En cuanto me siento en la taza, escucho como mamá cierra la puerta.

—¡Fletcher, ven aquí y recoge esa mochila! —grita mamá.

—¡Ya voy! —respondo desde el baño.

Escucho el tono de la contestadora. Beep.

—Kara. —es la voz de mi padre. Por la hora todavía debe de estar en la librería, aunque su voz se escucha demasiado agitada para el trabajo bibliotecario. —Volvió, me... —es todo lo que alcanzo a escuchar.

Una nube, como niebla, me impide ver y escuchar, me envuelve por completo. Como si solo hubiera parpadeado me encuentro delante de la puerta del baño, escuchando como objetos caen y se rompen. Me doy cuenta que el ruido se hace cada vez más fuerte; frunzo el ceño y estiro la mano para abrir, sin embargo, antes de que pueda girar la perilla, un ruido, como si algo demasiado pesado hubiera sido golpeado contra el piso, suena en toda la casa.

—¿Mamá? —grito.

—Búscalo. —la voz de hombre me hace retroceder y el pánico me inunda.

Nos están robando, me doy cuenta.

La niebla me envuelve nuevamente y otra vez soy depositado en otro lugar, como si me hubiera teletransportado. Casi me cuesta reconocer el lugar, con todo tirado por todas partes.

Estoy en la sala, justo frente a la puerta, la luz se filtra por las ventanas, un aroma metálico y asqueroso me revuelve el estómago. Bajo la mirada y me encuentro un líquido rojo justo frente a mis tenis, lo sigo con la mirada y el camino me lleva hasta otro tipo de rojo, uno que conozco muy bien: un rojo que se parece al de mi cabello. El café rojizo de mi madre mezclándose con el rojo intenso de su sangre."

Jadeo desesperado por obtener oxígeno. La oscuridad me rodea y el pánico se vuelve más grande. Me toma bastante tiempo controlar mi respiración y es hasta el momento en que mis pulmones obtienen la cantidad necesaria de oxigeno que mi cabeza comienza a funcionar. Estoy en Forestwolf, en mi habitación en la casa de Forestwolf. Todo está bien, yo estoy bien. Mi madre murió hace un año, eso pasó hace un año.

Aunque ya me calmé, no logro quedarme dormido. No me atrevo, sinceramente, así que he estado mirando fijamente el techo esperando que el cansancio o el aburrimiento se apoderen de mí, pero hasta ahora nada ha pasado. Me niego a pensar en ese sueño, mejor dicho, en ese recuerdo, porque si lo hago me volverá a dar un ataque de pánico. Así que trato de pensar en otra cosa.

Se me viene una cosa a la mente y me permito cerrar los ojos.

Cuando era niño, mi madre solía contarme historias a la hora de dormir, cualquier tipo de historia que a ella le gustara, el primero que recuerdo fue El Principito. Tenía el don de convertir las distintas mitologías del mundo en cuentos para dormir. Siempre amé que mi madre se acostara conmigo y hablara de aventuras, magia, misterios y maravillas a la hora de dormir, era divertido y me hacía sentir que yo podía ser el protagonista de una historia semejante; mi madre una vez me dijo que ella igualmente amaba eso, pasar el tiempo conmigo y ver como mis ojos se iluminaban a medida que ella contaba la historia, también me confeso que lo había empezado a hacer porque quería que mis sueños estuvieran plagados de cosas buenas y esperanza.

A los diecisiete, mis sueños se llenan de rojo carmesí y muerte, y mi madre en medio de ambos.

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