Martin se marchó del Prado pocos minutos antes de que el museo cerrara sus puertas, fue el último visitante en abandonar las instalaciones. Juanjo lo acompañó todo el camino hasta la puerta mientras le explicaba cómo funcionaban sus horarios y la manera en la que semanalmente lo cambiaban de sitio y por eso, hasta el lunes siguiente lo encontraría siempre en el piso de abajo. Cuando se despidió de Martin el maño notó en sus espaldas la atenta mirada de Antonio que no le hizo más falta que ver la complicidad entre los dos para darse cuenta de que el chaval con el que estaba era, muy probablemente, el chico del que le habló la noche anterior.
"Es guapo, eh" Una vez las puertas cerraron y ya ni siquiera se podía ver a Martin a través de las ventanas Antonio fue directo a hablar con Juanjo mientras cogían los abrigos para hacer su rutinaria pausa para fumar.
"¿Eso es lo primero que me tienes que decir? ¿Dónde ha quedado lo de preguntarme como me está yendo la jornada?" el mayor lo miró con las cejas levantadas.
"No te lo pregunto porque tu sonrisa bobalicona al despedirte del chaval ya me lo ha dejado bastante claro" dijo mientras, como siempre, sacaba un cigarro para fumarse él y le daba otro a Juanjo "Pero oye, si insistes en que no te gusta consígueme su número, seguro que alguna de mis hijas estaría encantada de conocerle." Le picó Antonio, viendo de inmediato la cara amarga que puso el menor.
"No es necesario, muchas gracias." Juanjo ya conocía a las hijas de Antonio en un intento del hombre de juntar a alguna con, según él, algún chico que valga la pena y no los ninis que tienen por costumbre traerse a casa. Fue el día en el que al maño no le quedó más remedio de admitirle que no tenía demasiado interés en las mujeres. Sin saber cómo el mayor lo tomaría, el señor recibió la noticia con total naturalidad y, gracias a eso, su amistad se consolidó.
"Cuéntame ¿de qué habéis hablado?" preguntó Antonio intrigado.
"Hemos hablado principalmente de La Anunciación de Fra Angelico, deberías bajar a echarle un vistazo, es una obra muy interesante." Dijo Juanjo repasando en su cabeza una y otra vez todas las explicaciones que le había dado el vasco.
"¿Ahora vas a volverte un experto en arte?" Antonio ni siquiera esperó una respuesta del maño, que simplemente miró hacia otro lado con una sonrisa, porque internamente sí que esperaba que Martin viniera tan a menudo como prometió a explicarle muchas más curiosidades sobre arte. "Bueno, chico, me cae bien el chaval si te hace más entretenido el tiempo que tengas que estar aquí hasta que ahorres lo suficiente, ¿cómo dices que se llama?"
"Martin, el apellido no me lo sé." Antonio registró el nombre en su cabeza. El mayor solía estar en la puerta de entrada, o como mucho, siempre en el primer piso. Esto era debido a que a pesar de que siempre había desempeñado su trabajo con gran diligencia, era de los mayores de la plantilla, entonces tenía cierta preferencia a acceder a los puestos en los que podía estar sentado, o al menos, la comodidad de no preocuparse de tener que subir o bajar por las escaleras constantemente. El hombre pretendía estar atento para que no hubiera un solo día en el que los chicos no pudieran encontrarse.
Con más libertad, al ser el turno de noche, Juanjo caminaba tranquilamente por las salas del piso cero del Museo del Prado. No sólo las que él vigilaba aquella semana, sino que también por las demás. En un punto de la jornada, cuando ya no le quedaba mucho para marcharse, se encontró así mismo en la sala 049. A raíz de la conversación con el vasco, intentaba observar el resto de obras con los mismos ojos con los cuales ahora miraba a La Anunciación de Fra Angelico. Pero no era tan sencillo; entre tantas obras, la baja iluminación de aquellas horas y la falta de contexto le era de nuevo bastante difícil interpretar los cuadros que estaba viendo.
La sala 049 era una de las salas más grandes de aquel piso, solo la igualaba la 075. En ella se encuentran grandes pinturas de todos los tamaños, y aun así, de entre todas aquellas representaciones religiosas igualmente coloridas y grandes su vista fue a parar a la mítica obra de Rafael, El Cardenal. En aquel espacio, El Cardenal no era la única obra de Rafael, pero sí es de las pinturas más famosas del artista, eso sí que lo sabía. No podría contar ni aunque quisiera la cantidad de veces que había tenido que señalar o conducir a algún turista hacia esa obra, y él tenía la suerte de poder contemplarla con total tranquilidad.
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Rincones en el Prado
FanfictionJuanjo es un joven segurata que trabaja en el Prado para ganar dinero y perseguir su sueño. En medio de las jornadas aburridas y rutinarias aparace Martin, un estudiante de Historia del Arte muy apasionado.