El lunes Martin se despertó feliz. Normalmente le costaba levantarse, se tomaba su tiempo observando a la nada antes de decidir ir a la cocina a desayunar. Casi siempre estaba ahí su compañero de piso, mucho más madrugador, algunas veces con desayuno para él también y otras le dejaba solo pronto porque tenía prisa. Pero ese lunes fue el primero en llegar a la cocina y para devolverle el favor de todas las veces que lo había hecho, preparó el desayuno para ambos.
"¿Martin? ¿Ya estás despierto?" dijo el chico mirando la hora, raro, porque el despertador del vasco no sonaba hasta diez minutos más tarde.
"Sí, no podía dormir más." Comentó el bohemio que cada vez que pensaba en el día anterior podía sentir que flotaba.
"¿Es bueno o malo?" preguntó.
"Esta vez es por algo bueno, Cris." El canario asintió sentándose en frente del vasco siendo de las pocas veces que desayunaban juntos. Normalmente cuando Martin empezaba a comer él justo terminaba.
Ambos chicos se caían bien pero no existía mucha comunicación entre ellos más allá de la cordialidad. Cris ya había tenido otro compañero de piso anteriormente, pero con quien lo compartía se graduó y se fue de Madrid dejándole con la necesidad de buscar otra persona. Esa persona acabó siendo Martin, quien pilló la oferta en el momento adecuado. Estaban bien el uno con el otro, no se molestaban mucho, eran ordenados y se distribuyeron correctamente el espacio. Eran dos personas tranquilas y se amoldaron perfectamente a la existencia del otro.
A veces Martin se sentía un poco culpable por no relacionarse más, al final vivía con él y no lo conocía a penas, pero a la vez se pasaba todo el día fuera de casa y no había tiempo. Entre la universidad, las clases de interpretación y el Prado, llegaba siempre a la hora de cenar. Ese era el único rato donde se preguntaban qué tal el día. Por lo que tenía entendido, el canario también se pasaba el día fuera de casa prácticamente, entonces siempre estaban cansados y no hablaban mucho más.
"Ayer tuve una cita. Por eso estoy contento." Se atrevió a comentar para amistarse más con él, a parte tenía muchas ganas de explicárselo a todo el mundo, de hecho, luego llamaría a sus amigas para contar todos los detalles.
"Me alegro mucho, ¿habrá una segunda?" preguntó.
"Eso parece, sí. Y si seguimos avanzando tal vez lo traiga algún día, ¿puedo?" hasta la fecha Martin no había llevado a nadie, ni siquiera había visto a Cris traerse a alguien.
"Claro que sí." Pausó. "Es un chico has dicho, ¿cómo lo has conocido?"
"Trabaja en el Prado." No hizo falta más explicación para que Cris sonriera.
"Ahora entiendo porque vas tanto por ahí." Martin suspiró exasperado, en broma.
"Oye, todos me decís lo mismo, que estudio Historia del Arte." Dijo con una fingida indignación. "¿Y tú tienes a alguien?" se atrevió a preguntar.
"Tengo a mucha gente y a la vez no tengo a nadie. Mis amigos dicen que soy bastante enamoradizo." Pero no es que Cris fuera un mujeriego ni un rompecorazones, porque al final las personas con las que estaba solían buscar lo mismo que él: pasión sin compromiso.
Había llegado a echarle el ojo a Martin, no era ciego, pero también se lo había echado a varias personas más. Con el vasco no había querido intentar nada, porque por lo poco que lo conocía sabía que no era como él en ese sentido y, además, cualquier paso en falso arruinaría el ambiente en el piso. Entonces, aunque consideraba que era uno de los chicos más guapos que había conocido decidió que no valía la pena incomodar las cosas, y ahora menos.
Cuando terminaron Martin se fue a la universidad, aquel día sin necesidad de correr, como le pasaba de costumbre, y aunque llegó un poco más pronto que lo habitual su amiga Lina ya se encontraba ahí.
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Rincones en el Prado
FanfictionJuanjo es un joven segurata que trabaja en el Prado para ganar dinero y perseguir su sueño. En medio de las jornadas aburridas y rutinarias aparace Martin, un estudiante de Historia del Arte muy apasionado.