La noticia

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POV ROMINA

-Tenemos pruebas de que Gustavo Montenegro podría ser tu padre- dijo Agostina.

-¿Qué dices?- respondí riendo ante semejante ridiculez.

-Lo que Camila Sánchez llevó hoy a la estación son copias de documentos y fotos, que atestiguan lo que te estoy diciendo- aclaró la oficial sin una pizca de broma.

-¿Qué? Espera ¿qué?- re pregunté sintiendo que se me bajaba la presión y mi semblante se caía al piso.

-Perdón, debí decírtelo en la estación, lo sé. Pero creí que aquí, tranquila, te sentirías más segura, más contenida - se disculpó Spinelli mientras me tomaba la mano.

-No me siento bien- dije respirando entre cortado.

-Okay, siéntate bien y respira con calma- pidió Agostina.

-¿Cómo puede ser que...- estaba agitada.

-Mirame- ordenó la oficial e hice lo que me dijo. Respiró profundo y me animó a hacer lo mismo. Luego exhaló lento y yo igual.

-¿Estás segura?- pregunté.

-No podría asegurarlo al cien por ciento, pero todo parece indicar que sí - explicó.

-Pero...- comenzaron a caer lágrimas de mis ojos, no entendía nada.

-Romi- llamó mi atención Agostina con la voz más suave y dulce que hasta ahora había oído de ella- ven, dame un abrazo.

Me hundí en ella sin dudarlo un segundo, sentir su cobijo me dió calma.

POV AGOSTINA

Romina se aferró a mí, sentía su cuerpo temblar por los nervios. Tenía su rostro hundido en mi cuello, y podía notar la humedad de sus lágrimas en mi piel. Rodeé mis brazos en su espalda y la pegué aún más a mí. No tenía nada más para decir en aquel momento, solo podía acariciar su espalda y embriagarme con el perfume de su pelo.

-No me sueltes- me pidió entre sollozos.

-Tranquila no lo haré- respondí.

Romi dejaba caer cada vez más su cuerpo encima mío, y yo lentamente me reclinaba en el sillón para poder sostenerla. Su llanto cesaba poco a poco, pero cuando intentaba despegarme para ver su rostro, ella no me lo permitía. Sentía sus manos apretando con fuerza mi camisa por la cintura, quería detener toda esa angustia que invadía a mi arquitecta y no sabía cómo.

-¿Más tranquila?- le pregunté cuando sentí que ya casi no sollozaba. Asintió moviendo la cabeza, pero sin despegarse de mí.

-¿Puedo verte?- volví a insistir.

Ella lentamente se alejó un poco del abrazo, soltó mi camisa y me miró por un segundo, pues inmediatamente corrió su mirada hacia abajo y juntó sus manos nerviosa.

-¿Quieres agua?- ofrecí.

-No- respondió- quiero que te quedes aquí.

Sentí un nudo en la garganta ante tal petición, porque no era como la de la otra noche. Ésta era diferente, me estaba pidiendo que me quede con ella en un estado de total vulnerabilidad. Y claro que lo haría.

-No pensaba irme- le afirmé- ¿Quieres que hablemos del tema?

-No- volvió a contestar - quiero que me abraces.

Estiré mis brazos hacia ella nuevamente, y la abracé como me pidió. Recostó su cabeza en mi hombro y volvió a tomarme por la cintura. Su respiración estaba más calmada, y ya no temblaba. Nos quedamos así en silencio un rato: por momentos ella acomodaba su rostro en mi pecho, y yo acariciaba su espalda y sus brazos.

Sombras del pasado (Agosmina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora